El potencial intelectual del alma
Las diferencias que hay entre los seres humanos son mucho mayores de lo que suponen los doctrinarios y los moralistas, de mente dormida, que proclaman normas generales que sólo pueden funcionar en colectivos que agrupan a personas que tienen la mente muy dormida al igual que ellos.
Existe una tradición doctrinaria muy potente que jamás va más allá del ámbito de la mente dormida. Esta tradición de la conducta humana, cosida de reglas morales, pero que se mantiene subordinada, de manera estricta, al estado del sueño psíquico constituye el sustento de la mayoría de las iglesias evangélicas y las organizaciones laicales de la Iglesia Católica. Estas agrupaciones consiguen que sus miembros permanezcan sumergidos en un entramado de somníferos, de gran potencia, que aseguran que ninguno de ellos será sacudido por un estímulo que podría empujarlo a despertar del estado mental del sueño psíquico profundo que conforma el principal signo de identidad de la entidad.
La tradición doctrinaria que hemos descrito está en las antípodas del magisterio de Jesucristo y su única cometido es alimentar un Cuerno del Diablo que se retroalimenta muy bien con otro cuerno que es el llamado laicismo que se sostiene en un entramado de somníferos que tienen la enorme ventaja de que están de moda hasta el punto de que, en algunos ambientes intelectuales, han adquirido carácter totalitario.
Lo cierto es que existen diferencias inmensas entre los seres humanos hasta el punto de que resulta absurdo tratar de unificarlos por medio de doctrinas religiosas y morales. Este hecho, que resulta evidente a todas las personas que tienen la mente despierta, debe ser explicado de una forma rigurosa.
¿Por qué en una situación límite hay una minoría de personas que se convierten en criminales mientras otra minoría se convierte en héroes e incluso en mártires y, por último, sucede que la gran mayoría de nuestros semejantes se dejan matar como corderos? La filosofía racionalista no tiene respuesta a estas preguntas y las doctrinas religiosas convencionales tampoco la tienen.
Una de las frases más tremendas que salieron de la boca de Jesucristo es la que dice: “Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto”. Por medio de este mandato el maestro puso el listón de la perfección muy arriba en la medida que lo elevó del referente humano al referente divino.
Pasados veinte siglos, desde que Jesucristo pronunció la frase tremenda, estamos cerca del momento en que ésta podrá ser comprendida por medio del método científico de conocimiento que es el único que merece credibilidad a las personas que tienen la mente despierta. Esta afirmación se sustenta en el hecho de que hay algunos guerreros del lado de la luz que se han visto obligados a ascender hasta plantas muy elevadas de la pagoda de la evolución. Este fenómeno ha tenido lugar a lo largo de los primeros dos decenios del Siglo XXI y, al parecer, no tiene precedentes en las escuelas sagradas por lo que hace al Siglo XX.
Los guerreros del lado de la luz, que no han tenido más remedio que ascender hasta plantas elevadas de la pagoda de la evolución de la conciencia, han desarrollado una experiencia que puede ser descrita como de máxima aproximación a la armonía. La experiencia de estos hombres y mujeres permite validar la tesis de la Escuela Sagrada de China que afirma que el ser humano lleva dentro un principio armonizador de los impulsos del lado del Yang y los impulsos del lado del Yin. Cuando se encaja esta tesis con la revelación de la Biblia se llega a la conclusión de que las cosas son así por el hecho de que el ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios cuya cualidad esencial debe ser definida como la suprema armonía.
Hay otra frase tremenda de Jesucristo que asegura que sus discípulos harán las mismas obras que hizo él e incluso mayores de las que hizo él. Cabe recordar que Jesucristo convirtió el agua en vino, multiplicó los alimentos, curó dolencias de todos los tipos, hizo andar a los paralíticos, devolvió la vista a los ciegos e incluso resucitó a los muertos. No es fácil imaginar a alguien repitiendo las obras extraordinarias que hizo el maestro, pero las palabras que pronunció no deben ser olvidadas.
En una publicación anterior, explicamos el concepto de la acumulación de conciencia que se lleva a cabo a lo largo de sucesivas existencias terrenales. Este concepto tan importante fue revelado, de una manera madura, a la Escuela Sagrada de la India en tiempos inmemoriales aunque en la Biblia hay algunos destellos fugaces de la revelación. El más relevante de estos destellos salió de la boca de Jesucristo cuando desveló que Juan Bautista era el Profeta Elías y luego añadió: “El que tenga oídos para oír que oiga”.
El concepto de la acumulación de conciencia, que se lleva a cabo a lo largo de sucesivas vidas terrenales, ha dado lugar a la segunda creencia religiosa más generalizada después de la existencia de Dios lo cual es un hecho que llama la atención. Esta creencia se ha degradado, hasta extremos pintorescos, cuando se ha convertido en el tema favorito de conversación que usan algunos jóvenes, más espabilados que otros, para impresionar a la chica que les gusta en el momento que logran entablar conversación con ella en una discoteca y le cuentan que tienen el convencimiento de haberla conocido en otra vida, que se correspondía a la época en que las mujeres llevaban faldas que rozaban el suelo, lo cual obliga a la muchacha a estar un buen rato con la boca abierta.
Nadie puede tener ningún recuerdo de una vida anterior por la razón de que la memoria se extingue en el momento que se descomponen las neuronas del cerebro como consecuencia de la muerte del cuerpo físico. Lo que sucede es que la conciencia cumple la función de ser la memoria del alma y mantiene activas las vivencias que han cumplido precisamente la función de acumular conciencia.
Hay momentos de la vida en que se percibe una vivencia ajena a cualquiera de los referentes que forman parte de la experiencia del sujeto. Incluso puede suceder que la vivencia permita llevar a cabo una especie de regresión a la supuesta existencia anterior donde tiene la raíz. Hay que ser muy prudentes con estas cosas desde el momento que sabemos que no estamos solos en el mundo e incluso podemos estar marcados por un ser espiritual, dotado de una mente más potente que la nuestra, cuyo propósito es crearnos confusión en el momento que tiene lugar la supuesta regresión a la vida anterior.
Se han descrito casos en los que la regresión a la supuesta vida anterior ha cumplido una función terapéutica sobre el sujeto. También se han descrito casos en los que el remedio ha sido peor que la enfermedad. Todo ello indica que hay que ser prudentes frente a un tema resbaladizo que se asienta en un hecho verdadero.
Las experiencias de regresiones a supuestas vidas anteriores que se limitan a acceder a una vivencia generadora de conciencia acostumbran a ser hechos que están cerca de la verdad. En cambio las experiencias de este tipo que se adornan con gran lujo de detalles, acerca de la vida anterior del sujeto, son fraudulentas por el hecho de que la memoria es una cualidad del cerebro que se extingue, junto con las neuronas que la soportan, al igual como le sucede a la información que contiene el disco duro de un ordenador que ha sido enterrado en el suelo.
Son muy pocas las personas que tienen la oportunidad de “viajar” a una existencia anterior. En cambio son muchas las que tienen la posibilidad de comprobar que en el período de la vida en que las neuronas del cerebro empiezan a deteriorarse en serio, lo cual da lugar a fallos estrepitosos de memoria, también sucede que alcanzan un grado de lucidez muy elevado a la hora de contemplar un problema y hallar la mejor solución. Este fenómeno se explica porque la potencia intelectual del alma espiritual es muy superior a la del cerebro material.
El fenómeno que hemos descrito sólo está al alcance de hombres y mujeres que han sobrepasado la edad de la jubilación y han alcanzado un grado razonable de despertar de la mente.
Por supuesto que la potencia intelectual del alma es un tema que suena a chino a cualquier intelectual racionalista que piensa que el alma no existe o que es una simple creación de la mente. Sin embargo la potencia intelectual del alma puede ser estudiada en un taller que reúna a un grupo de abuelos y abuelas, que se mantienen activos, y donde, un buen día, aparece una señora setentona que, mientras le sucede que no tiene ninguna manera de recordar donde dejó las gafas de leer o las llaves del coche, ha sido capaz de descubrir la causa de un problema muy serio que tiene su hijo, padre de familia y emprendedor de un negocio complicado, y hallar la solución adecuada que diluirá el problema al igual como le sucede a una cucharada de sal en la olla de la verdura.
El hecho de que Beethoven fuera capaz de componer obras colosales cuando la sordera se había apoderado de él, incluso por completo, podría explicarse por medio de esta misma tesis.
El hecho demostrable de que la potencia intelectual del alma espiritual es muy superior a la del cerebro material no puede ser explicado por la filosofía racionalista y tampoco puede serlo por la doctrina religiosa que se enseña en las catequesis. Sin embargo puede ser estudiado, por medio del método científico de conocimiento, si se hace la hipótesis de que el alma trasciende la vida material del sujeto tanto por lo que hace al nacimiento como a la muerte.
En el momento que el ser humano se percata de que el alma que lleva dentro es muchísimo más vieja que su cuerpo físico se hace una pregunta obligada: ¿Quién decidió que mi alma se encarnara en el feto que se originó como resultado de un acto amoroso de mis padres?
Al parecer todas las escuelas sagradas han dado la misma respuesta a la pregunta obligada. Todas ellas han llegado a la conclusión de que ha sido la propia alma quien ha solicitado vivir la nueva experiencia terrenal y quien lo ha autorizado es alguien que está muy arriba, hasta el punto de que ha tenido el poder de escribir en el Cielo nada menos que el destino del sujeto en su nueva vida terrenal.
El hecho de que las escuelas sagradas de Oriente y Occidente hayan llegado a la misma conclusión, frente a un tema tan delicado, tiene la explicación de que en la vida de todos los guerreros del lado de la luz hay un momento en que éste se rebela y se niega a cumplir su destino porque le parece que es demasiado duro. Pero sucede que, en este momento clave de la vida, llega a la mente del guerrero un razonamiento asombroso que dice: “No puedes negarte a cumplir un contrato que suscribiste nada menos que con el Creador del Universo”.
El razonamiento asombroso puede proseguir de la siguiente manera: “Aunque ahora no tengas ninguna posibilidad de recordarlo sospechas, en algún lugar dentro de ti, que las cosas son de esta manera y no pueden serlo de ninguna otra”.
Las personas que han sido capaces de asimilar los razonamientos asombrosos, a lo que nos hemos referido, acostumbran a haber visto crecer a los hijos y tienen plena conciencia de que han dejado atrás la tercera planta de la pagoda de la evolución de la conciencia. Estas personas llegan a la conclusión de que la religión en la que fueron educadas constituye un signo de identidad que no deben abandonar jamás, pero trascienden sus detalles y acceden a una religión, de orden superior, que no posee dogmas de ninguna clase y es exactamente la misma para todos los seres humanos.
Las personas de las que estamos hablando son muy pocas y no tienen ningún afán de notoriedad por lo que acostumbran a pasar desapercibidas en cualquier tertulia a pesar de que son las que poseen la experiencia personal que es más interesante de divulgar.
Las personas de las que estamos hablando tienen el convencimiento de que la acumulación de conciencia es el hilo conductor de las cosas que suceden en la Tierra y también lo es de las cosas que suceden en el mundo espiritual hasta el punto de que la resolución del conflicto cósmico que enfrente la Luz con la Oscuridad (ambas en mayúsculas) sólo podrá ser resuelto por medio de una batalla de conciencia cuya dimensión nadie puede prever, pero es lícito suponer que tendrá carácter escalofriante.
En los albores del Siglo XIV se manifestó el genio de Dante que fue capaz de hacer reflexiones, que no tenían ningún precedente, acerca de la psicología de los seres humanos que acceden al mundo del más allá y lo hizo, en tercetos rimados y en la lengua italiana recién estrenada, sin apartarse, ni una pulgada, de la doctrina de la Iglesia Católica ya que si lo hubiera hecho de otra manera su obra, y el mismo, habrían sido pasto de las llamas de una hoguera encendida por los esbirros de un tribunal de la Santa Inquisición Pontificia.
El mundo del Siglo XXI precisa de un autor que posea el genio de Dante y sea capaz de escribir un relato comparable al de “La Divina Comedia” en prosa convencional, pero que, en vez de transcurrir en los escenarios imaginarios del Cielo, el Purgatorio y el Infierno anegado de humo, lo haga en los marcos reales del Centro Consciente del lado de la Luz y el Centro Consciente del lado de la Oscuridad que no pueden ser otra cosa más que apéndices del Reino de Dios que debe venir a la Tierra, un día u otro, y el Reino de Lucifer, que ha tenido el dominio sobre el mundo a lo largo de los siglos y los milenios, y al que es legítimo dar el nombre de Infierno verdadero.
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