Las monedas de la Orden del Temple y otros misterios
Nadie ha logrado averiguar de donde salió la cantidad ingente de plata que fue usada en las acuñaciones de monedas que llevó a cabo la Orden del Temple con objeto de crear el instrumento monetario que se desarrolló, de forma paralela, a la extensión de la labor de la financiación del comercio entre las ciudades libres de la Europa del Siglo XIII.
Hay quien ha hecho la hipótesis de que los Caballeros Templarios organizaron el comercio del azafrán con los pueblos del México pre-colombino que pagaban, de forma generosa y en lingotes de plata, el polvo amarillento que procedía del otro lado del Atlántico y había sido cultivado en determinados lugares de la franja de comarcas, poco pobladas, que se disputaban el Condado de Barcelona y el Reino de Aragón.
Las personas que se adhieren a esta hipótesis suponen que Cristóbal Colón estaba al corriente del negocio de la Caballeros Templarios y por esta razón, en el contrato que firmó con los Reyes Católicos, exigió introducir la cláusula de ser nombrado almirante de las tierras que descubriría, de forma accidental, en medio del supuesto viaje a Las Indias y en las que sólo él sabía que había plata abundante.
Es imposible verificar estas hipótesis atrevidísimas pero no es conveniente olvidar la pregunta acerca de donde salió la plata que permitió hacer acuñaciones cuantiosas de monedas e incluso abordar la financiación de la Corona de Francia y el Reino del Papa de Roma que es un tema que permanece muy bien documentado y sin duda está en el origen de la conspiración infame que tuvo el objeto de declarar herejes a los Caballeros Templarios con objeto de aprovechar la ley que permitía cancelar las deudas con alguien que fuera declarado convicto del delito de herejía.
La conspiración infame que permitió acabar con la Orden del Temple y, en consecuencia, con el concepto luminoso de la banca comercial y la banca pública y colocar el capital bajo el dominio inexorable de las sociedades secretas, que constituyen la pata terrenal del Infierno, permite hacer la hipótesis razonable de que el inspirador tanto de los dogmas como de las herejías fuera el mismísimo Diablo lo cual daría lugar a la más apasionante de todas las paradojas y permitiría empezar a comprender algunos misterios de la Iglesia que nadie ha logrado explicar jamás.
Debemos reconocer que las paradojas apasionantes pueden escandalizar a algunas personas que no tienen la mente lo suficiente despierta o tienen demasiado miedo a sucumbir un mínimo a la locura compartida con el colectivo de amigos fieles. Las personas que tienden a escandalizarse ante hipótesis, que tienen el sabor de la alta probabilidad, deben reflexionar acerca de su experiencia de la fe y la confianza incondicional en la protección de Dios frente a las pruebas duras de la vida y, si esta experiencia todavía es insuficiente, no deben adentrarse en el Laberinto de la Verdad.
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