Los Guerreros de la Paz
La presente publicación reproduce el inicio del capítulo número 12 de uno de los libros de Bernard Mong Tse que se titula “Los guerreros de la paz”. Este libro, que es el número seis de la serie de quince, será publicado por Ediciones Mong Tse en el futuro próximo.
En el capítulo aparecen tres personajes. El primero de ellos es Joe que ejerce la dirección general de un hospital psiquiátrico de Nueva York. El segundo de ellos es Marcelo que es un médico, nacido en Argentina, que está cerca de la fecha de la jubilación y juega el papel de líder moral del hospital por causa de su gran experiencia profesional y sus sólidas cualidades humanas. El tercer personaje es Helmut que es un ejecutivo que ha cumplido cuarenta años y tiene tras él una carrera exitosa propia de un personaje que es muy creativo, tiene una capacidad notable de abrir caminos y formar equipos de profesionales compenetrados capaces de alcanzar la excelencia.
Helmut acaba de ser víctima de una intriga infame que ha tenido como consecuencia ser expulsado de la compañía de la que era el líder indiscutido hasta el momento que ésta se convirtió en una máquina de ganar dinero. La compañía tiene la sede en Los Ángeles.
Joe ha conocido a Helmut por medio del hermano de su mujer y ha decidido implicarse en la historia oscurísima que adivina que hay detrás del personaje dotado de una psicología fascinante. Para ello lo pone en manos de Marcelo al que considera un maestro de la psiquiatría en una época en que esta dimensión de la medicina no tiene la posibilidad de explicar los casos, que son más importantes que los demás, por la razón de que no se sustentan en los parámetros del mundo aparente que tenemos a la vista y sólo se explican cuando se adivina la naturaleza del mundo real que se esconde tras él.
El mundo real no tiene más remedio que manifestarse en los temas en los que hay muchísimo dinero en juego, mientras permanece oculto en todos los demás. Por esta razón los testigos de la existencia del mundo real son muy pocos y, aunque son semejantes que acumulan tras ellos trayectorias profesionales impecables, tienen muchas posibilidades de volverse locos.
Bernard Mong Tse tuvo la oportunidad de contemplar varias historias que forman parte del grupo reducido de temas en los que se manifiesta el mundo real que permanece escondido detrás del mundo convencional que tenemos a la vista. Esto sucedió a lo largo de su vida profesional. El autor de los libros divulga estos temas en el seno del largo relato novelado. Helmut es el protagonista de uno de ellos.
El personaje de Helmut tiene un perfil fascinante. Es hijo de una familia de editores austríacos que se fueron a México cuando los nazis se anexionaron su país. El abuelo de Helmut prosiguió el negocio editorial en su nueva patria lo cual le permitió contribuir a salvar el honor de la lengua alemana a lo largo de la noche oscura del nazismo. Los libros eran exportados a Suiza y, de este país, pasaban a Austria y Alemania de forma clandestina.
Helmut nace el año 1.964. Cuando cumple tres años, alguien explica a su madre que es un “niño índigo” lo cual significa que lleva dentro unos impulsos espirituales que poseen poquísimas personas. Mientras tanto sucede que la genética de la criatura es insuperable porque ha heredado los rasgos latinos bellísimos de su madre mexicana y los ojos azules de su padre nacido en Austria.
Cuando Helmut ha cumplido cinco años la familia se traslada a vivir a Los Ángeles por el hecho de que su abuelo y su padre han decido instalar el negocio editorial en esta ciudad de los Estados Unidos. El niño es bilingüe perfecto castellano-alemán, pero el aprendizaje de la lengua inglesa, en la escuela primaria, se le hace un poco complicado cuando sucede que es objeto de la burla sistemática del grupo de escolares que son los líderes de la clase.
Helmut no tiene más remedio que repetir el curso en la escuela primaria de Los Ángeles, pero, en el momento que empieza a dominar la lengua del país, le sucede que se convierte en el líder de las niñas de la clase por causa de su rostro latino dotado de belleza extrema y sus ojos azules. A partir de aquel momento, el personaje desarrollará la psicología propia del chico que resulta irresistible a los miembros del género femenino, pero lleva dentro los impulsos del respeto y el servicio al prójimo.
Helmut constituirá una compañía de servicios junto a otros dos jóvenes que conoce mientras cursa un master en administración de negocios. El ejecutivo, dotado del rostro sublime de genética latina presidido por el pelo y la barba negrísimos, los ojos azules y el corazón de oro, será el líder de la compañía mientras sus socios se limitarán a beneficiarse de los resultados de sus iniciativas.
El líder de la compañía permanecerá soltero a pesar de que las mujeres que se lo rifan son incontables. Este hecho se explica porque vive un enamoramiento platónico, dotado de la máxima intensidad, con una joven del equipo ejecutivo que preside. La joven, de nombre Alice, está dotada de cualidades comparables a las del hombre que es su media naranja y jamás dejará de respetar su matrimonio a pesar de que su marido no está a su altura y, cada año que transcurre, el tema se hace más claro.
La pareja platónica que conforman Alice y Helmut tiene las máximas posibilidades de dar lugar a un guión magnífico de una serie de televisión el día que haya una minoría relevante de jóvenes que se tomen en serio el tema del cambio de paradigma.
La historia de los dos personajes alcanzará un momento cumbre cuando los socios de Helmut tejen una conspiración infame contra él y lo echan a la calle. Lo más interesante de la historia es que detrás de la conspiración infame hay una sociedad secreta que sólo se interesa por temas en los que hay mucho dinero por en medio.
Helmut no tendrá más remedio que ser el protagonista de una historia terrible cuando la sociedad secreta decide celebrar un determinado rito religioso, del lado de la oscuridad, que tiene el objeto de utilizar a Alice como cebo para conseguir la autodestrucción del hombre con el que permanece unida por el enamoramiento platónico.
En la situación límite en que Helmut está muy cerca de meterse en el coche, despeñarse por un acantilado y dejarse tragar por el Océano Pacífico, aparece en su vida la mujer veterana que se convertirá en la maestra del “niño índigo” que ha cumplido cuarenta años y ha culminado una carrera profesional muy brillante, pero no ha sido capaz de hacer algo tan sencillo como formar una familia y traer al mundo un par de criaturas y esto ha sucedido porque ha permanecido atrapado, en una relación platónica, con una joven de su mismo tipo.
El relato novelado, que tiene como protagonistas a Helmut y Alice, está inspirado en una historia real de la que fue testigo el autor del mismo. Por medio de este relato existe la posibilidad de explicar muchos detalles del funcionamiento del mundo real que se esconde detrás del mundo aparente que tenemos a la vista. Este tema, que es muy complicado de explicar en el marco del paradigma vigente, da lugar a una historia apasionante cuando permanece vertebrada por seres de carne y huesos que resultarán entrañables a cualquier persona que tiene la mente despierta y lleva dentro el impulso del lado de la luz de la energía.
Capítulo 12
Helmut conoció al médico eminente al cabo de pocos días de la velada inolvidable que celebró con Joe en compañía de dos copas de Calvados.
Helmut acudió otra vez a la cafetería del hospital donde se encontró con Joe en compañía de un hombre que aparentaba unos sesenta y tantos años. Helmut y aquel hombre, que gozaba de su misma estatura, se miraron a los ojos durante tres segundos en el momento en que ambos se encontraron plantados frente a frente.
– Hola Helmut, te presento a Marcelo al que ya le he hablado de ti – dijo Joe.
A continuación los dos hombres se estrecharon la mano sin dejar de mirarse a los ojos e intercambiaron un saludo rutinario.
Helmut comprendió en seguida que Marcelo pudiera tener una biografía fuera de lo común en la medida que su rostro transmitía algo que era difícil de identificar.
El médico eminente tenía el aspecto característico de un veterano que ha llegado a la edad de la jubilación. Dibujaba rasgos latinos en un rostro muy trabajado por la vida presidido por la frente generosa y el pelo abundante ondulado y bastante canoso. Mostraba un aire un poco desgarbado y se cubría con una cazadora de piel que tenía el aspecto de haber vivido varias guerras. Su rostro estaba presidido por unos ojos pardos penetrantes que miraban al joven que le había sido presentado a través de unas gafas desprovistas de montura. El hombre sonreía con una amabilidad nada forzada pero, en el momento que su sonrisa se extinguió, Helmut pudo observar que el rostro del personaje estaba presidido por unas ojeras muy profundas que delataban que su vida no había sido un regalo.
– Hoy aconsejo el atún a la plancha junto a los espaguetis – dijo Joe mientras hacía el gesto de invitar a sus acompañantes a añadirse a la cola del self-service.
– Ya sabes que el atún es mi bocado predilecto – dijo Marcelo – supongo que será por las raíces marineras que llevo dentro.
Helmut se añadió al menú elegido por los dos médicos, pero, esta vez, consiguió ser él quien pagara la cuenta. Los tres hombres acarrearon las bandejas respectivas y se sentaron en torno de una mesa un poco apartada del bullicio que en aquel momento presidía el comedor inmenso del hospital. Joe se sentó al lado de Helmut con objeto de que Marcelo lo hiciera enfrente de los dos. Poco a poco el bullicio se iría apagando y los tres hombres podrían conversar, en voz baja, a lo largo de la cena.
Joe fue el primero en tomar la palabra para explicar a su nuevo amigo que Marcelo era el responsable de que él fuera el director general del hospital ya que hizo esta propuesta en una asamblea rutinaria sin advertirlo previamente de ello y, en base a la autoridad de aquel profesional eminente, la propuesta obtuvo un consenso bastante amplio desde el primer momento.
– Joe tenía todos los números para convertirse en director general del hospital después de dos años de ejercer la dirección médica con gran eficacia y asombrosa mano izquierda – dijo Marcelo -. No podía haber un candidato mejor que él en el momento de la jubilación del anterior director general. El único problema de la propuesta era su carácter rupturista en la medida que jamás había sucedido que un médico fuera director general del hospital. Nuestros colegas estaban acostumbrados a que un abogado, un economista o un político pudieran dirigir el hospital pero se les hacía cuesta arriba que pudiera hacerlo un médico. Me dediqué a combatir aquel absurdo complejo de inferioridad arraigado en demasiados profesionales de esta casa una vez tuve claro que teníamos a otro colega que era adecuado para sustituir a Joe en la dirección médica.
El discurso contundente del médico veterano, arropado por su rostro plebeyo, sus ojos pardos penetrantes y el aspecto desgarbado de su cuerpo vestido con una cazadora de cuero que había vivido varias guerras, reveló a Helmut que aquel hombre gozaba de una autoridad inmensa en aquella casa y se le despertó, en un instante, un sentimiento de admiración hacia él.
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