Paciencia, cordura, esperanza: conceptos claves
Los discípulos del Patriarca Job fueran los autores de conceptos sencillos de comprender que constituyen la esencia del Libro de los Salmos y también están presentes en el Libro de los Proverbios.
Estos conceptos son la paciencia, la cordura y la esperanza. Es sabido que los libros a los que nos referimos, que tienen la cualidad de no contener paja de ninguna clase, constituyen los textos clave del Antiguo Testamento y también es sabido que los monjes cristianos recrean los salmos, hasta la saciedad, en las oraciones que rezan cinco veces todos los días y es evidente que poseen una razón poderosa para seguir haciéndolo siglo tras siglo.
También es posible hacer la hipótesis de que los profetas del Antiguo Testamento que contribuyeron a meter en la mente humana el concepto correcto de Dios y anunciaron detalles inauditos del futuro que se cumplirían con asombrosa exactitud, sobre todo en la persona de Jesucristo, fueron hombres entroncados en la Tradición de los Justos. El último de estos profetas fue Juan Bautista al que es posible contemplar como la pieza clave de la película aunque ahora mismo no es posible adelantar acontecimientos.
Las escuelas sagradas de China y Occidente tienen en común el detalle de haber decidido que el concepto de la conciencia no debía ser divulgado y debía ser enseñado por medio de un proceso de iniciación que iba encaminado al despertar de la mente ya que ésta es la única manera que existe de acceder a la conciencia acerca del mundo real y el destino de uno mismo.
La prueba de que sólo las personas que acceden al estado de la mente despierta pueden comprender el concepto correcto de la conciencia, son las perlas del Libro de Job que han permanecido ocultas en medio de la paja, a lo largo de tres mil quinientos años, sin que ni siquiera los Padres de la Iglesia se percataran de ellas.
Debemos recordar que las dos perlas del Libro de Job que permiten comprender el concepto de la conciencia no pueden ser examinadas en una publicación de la red social y para ello hace falta el largo diálogo que forma parte del libro que tiene más de mil cien páginas y lleva el título de “El Laberinto de la Verdad”.
Es posible hacer la hipótesis de que la escuela sagrada de China fuera fundada por Mong Tse pero también es posible que tuviera un origen más antiguo y que Kung Tse (Confucio) se hubiera topado con ella cuando ya era un hombre adulto y este hecho explicara el cambio que tuvo lugar en su vida.
Es posible descubrir un paralelismo entre la experiencia del Patriarca Job y la experiencia del Maestro Mong Tse por el hecho de que en el libro, que fue escrito por este último, también aparecen perlas escondidas en medio de la paja que permiten adivinar la magnitud de las vivencias del autor del libro.
El hecho de descubrir que, en el origen de las dos civilizaciones, hubo hombres que gozaron de psicologías parecidas que les permitieron comprender los conceptos grandiosos de la fe, la paciencia, la cordura y la esperanza y, como resultado de todo ello, comprendieran el concepto superior de la conciencia de la realidad y el destino del ser humano, no es una cosa cualquiera.
La Civilización China no poseía el concepto de Dios pero poseía el concepto del Cielo. A la hora de la verdad se demuestra que este detalle es irrelevante y lo único que cuenta es la actitud de la sumisión del ser humano a un poder superior que posee un plan que permite ordenar las cosas en la Tierra de forma correcta.
El concepto de la sumisión incondicional del ser humano a un poder superior, que está fuera del mundo, no resulta nada sencillo de comprender porque obliga a desarrollar el valor de la humildad hasta un determinado nivel, a lo largo de muchos años, en el bien entendido de que la palabra humildad no debe ni siquiera nombrarse y su esencia auténtica sólo se asimila por medio de la experiencia del servicio al prójimo que es un tema que no se acaba nunca y es el único que permite dominar al enemigo número uno del guerrero que es el sentimiento de importancia que lleva dentro al igual que el resto de sus semejantes.
La escuela sagrada de China comprendió el concepto del sentimiento de importancia mejor que las otras escuelas sagradas hasta el punto de que hizo del combate contra este defecto la espina dorsal del proceso de iniciación que no termina nunca porque resulta que el sentimiento de importancia es un defecto humano mucho más serio de lo que ha sido descrito jamás.
Todos los hombres y todas las mujeres llevan dentro el sentimiento de importancia en un grado menos o más sofisticado. Esto es así incluso en personas que tienen una apariencia muy modesta. El hecho de que el ser humano lleve dentro un sentimiento de importancia, que puede alcanzar una dimensión descomunal, cuando no tiene la certeza de que seguirá con vida el día siguiente constituye otro de los grandes misterios de la humanidad.
El sentimiento de importancia que llevan dentro todos los hombres y todas las mujeres puede ser descrito por medio de la alegoría de la hidra de siete cabezas que incluye el detalle de que, cuando se corta una cabeza de la hidra, aparece otra que es más potente y más peligrosa.
La escuela sagrada de China descubrió que la manera de luchar contra las distintas cabezas de la hidra del sentimiento de importancia que aparecen, una tras otra, a lo largo de las distintas etapas de la vida, es cultivando la empatía con otras personas que también aparecen en las distintas etapas de la vida y sin discriminar a ninguna de ellas con independencia de la sensación de agrado que desate al sujeto. Resulta que una cosa tan sencilla como es la empatía con el prójimo inesperado, que está al alcance de cualquier hijo de vecino, demuestra ser la clave de todo.
Hemos dicho que las tesis filosóficas, las ideologías políticas y las doctrinas religiosas, por lo general, tienen carácter de somnífero que adormece la mente de las personas que se identifican con estas cosas. El sentimiento de importancia va más allá del somnífero y tiene carácter de narcótico. Es posible demostrar, por un procedimiento práctico, que cuando un ser humano se siente importante por su sueño ya no tiene ninguna posibilidad de despertar.
La escuela sagrada de la India dio el nombre de ego a la primera cabeza del sentimiento de importancia. El ego no es otra cosa más que una máscara y un caparazón que procede de las vivencias de la infancia y la edad joven y cumple el cometido de aislar a la persona de la realidad. No es difícil demostrar a los hombres y las mujeres más inteligentes que les conviene desprenderse del caparazón y la máscara con objeto de abrirse a las sensaciones de la vida.
El problema aparece en el momento que la persona inteligente se ha desprendido del caparazón y la máscara y se percata de que dispone de un yo superior que se siente importante por una razón que tiene un peso mucho mayor. Esta nueva versión del sentimiento de importancia es mucho más peligrosa porque se sustenta en un hecho real.
El combate del guerrero contra su yo superior, hasta que consigue aniquilarlo con objeto de conquistar un estado muy elevado de empatía con el prójimo que le permite contemplar destellos del mundo real que son invisibles antes de este momento de la vida, constituye el inicio de los caminos de iniciación que han desarrollado todas las escuelas sagradas y permiten comprender el concepto del desarrollo de la conciencia que es exactamente el mismo en las distintas civilizaciones.
La experiencia de desarrollar la empatía con el prójimo que aparece en el momento más inesperado, y lo hace sin duda guiado por una voluntad superior, constituye la esencia del proceso de iniciación que desarrolló la escuela sagrada de China desde tiempos inmemoriales. La conducta que se sustenta en la construcción de empatía con los semejantes inesperados da lugar a un proceso de crecimiento personal que no tiene ningún límite y enseña a masticar, con la máxima intensidad, las sensaciones propias del presente y a incrementar la potencia de los sentimientos que nos unen con los seres más queridos que es donde está la clave del proceso interminable de la evolución de la conciencia.
Hay que decir, por fin, que ha llegado el momento de divulgar esta experiencia esencial de las escuelas sagradas, con todo el rigor que haga falta, porque los del lado oscuro ya no disponen de fuerza suficiente para impedirlo
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