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Macrocosmos y microcosmos:  la relación entre el ser humano y su entorno

Macrocosmos y microcosmos: la relación entre el ser humano y su entorno

Extracto del diálogo que mantienen Ismael, Yasmina, Joan y Pierre y que forma parte del capítulo 75 del libro,  “EL Laberinto de la Verdad”.

                        –  El conocimiento que nos transmitió nuestro segundo maestro tenía la peculiaridad de que era a la vez una cosmología y una psicología ya que se sustentaba en el principio de que existe una relación muy estrecha entre el macrocosmos que nos rodea y el microcosmos que tenemos dentro – dijo Ismael después de repetir el gesto característico de acariciarse las cervicales con la mano izquierda.

                        –  ¡Qué tema más interesante! – dijo Joan en un volumen de voz muy baja pero en tono de exclamación.

                        –  Para enseñarnos esta lección recurrió a la pagoda más elevada de la ciudad. El maestro decidió visitar la pagoda junto a sus tres discípulos y los cuatro ascendimos por los distintos pisos del edificio por medio de la escalera de caracol que estaba en el centro del mismo. El anciano, armado de su bastón, tuvo que hacer un esfuerzo superior al que hicimos los tres hombres jóvenes para ascender hasta el último piso de la pagoda. En el momento que culminamos el ascenso los tres discípulos habíamos comprendido, de una forma práctica, la alegoría de la pagoda que explica la relación que existe entre el ser humano y su entorno.

                       –  ¿Cómo explica la alegoría de la pagoda la relación que existe entre el ser humano y su entorno? – preguntó Pierre.

                       –  Resulta que desde la planta baja de la pagoda se veía lo mismo que se veía desde la planta baja de cualquier casa de la ciudad – respondió Ismael. Desde la planta segunda de la pagoda se veía lo mismo que se veía desde la planta segunda de las casas que gozaban de dos plantas. Desde la planta tercera de la pagoda se contemplaba un paisaje original en la medida que casi no había ningún edificio en la ciudad que gozara de tres plantas. Desde la planta cuarta de la pagoda se contemplaba la muralla entera de la ciudad y todas sus torres lo cual constituía un espectáculo que invitaba a pasar un buen rato en aquel lugar. Desde la planta quinta de la pagoda se contemplaba lo mismo que desde la planta cuarta pero un poco mejor en la medida que el observador había alcanzado la misma altura de los tejados de las torres principales de la muralla. Desde la planta sexta de la pagoda la vista todavía era mejor e invitaba a contemplar el espectáculo indescriptible de los tejados de cerámica de decenas y decenas de miles de casas que conformaban la ciudad inmensa que albergaba más de un millón de habitantes e incluso se podía adivinar el trazado de las calles principales. Aquella planta también invitaba a contemplar las montañas que estaban en el horizonte que es algo que no podía ni imaginarse desde la base del edificio. Por último cuando se alcanzaba el piso más alto de la pagoda podía descubrirse el pico más alto de la cordillera que no podía adivinarse desde el cuarto o el quinto piso del edificio.

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