Los padres de la iglesia católica y sus perversos inventos
Extracto del diálogo que mantienen Ismael, Yasmina, Joan y Pierre y que forma parte del capítulo 70 del libro, El Laberinto de la Verdad.
Joan apuró el contenido de la infusión que quedaba en su taza de porcelana policromada. A continuación tomó la palabra en un tono de voz más grave del habitual.
– Los Padres de la Iglesia en su mayoría formaban parte del colectivo de los hombres que no saben lo que hacen aunque hubo algunos de ellos que sabían muy bien lo que hacían – dijo Joan -. Hay que hacer la hipótesis de que algunos de ellos fueran adeptos de Lucifer.
– Explícate – dijo Ismael.
– Hay dos casos muy claros de Padres de la Iglesia que prestaron un gran servicio a su maestro del Infierno y debemos suponer que lo hicieron a cambio de que éste les permitiera acceder al puesto elevado de poder en la Iglesia que consiguieron – prosiguió Joan -. El primero de ellos fue el obispo de Alejandría que proclamó que no todas las verdades deben ser explicadas a todos los hombres con lo que adulteró, con extrema mala fe, el mandato del maestro acerca de la búsqueda de la verdad y la tesis esencial de su enseñanza que proclama que sólo el conocimiento de la verdad hace libres a los hombres.
– Es cierto que la ocurrencia de aquel Padre de le Iglesia, dotado de extrema mala fe, está en el origen de la tesis que proclama que la mayoría de los hombres y las mujeres no están preparados para conocer la verdad y ésta debe ser administrada, con suma prudencia, por una elite restringida de individuos que han estudiado los libros escritos nada menos que por los hombres que tenían el propósito de esconder la verdad – dijo Pierre -. Estamos contemplando un fraude intelectual tan escandaloso que hasta parece mentira que hay sucedido en la Iglesia que fue fundada por Jesucristo.
– El segundo Padre de la Iglesia del que no tengo ninguna duda de que era un adepto del Diablo dotado de una mala fe muy sofisticada, en el medida que era un hombre que hacía gala de hábitos virtuosos, fue el pontífice que proclamó que María Magdalena era una prostituta arrepentida – dijo Joan -. Aquel pontífice, dotado de gran cultura, disponía de información suficiente para comprender la psicología de la discípula preferida de Jesús que era nada menos que una mujer libre que tenía los ojos completamente abiertos y ésta fue la razón por la que el maestro la eligió para que permaneciera a su lado, al igual que María Santísima, en la batalla interminable que tiene el objeto de liberar a la humanidad del poder del Infierno.
– Exacto – dijo Pierre.
– Aquel pontífice, adepto de Lucifer, cumplió la misión oscurísima de esconder la componente femenina del discipulado de Jesucristo y su obra tendría gran éxito cuando, pasados novecientos años de su proclama maliciosa, no es posible hallar a una sola mujer en la jerarquía de la Iglesia fundada por Jesucristo – dijo Joan en tono contundente.
– Estoy de acuerdo con el juicio que habéis hecho de los Padres de la Iglesia cuyas obras he tenido la oportunidad de leer en latín – dijo Ismael -. Estoy de acuerdo que la mayoría de ellos eran hombres bienintencionados pero tenían la mente muy dormida y no se enteraban de nada mientras que los pocos que tenían la mente despierta no eran discípulos de Jesucristo.
– En mi opinión el más perverso de los inventos de los Padres de la Iglesia es el del Infierno entendido como un lugar de castigo eterno – dijo Pierre -. El invento perverso cumple la función de mantener atemorizada a la gran masa de hombres y mujeres de mente dormida, mientras que los que la tienen despierta se percatan del despropósito doctrinal pero no tienen más remedio que mantener la boca cerrada con objeto de protegerse de las hogueras de los inquisidores.
– Así son las cosas en todos los reinos cristianos – dijo Joan.
– El concepto católico del Infierno cumple la más perversa de las funciones que es mantener enmascarado el Infierno verdadero que es el Reino de Lucifer – prosiguió Pierre -. Es obvio que los que han accedido a este centro de poder no lo han hecho por causa del castigo de Dios sino porque han conseguido entregar el alma al Diablo a cambio que éste les concediera el poder en la Tierra y quizás en el propio Infierno por los siglos de los siglos.
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