La pieza verdadera del edificio fraudulento
Explicamos en una publicación anterior que las escuelas sagradas descubrieron la fuerza inmensa de la mentira que tiene el poder de construir un mundo que no es real, aunque posee una coherencia indiscutible por el hecho de que la mayoría de piezas del edificio son verdaderas y sólo son falsas algunas de ellas, pero sucede que estas últimas son las que conforman la estructura de este mundo que tiene carácter aparente pero oculta, casi por completo, el mundo real que es la obra de Dios.
En la misma publicación explicamos que lo más interesante de este descubrimiento sería constatar que, con el paso de las generaciones, las ideologías y las modas, sucedería que el mundo aparente alcanzaría un carácter casi cien por cien fraudulento, aunque, de forma inevitable, permanecería subordinado al entramado de las sociedades secretas que no tendrían más remedio que sostenerse en una religión, igual de secreta, que sería verdadera como condición ineludible para mantener el dominio férreo sobre el mundo aparente y también para mantener el pulso, con las escuelas sagradas, en el plano del mundo real que jamás dejará de ser la obra de Dios.
Debemos recurrir, una vez más, al proverbio chino que proclama que en la excepción puede haber más conocimiento que en la regla. Es necesario recurrir a esta enseñanza antiquísima cuando se examina el mundo que tenemos a la vista porque sucede que, un buen día, se descubre una pieza del edificio que no encaja con las demás piezas, lo cual da lugar a la mayor de las sorpresas.
Es muy difícil explicar la razón por la que el edificio fraudulento precisa de una pieza que no encaja con las demás. En el momento que se hace este descubrimiento es preciso hacer la hipótesis de que la pieza desconcertante exprese un hecho verdadero, a pesar de que juegue un papel imprescindible en la estructura del edificio fraudulento hasta el punto de que puede ser la más importante de todas las piezas.
En una época en que el conocimiento estadístico ocupa un espacio muy grande en la mayoría de las disciplinas que se enseñan en las universidades, resulta casi exótico levantar la hipótesis de que en la excepción puede haber más conocimiento que en la regla. Sin embargo los hombres y las mujeres que tienen la mente despierta abren mucho lo ojos cuando escuchan el proverbio chino y están dispuestos a otorgarle credibilidad.
La estadística es una técnica que funciona muy bien en todas las disciplinas que forman parte del mundo aparente como son la psicología, la sociología, la econometría y la politicología. Le estadística funciona peor en las disciplinas que tienen que ver con el mundo real como es el caso de la medicina o la meteorología donde, el día más inesperado, sucede que la posibilidad remota se impone sobre la posibilidad probable. Esta reflexión, acerca de la virtud y el límite de la estadística, hace pensar a las personas que tienen la mente despierta.
La presente publicación, sólo tendrá sentido para los hombres y las mujeres que han alcanzado el estado de la mente despierta y se mantienen cuerdos. Estas personas constituyen una minoría muy pequeña de la población, pero, en las generaciones de los niños que asisten a la escuela primaria y los adolescentes que asisten a la escuela secundaria, la proporción podrá alcanzar un porcentaje crítico hasta el punto de hacer posible, en un momento no lejano del futuro, el cambio de paradigma que reclaman muchas personas sensatas aunque todas ellas permanecen desbordadas por la propuesta sin saber por donde empezar una tarea tan complicada.
Llegados a este punto resulta imprescindible que recurramos a ejemplos que permitan explicar la alegoría del edificio que tiene carácter fraudulento, pero sucede que un buen día se descubre una pieza que no encaja con las demás e invita a hacer la hipótesis de que esta pieza sea la más importante de todas y no tenga carácter fraudulento.
Es obligado recurrir a ejemplos que posean la máxima credibilidad. Para ello recurriremos al ámbito de le economía donde, sobre el papel, dos más dos suman siempre cuatro y diez más diez suman siempre veinte.
Las escuelas de negocios que existen en casi todos los países del mundo, han elegido un sistema de enseñanza que se sostiene en el estudio de casos reales que todos ellos se desarrollaron por medio del método de la prueba y el error. Este sistema de enseñanza trata de acotar el subjetivismo hasta la mínima expresión lo cual permite otorgar el calificativo de objetivo al conocimiento que imparte la escuela.
Este sistema de enseñanza no puede ser emulado por ninguna facultad de economía ya que éstas tienen el deber de acoger algunas disciplinas que mantienen viva la especulación filosófica que puede contener alguna verdad que no cumple una función práctica en los procesos de acumulación de capital. Es obvio que esta hipotética verdad no tiene cabida en las escuelas de negocios donde todo debe subordinarse a la fuerza implacable del egoísmo humano.
Esta explicación era necesaria para decidir que el ejemplo, que posee la máxima credibilidad, debe ser elegido no sólo en el ámbito de la economía sino en el ámbito de las cosas que se enseñan en las escuelas de negocios.
En los libros de Bernard Mong Tse se desarrollan no uno sino varios escenarios que poseen la máxima credibilidad y todos ellos forman parte del ámbito de las cosas que se enseñan en las escuelas de negocios. El relato novelado, que ocupa doce mil páginas, tiene la posibilidad de contemplar escenarios que poseen la coherencia propia de las cosas que el autor del relato tuvo la oportunidad de contemplar, con sus propios ojos y en tres continentes, a lo largo de su vida profesional.
En las próximas publicaciones reproduciremos el capítulo 43 del libro que se titula “El Rompecabezas de Dios” y será editado en un futuro no lejano por Ediciones Mong Tse. El capítulo recrea una reunión del equipo ejecutivo de una compañía que tiene la sede en Hong Kong y está en el momento delicado de dejar de ser una compañía de ingeniería, que posee una experiencia sólida de llevar a cabo implantaciones industriales, con objeto de convertirse en una pequeña corporación multidimensional.
El largo diálogo que relata el capítulo de un libro, que es el octavo de una serie de quince, posee credibilidad ante cualquier profesional que tenga la mente despierta y haya vivido una historia semejante a la que une a los miembros del equipo ejecutivo de la compañía de Hong Kong.
En el largo relato aparece el concepto de la rueda de la fortuna que empuja determinadas situaciones de un negocio hacia arriba mientras comprime otras situaciones hacia abajo. Es obvio que la rueda de la fortuna no puede ser examinada en ningún curso de una escuela de negocios y sin embargo constituye un elemento esencial de la manera de pensar de la mayoría de los ejecutivos chinos.
Estos hombres y mujeres que, por lo general, todavía son jóvenes, saben muy bien que las grandes supersticiones que forman parte de la cultura de su país jamás dejan de funcionar quizás por el hecho de que hay centenares de millones de seres humanos que creen en ellas.
Un ejemplo bastante conocido de estas supersticiones es el “Feng Tsui” que tiene docenas de millones de seguidores entusiastas en todos los continentes, pero hay unas cuantas más que son menos conocidas y funcionan igual de bien aunque admitan excepciones significativas que permiten abundar en la sentencia que proclama que puede haber más conocimiento en la excepción que en la regla.
Los profesionales de los que estamos hablando, mientras permanecen sumidos en el estado del sueño psíquico, piensan que las mentes de millones de seres humanos pueden dar fuerza a una creencia hasta el punto de convertirla en un hecho real.
Los mismos profesionales, en el momento que su mente alcanza un destello relevante de despertar, empiezan a percatarse de que quizás hay otra razón que explica el concepto de la rueda de la fortuna. Estos últimos semejantes son los que están llamados a leer, con interés, la obra de Bernard Mong Tse.
El capítulo que reproduciremos en las dos próximas publicaciones aportará información muy penetrante a las personas que lo lean. Estas personas deberán tener presente que este capítulo pertenece al libro número ocho de una serie de quince y, en consecuencia, relata un escenario que es propio de la mitad de un largo relato novelado.
Debemos explicar que el relato, que ocupa doce mil páginas, se inicia con el propósito de la búsqueda de la verdad desde los presupuesto del conocimiento que forma parte del mundo aparente que tenemos a la vista. Los personajes que vertebran el relato se ayudan, unos a otros, a ser sinceros con ellos mismos.
El largo relato, a medida que transcurre el tiempo, no tiene más remedio que incluir los descubrimientos de una serie de cosas que todas ellas son verdad hasta el punto de que constituyen las piezas esenciales del mundo real que se corresponde a la obra de Dios que ha sido corrompida, en parte, por el centro de poder oculto que ha mantenido el dominio sobre la humanidad a lo largo de los siglos y los milenios.
Como puede adivinarse el largo relato, que se extiende a lo largo de quince años que es el período de tiempo que se corresponde a la mitad de una generación, cumple el cometido de plasmar el proceso de evolución de la conciencia que llevan a cabo los jóvenes y veteranos que son los actores del relato. Estamos hablando de un centenar largo de personajes de ambos géneros y los que merecen el calificativo de protagonistas son entre treinta y cuarenta.
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