Una inesperada declaración de amor
Extracto de la escena que protagonizan Yasmina y Joan y que forma parte del capítulo 129 del libro, “El Laberinto de la Verdad”.
Cuando la balandra hubo completado la carga y el colectivo numeroso de los chicos que se había ocupado de la operación hubieron percibido su retribución y empujado el barco, para que dejara de sostenerse en parte sobre la arena y lo hiciera sólo sobre el agua, llegó el momento que Yasmina se moría de ganas de contemplar. Sucedió que Pierre y Joan permanecieron un rato bastante largo abrazados en silencio y ninguno de los dos fue capaz de contener las lágrimas mientras el mastín decidió celebrar el acontecimiento con un concierto extraordinario de ladridos al tiempo que daba vueltas, a la carrera, entorno de los dos hombres abrazados. Yasmina se percató de que la imagen de los dos amigos unidos por el largo abrazo tenía una fuerza muy grande porque el que estaba a punto de embarcar iba vestido como un caballero cristiano mientras que el que permanecería en tierra iba vestido como un señor de Granada que podía ser el titular de un negocio cualquiera.
Pierre fue el último en subir a la balandra por medio de una escalera de cuerda y lo hizo con la torpeza propia de un caballero de cultura urbana que ha cumplido medio siglo y está lejos de la agilidad que caracteriza a los hombres del mar. A continuación los marineros izaron la gran pértiga de la que colgaba la vela. Una vez la pértiga estuvo sujeta en los lugares adecuados del mástil y la borda de sotavento y la escota lo estuvo en la otra borda, la vela empezó a empujar el barco con bastante alegría en la medida que la brisa de la tarde era un poco fresca y favorable al rumbo que emprendería la balandra y tendría su destino en el puerto de Valencia de donde seguiría camino hasta Barcelona.
Yasmina y Joan permanecieron un buen rato plantados en la playa contemplando la embarcación que pronto superó la escollera que protegía el pequeño puerto y se adentró en el mar rizado. En un momento dado Yasmina tomó del brazo al caballero templario con la máxima naturalidad y le propuso que montaran en los caballos y siguieran la línea de la playa hasta un lugar donde aparecería un camino que seguía la costa y los llevaría a una caleta que estaba protegida del viento fresco y era un lugar en el que podrían pasar las horas de la larga tarde de junio antes de dirigirse a la población donde había varias casas que alquilaban habitaciones para huéspedes y disponían de establos donde los animales podrían alimentarse y descansar mientras ellos se permitirían degustar una plato de pescaditos recién fritos que sabrían a gloria.
Joan ató el caballo de Pierre a la montura del suyo por medio de una larga cuerda, montó el animal y lo colocó al lado del que cabalgaba la mujer que, vestida con prendas holgadas de gran calidad y tono castaño claro, revelaba la condición de gran señora en un escenario donde raramente aparece un miembro del género femenino. Los dos jinetes pusieron los corceles elegantes al trote sobre la arena endurecida por el lamido de las olas y se abstuvieron de las palabras. El mastín celebró el acontecimiento con un nuevo concierto de ladridos mientras trotaba al lado de los caballos.
Cuando llegaron al lugar donde terminaba la playa Yasmina eligió un sendero que obligaba a los caballos y sus jinetes a circular, uno tras otro, por un itinerario que se metía en la formación rocosa que daba la impresión de ser mucho más extensa que la gran lámina de arena que habían abandonado. Frente a ellos podían contemplar la balandra que navegaba de maravilla entre los borreguitos de espuma que levantaba el viento fresco de la tarde de junio. El sendero tortuoso siguió paralelo al mar hasta que desembocó en la caleta anunciada que era un lugar que permanecía muy bien resguardado del viento fresco y húmedo.
Yasmina y Joan desmontaron. El caballero templario agarró una estaca bastante consistente que un temporal había arrojado al fondo de la cala angosta y la clavó en la arena con ayuda de una piedra. A continuación sujetó los tres animales en el pedazo de madera y se sentó al lado de Yasmina en el lugar que había elegido la mujer y estaba situado en el fondo de la caleta donde la roca conformaba un voladizo que protegería a los recién llegados del viento fresco y también lo haría de la lluvia si ésta aparecía por causa de algún nubarrón más espeso que los otros.
En el momento más inesperado Yasmina se desprendió del pañuelo elegante de tono castaño claro, sacudió la melena ondulada del color del carbón por medio de un movimiento de la cabeza que tenía muy estudiado, rodeó sus rodillas con los brazos unidos por medio de las manos entrelazadas, dirigió la mirada al horizonte que culminaba la franja azulísima del mar y tomó la palabra.
– Preciso explicarte que me mantengo enamorada del difunto padre de mis hijas y supongo que este sentimiento, que llena por completo mi corazón, se mantendrá intacto muchos años. Sin embargo me sucede que se me ha despertado el impulso de mujer hacia ti hasta el punto de que ahora mismo sería capaz de comerte vivo.
– ¿Qué significa exactamente comerme vivo? – preguntó Joan empleando un hilo de voz.
– Significa que sería capaz de estar mucho rato con mis labios entregados a tus pectorales cubiertos de vello que ahora mismo sólo soy capaz de adivinar que poseen unas formas y una textura insuperable. Estoy segura de que si me permitieras hacer esta acción te transmitiría el mismo deseo que tengo yo y ambos disfrutaríamos de una satisfacción que es legítima en la medida que tú eres un hombre libre y responsable,y yo también soy una mujer libre y responsable.
(continuará …. )
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