La utopía de un fondo dinerario público y universal
La reflexión que permite trascender la psicología de la mente dormida con objeto de acceder a la psicología de la mente despierta también permite hacer lo propio con la economía de la mente dormida con objeto de acceder a la economía de la mente despierta.
Todas las personas informadas tienen la sospecha de que la economía del mundo global está controlada por un número bastante reducido de hombres y mujeres e incluso hay gente que especulan acerca de los apellidos de estos privilegiados. Este fenómeno, sumamente injusto, es posible por causa de la existencia de patrimonios financieros de dimensión desmesurada cuyos titulares se mantienen muy bien conectados entre ellos, a la hora de ordenar inversiones y desinversiones, en base a una lógica misteriosa que hace pensar en la existencia de un centro de poder oculto que ninguna persona informada se atreve a poner en cuestión.
Son muy pocas las personas que han accedido a la información acerca del tema de las fiducias que hace posible que los guerreros del lado de la oscuridad, encuadrados por las sociedades secretas, sean los líderes reales del sistema económico, pero sin necesidad de acceder a este elemento de información, sumamente penetrante, es posible llegar a la conclusión de que, en la medida que no existe una institución democrática de la humanidad que controle el sistema económico, éste sólo puede estar bajo el dominio de una agrupación informal de los hombres más ricos del mundo sean quienes sean y la prueba de ello es que sus fortunas tienen un crecimiento muy superior al del conjunto de la economía.
Ningún estudioso de la economía se atreve a proponer la creación de un fondo dinerario de carácter público y universal que posea una cuantía suficiente para cumplir la función de sostener, con firmeza, el mango de la sartén del capital con objeto de mantener en vigor el criterio de que el motor de la economía sea la producción de bienes y servicios y no la especulación.
El fondo dinerario público y universal, administrado por profesionales veteranos incorruptibles, también tendría el objeto de que los créditos de ayuda al desarrollo fueran un servicio transparente y no una manguera que alimenta la corrupción, el despilfarro y la injusticia más pavorosas de todas que es la de la deuda acumulada, por determinados países, que condiciona, de forma irremediable, su desarrollo y hace posible que los personajes que se ocupan de la política sean tipos cada vez más ignorantes, más locos y más embusteros.
El fondo dinerario público y universal sólo podría crearse por medio de una ley que también tendría carácter universal y obligaría a los titulares de patrimonios financieros de más de seis ceros a tener una determinada parte de sus activos invertidos en bonos del mencionado fondo lo cual obligaría, de paso, a poner fin al fenómeno vergonzoso de los paraísos fiscales físicos y ambulantes. Pero está claro que no existe ninguna institución que tenga poder para tomar estas decisiones lo cual significa que el poder sobre el dinero está fuera del control de la humanidad.
En todas las ciudades del mundo existen profesionales que conocen el poder de los ritos religiosos que se sostienen en sacrificios de animales. Por medio de estos servicios es posible que un comercio tenga alegría en las ventas o se resigne a no tenerla si prescinde de ellos. Este fenómeno, transversal a las civilizaciones, es desconocido por la filosofía racionalista que se mantiene aferrada, como un pulpo, al mundo de la mente dormida. Sin embargo es posible demostrar, por un procedimiento riguroso, que existe un hilo conductor entre el rito religioso que hace posible que un pequeño comercio tenga alegría en las ventas y el rito religioso, de mucha mayor envergadura, que permite dar vida a una gran compañía que ocupa un lugar destacado en la bolsa de valores de una ciudad emblemática del mundo global.
La escuela sagrada de Occidente conserva como un tesoro la experiencia grandiosa de los Caballeros Templarios que desarrollaron los inventos de la letra de cambio y la póliza de seguro marítimo hasta el punto de crear los conceptos de la banca comercial y la banca pública que arrebataron a los usureros el dominio sobre el dinero.
El cuantioso capital circulante que puso en marcha la banca comercial, creada por la Orden del Temple, tenía carácter luminoso en la medida que procedía del margen del comercio regulado por las leyes del libre mercado y era administrado por hombres que se mantenían fieles al voto de pobreza que habían profesado, de forma solemne, el día que habían sido armados caballeros.
Las sociedades secretas consiguieron poner fin al invento del capital luminoso por medio de la bula firmada por el señor que llevaba puesta una triple corona sobre la cabeza y tenía la mente lo suficiente dormida para considerarse nada menos que el representante de Dios en la Tierra cuando no era otra cosa más que el instrumento ciego del poder del Infierno. Después de aquel acontecimiento trágico de la historia, el capital ha tenido siempre carácter oscuro en la medida que sólo ha podido ser controlado por guerreros del lado de la oscuridad agrupados en las sociedades secretas. Sin embargo el mito de los Caballeros Templarios ha permanecido vivo y resulta que este mito indestructible tiene la posibilidad de vertebrar la regeneración tanto de la Iglesia como del sistema económico.
La economía luminosa de la Orden del Temple
Nadie ha logrado averiguar de donde salió la cantidad ingente de plata que fue usada en las acuñaciones de monedas que llevó a cabo la Orden del Temple con objeto de crear el instrumento monetario que se desarrolló, de forma paralela, a la extensión de la labor de la financiación del comercio entre las ciudades libres de la Europa del Siglo XIII.
Hay quien ha hecho la hipótesis de que los Caballeros Templarios organizaron el comercio del azafrán con los pueblos del México pre-colombino que pagaban, de forma generosa y en lingotes de plata, el polvo amarillento que procedía del otro lado del Atlántico y había sido cultivado en determinados lugares de la franja de comarcas, poco pobladas, que se disputaban el Condado de Barcelona y el Reino de Aragón.
Las personas que se adhieren a esta hipótesis suponen que Cristóbal Colón estaba al corriente del negocio de la Caballeros Templarios y por esta razón, en el contrato que firmó con los Reyes Católicos, exigió introducir la cláusula de ser nombrado almirante de las tierras que descubriría, de forma accidental, en medio del supuesto viaje a Las Indias y en las que sólo él sabía que había plata abundante.
Es imposible verificar estas hipótesis atrevidísimas pero no es conveniente olvidar la pregunta acerca de donde salió la plata que permitió hacer acuñaciones cuantiosas de monedas e incluso abordar la financiación de la Corona de Francia y el Reino del Papa de Roma que es un tema que permanece muy bien documentado y sin duda está en el origen de la conspiración infame que tuvo el objeto de declarar herejes a los Caballeros Templarios con objeto de aprovechar la ley que permitía cancelar las deudas con alguien que fuera declarado convicto del delito de herejía.
La conspiración infame que permitió acabar con la Orden del Temple y, en consecuencia, con el concepto luminoso de la banca comercial y la banca pública y colocar el capital bajo el dominio inexorable de las sociedades secretas, que constituyen la pata terrenal del Infierno, permite hacer la hipótesis razonable de que el inspirador tanto de los dogmas como de las herejías fuera el mismísimo Diablo lo cual daría lugar a la más apasionante de todas las paradojas y permitiría empezar a comprender algunos misterios de la Iglesia que nadie ha logrado explicar jamás.
Debemos reconocer que las paradojas apasionantes pueden escandalizar a algunas personas que no tienen la mente lo suficiente despierta o tienen demasiado miedo a sucumbir un mínimo a la locura compartida con el colectivo de amigos fieles. Las personas que tienden a escandalizarse ante hipótesis, que tienen el sabor de la alta probabilidad, deben reflexionar acerca de su experiencia de la fe y la confianza incondicional en la protección de Dios frente a las pruebas duras de la vida y, si esta experiencia todavía es insuficiente, no deben adentrarse en el Laberinto de la Verdad.
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