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Tomás de Aquino

Tomás de Aquino

Las cosas que les suceden a Helmut y Alice y se explican en los libros de Bernard Mong Tse, están inspiradas en una historia verdadera al igual que otros relatos que aparecen en los libros de este autor que se sustentan en la experiencia de las personas que tienen la mente despierta y en nada más.

Una de las cosas más interesantes de los libros, de los que estamos hablando, es que, por medio de las historias que relatan, permiten explicar el funcionamiento del sistema de poder que mantiene el dominio sobre el mundo desde hace siglos y milenios.

En los libros de Bernard Mong Tse aparecen una serie de personajes que son representativos de los distintos eslabones de la cadena del poder. Esta cadena está presidida por los hombres y mujeres que permanecen encuadrados en las sociedades secretas que son las poseedoras del poder real. En estos libros se hace la hipótesis de que estos colectivos secretos estén dirigidos por los individuos que, tras un duro proceso de iniciación, han conseguido entregar el alma a Lucifer lo cual les ha permitido acceder a una plaza en el Infierno que les asegura la posesión del poder e incluso la impunidad en la Tierra.

En los libros de Bernard Mong Tse se distingue entre los adeptos de Lucifer, que gozan de una protección muy elevada de su maestro, de los postulantes que son individuos que han alcanzado un determinado hito en el proceso de iniciación, pero no han conseguido celebrar el rito secreto que permite entregar el alma al Diablo de forma irreversible y conseguir una plaza en el Infierno que se mantendrá vigente, por los siglos de los siglos, hasta que tenga lugar un triunfo definitivo de la Ley Cósmica de la Armonía que alcance a todos los rincones del Universo.

Al parecer los adeptos de Lucifer son muy pocos mientras que los postulantes son bastantes y no tienen más remedio que sostener una guerra permanente, entre ellos, hasta que los que demuestran ser más fuertes (más cínicos y más malvados) son elegidos por el maestro para que celebren el rito que permite acceder al Infierno y conseguir el poder e incluso la impunidad en la Tierra.

Al parecer la pasión del soberano del Infierno es contemplar a sus fieles luchando por el poder que sólo él puede entregarles. Al parecer lo adeptos del Diablo son individuos que no tienen ninguna visibilidad mientras que los postulantes pueden no tenerla o pueden tenerla hasta el punto de ser los presidentes de un banco o una corporación emblemática y estar en la lista de los hombres más ricos del mundo.

No resulta fácil comprender que el Infierno es un centro de poder de dimensión cósmica que tiene un carácter profundamente elitista por la razón de que sólo logran ingresar en él los miembros de las sociedades secretas que han culminado, con éxito, el laborioso proceso de iniciación que les ha permitido entregar el alma a Lucifer a cambio de conseguir el poder e incluso la impunidad en la Tierra.

La filosofía racionalista, que tiene carácter totalitario en el mundo académico, niega la existencia del mundo espiritual aunque acepta que el relato de la “Divina Comedia” ha jugado un papel importante en la conformación de la cultura de Occidente. Esto significa que los conceptos del Cielo, el Purgatorio y el Infierno pueden ser aceptados en calidad de arquetipos que juegan un cierto papel en la estructura mental de las personas cultas.

Las doctrinas de las iglesias cristianas contemplan los conceptos del Cielo y el Infierno de forma obligada mientras que el Purgatorio tiene carácter opcional. En algunas iglesias estos conceptos se contemplan como hechos reales y en otras iglesias se contemplan como arquetipos mentales, pero todos los bautizados creen, de una manera u otra, que, al final de la vida física, tiene lugar un premio o un castigo divino y estos se realizan por medio del Cielo y el Infierno.

En épocas antiguas los clérigos gustaban de recrear el Infierno atestado de pecadores de los tipos más diversos. Por este procedimiento se contemplaba a Dios como un juez severo que inspiraba más temor que amor y se convertía a los clérigos en administradores del temor, la ignorancia y la sumisión al orden establecido por injusto que fuera.

En épocas más recientes los teólogos no han tenido más remedio que pensar, un poco más, acerca de este tema hasta el punto de que, algunos de ellos, han contemplado un Infierno vacío de almas humanas ya que si no fuera así la misericordia de Dios no tendría carácter infinito. A pesar de este argumento superior estos pensadores han admitido la posible excepción que afecta a los individuos que, de acuerdo con el principio del libre albedrío, han suscrito un pacto con Lucifer que les ha permitido burlar la misericordia infinita de Dios e ingresar en el Infierno por su propio pie y no por castigo divino.

Parece claro que uno de los primeros elementos que afectan al cambio de paradigma se refiere nada menos que al concepto del Infierno que no debe ser asociado al castigo de Dios sino al Reino de Lucifer al que sólo accede una elite restringida de semejantes que consiguen entregar el alma a su maestro a cambio de que éste les conceda el poder e incluso la impunidad en la Tierra.

La comprensión del concepto real del Infierno trae consigo aceptar que el soberano de este reino, de dimensión cósmica, tiene un poder muy superior a lo que jamás ha sido descrito, por los estudiosos de las religiones, hasta el punto de que puede asegurar incluso la impunidad a sus adeptos mientras permanecen en la Tierra.

Este descubrimiento añade un corolario que tiene un valor definitivo ya que permite comprender que el concepto del poder, tal como ha sido entendido a lo largo de la historia de la humanidad, posee matriz religiosa y oscura lo cual proporciona un sabor amargo a la filosofía racionalista, el agnosticismo, el relativismo, el laicismo y el resto de los engaños que han prescindido de la existencia del mundo espiritual al que todo ser humano debe permanecer entroncado, para bien o para mal, a menos que se resigne a permanecer toda la vida sumido en el estado del sueño psíquico.

Uno de los aspectos más importantes del nuevo paradigma será el cambio del concepto del poder. Éste dejará de aparecer como la prolongación de los impulsos del control y el dominio sobre el prójimo que son propios del individuo que está lleno de miedo al entorno y tiende a desarrollar la psicología del paranoico dominador y a buscar la seguridad en una organización secreta.

El concepto luminoso del poder se sustentará en el impulso del servicio y la cualidad de la empatía que caracteriza a las personas que tienen la mente despierta y llevan dentro el impulso a elegir el lado de la luz de la energía.

Ha habido bastantes casos de jueces, fiscales, policías y periodistas de investigación que se propusieron indagar acerca de un tema más oscuro que otros que afectaba a personas muy poderosas, pero no tuvieron más remedio que abandonar su propósito, por razones muy diversas, dando lugar a uno de los temas típicos de los que sólo hablan, en voz baja, una minoría muy pequeña de semejantes que tienen más información que los demás.

Las personas que tienen la mente despierta y gozan de información acerca de temas importantes, de los que sólo se habla en voz baja, suponen que existe una elite muy restringida de individuos que han accedido al poder definitivo que es la impunidad. Cuando estas personas, de mente despierta, también gozan del don de la inteligencia llegan a la conclusión de que la impunidad en la Tierra es un privilegio al que sólo puede acceder un semejante que ha seguido un determinado proceso de iniciación que le ha permitido hacer un pacto con el dueño del poder y la impunidad que es el Diablo.

Hay muchas razones que hacen pensar que está muy cerca de llegar el momento en que los temas misteriosos de los que sólo pudo hablarse en voz baja, a lo largo de los siglos, podrán ser estudiados por medio de tesis doctorales serias.

El hecho de que Lucifer mantenga un poder casi absoluto en el mundo terrenal, al cabo de veinte siglos de que Jesucristo se marchara del mismo, obliga a poner en cuestión la filosofía apresurada acerca de la salvación que elaboraron los Padres de la Iglesia. Parece claro que aquellos hombres, provistos de largas barbas blancas, tenían la mente muy dormida y no tenían ninguna manera de comprender el sentido auténtico del magisterio del hombre que, por encima de las disquisiciones teológicas, debe ser contemplado como el maestro más elevado de la historia de la humanidad.

Debemos recordar que Jesucristo, en la sobremesa de la Última Cena, confesó a sus apóstoles que había muchas cosas que no les había explicado porque no habrían sido capaces de soportarlas y les aseguró que estas cosas serían reveladas, en el futuro, por el Espíritu Santo (Juan 16:12-13). Los Padres de la Iglesia no dieron importancia a esta página clave del evangelio y cometieron la insensatez de proclamar una filosofía en la que todo cuadraba.

Jesucristo cumpliría su promesa y las cosas insoportables serían reveladas a la humanidad aunque no podría hacerse por medio de la Iglesia de Roma ya que ésta, prisionera de una filosofía monolítica, las habría proclamado herejía. Las cosas insoportables serían reveladas a las escuelas sagradas que cumplirían la función de vertebrare el lado luminoso de las civilizaciones y las religiones.

Es muy difícil que los teólogos católicos veteranos se tomen en serio esta tesis por causa de que sus mentes se mantienen muy adormecidas por causa de los somníferos, de gran potencia, que son la cadena de dogmas que constituye la espina dorsal de todo lo que estudiaron en su día.

En cambio los pensadores jóvenes de esta iglesia, que permanecen preocupados por el declive inexorable de la institución sacudida por la larga cadena de escándalos, causados por el descubrimiento de las redes de pederastas y sus encubridores, tienen la posibilidad de tomarse en serio el concepto del Laberinto de la Verdad como la forma que ha elegido el Plan de Dios para hacer llegar toda la verdad a la humanidad.

Algunos de estos pensadores jóvenes empiezan a percatarse de que la elección de un pontífice, de perfil marcadamente político contestatario, puede dar lugar al canto del cisne por causa del fenómeno que se denomina “pan para hoy a cambio de hambre para mañana”. Los hombres que hacen este análisis, más lúcido que otros, deben dar un paso más y decidirse a buscar la verdad que permanece escondida en los evangelios con el convencimiento de que sólo la divulgación de toda la verdad acerca del magisterio de Jesucristo, en un momento extremo, podrá salvar la institución a la que han entregado su vida.

Los Padres de la Iglesia al estar huérfanos de elementos esenciales de la revelación que todavía no estaban disponibles, por la propia voluntad de Jesucristo, llegaron a la conclusión de que la humanidad había sido salvada, de forma automática, por medio del sacrificio en la cruz y la resurrección gloriosa del Hijo de Dios.

Los razonamientos de los Padres de la Iglesia permitieron crear una filosofía de apariencia cristo-céntrica que haría posible constituir un centro de poder político y espiritual que permanecería incombustible a lo largo de los siglos mientras la inmensa mayoría de la población tendría la mente muy dormida. A medida que se ha incrementado la minoría de seres humanos que tienen la mente, más o menos despierta, la autoridad de las iglesias se ha venido abajo hasta el punto de que algunos sociólogos añaden el calificativo de post-cristiana a la sociedad de los países de Europa.

Resulta interesante recordar la historia de Tomás de Aquino que está considerado el pensador más relevante de la Edad Media. Está documentado que Tomás dictaba su magna obra a cuatro escribientes. Al primero le dictaba un tema de derecho, al segundo le dictaba un tema de moral, al tercero le dictaba un tema de filosofía y al cuarto le dictaba un tema de teología. Al parecer esta cualidad, que muestra un grado de inteligencia y memoria muy superior a la ordinaria, también agraciaba a Napoleón.

Sucedió que Tomás tuvo el privilegio de ser preso de una vivencia espiritual muy potente en la capilla del convento. El día siguiente de aquel hecho confesó a sus escribientes que todo lo que les había dictado era paja mientras que el conocimiento verdadero era otra cosa. Cuando sus escribientes le preguntaron que era el conocimiento verdadero no tuvo respuesta, pero tomó la decisión de no dictarles nada más lo cual obligó a otro fraile a terminar la magna obra.

Es posible hacer la hipótesis de que Tomás despertara del estado del sueño psíquico y contemplara algún destello del sentido verdadero del magisterio de Jesucristo. Es posible que la vivencia fuera tan potente que lo dejara aturdido. También es posible que el hombre decidiera mantener la boca cerrada por miedo al terrible Tribunal de la Santa Inquisición Pontificia que seguramente tenía a un delator en el convento donde residía. El tribunal siniestro habría podido ensañarse con el pensador más notable de la Edad Media a pesar de que había ocupado una cátedra de la Universidad de París a lo largo de bastantes años y había despertado el sentimiento de la admiración a sus colegas y a miles de estudiantes.

Pasados ocho siglos de la historia que hemos relatado sucede que en las universidades y los seminarios de las iglesias cristianas se sigue estudiando la obra que Tomás de Aquino calificó de paja mientras el sentido auténtico del magisterio de Jesucristo mantiene carácter clandestino.

Es obvio que, en el ámbito del pensamiento religioso, el cambio de paradigma exige decidirse a dejar de lado la paja y a ponerse a estudiar en serio el sentido verdadero del magisterio de Jesucristo que es lo que trata de hacer la página de “El Laberinto de la Verdad”.

En el libro de Bernard Mong Tse que tiene el título de “El Laberinto de la Verdad” se demuestra, por medio de argumentos que son muy difíciles de rebatir, que una página esencial del Nuevo Testamento fue manipulada con la máxima malicia. Esta página forma parte del Evangelio de Juan. También es demostrable que las cartas de este autor fueron manipuladas. Incluso se da el caso de que una o dos de las cartas fueron la obra de un discípulo que pudo ser un impostor y el autor de la manipulación descarada que afectó al texto del Apocalipsis hasta el punto de hacerlo incomprensible aunque el sentido, del libro que culmina la Biblia, no pudo ser desnaturalizado por el hecho de que se había incorporado a la tradición oral de los fieles.

Debemos hacer la hipótesis de que los manuscritos del Evangelio de Lucas y el Libro de los Hechos de los Apóstoles quedaran en poder de los herederos de Teófilo y estos hicieran copias de los textos lo cual hizo imposible la manipulación de los mismos. En la medida que los evangelios de Matero y Marco contaban las mismas cosas que el de Lucas, incluso por medio de párrafos idénticos, quedaron relativamente protegidos de la manipulación por lo menos en las partes coincidentes de los tres evangelios.

También debemos hacer la hipótesis de que los manipuladores se ensañaran con la obra de los apóstoles Juan y Pablo. Hay que pensar en que las cartas de este último disponían de una sola copia que se habría leído muchas veces en las comunidades clandestinas de fieles y se habría incorporado a la tradición oral que tenía carácter muy potente en una época en que un noventa por ciento de la población era analfabeta, pero esto no impediría que se añadieran algunos párrafos al texto con un objeto malicioso.

A estas alturas de la película es posible afirmar que algunos textos que son leídos en los templos arropados con el título de “Palabra de Dios” fueron obra de la malicia extrema de los enemigos de Dios. Comprendemos que esta afirmación resulte demasiado fuerte a muchos buenos cristianos y no hay más remedio que respetar sus sentimientos. En cambio resulta sencillo demostrar que algunos pasajes de los evangelios que constituyen muestras, más claras que otras, de la “Palabra de Dios” jamás han sido explicados, de forma correcta, a los fieles.

En bastantes publicaciones de “El Laberinto de la Verdad” se explica el sentido auténtico de diversas sentencias de Jesucristo. Hasta este momento ha habido más de cien mil personas, que residen en un gran número de países, que han puesto un “me gusta” a estas publicaciones mientras que no ha aparecido ningún guardián de la doctrina oficial que se haya atrevido a descalificarlas.

La manipulación de los textos del Nuevo Testamento permitiría edificar una filosofía de la mente dormida que sería profundizada por la magna obra de Tomás de Aquino a la que su autor calificó de paja antes de renunciar a proseguirla.

Hay bastantes filósofos y teólogos cristianos que son veteranos que se percatan de que las cosas en las que han creído, con menor o mayor entusiasmo a lo largo de su vida profesional, no resultan convincentes a una parte relevante de la población que se incrementa a medida que transcurren los años. Estos profesionales que pertenecen al género masculino, en la inmensa mayoría de los casos, tienen el deber de añadirse a la búsqueda de la verdad que permanece escondida en los evangelios canónicos y apócrifos, por lo menos en los primeros que forman parte del volumen de la Biblia que descansa sobre la mesa de su despacho

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