La Escuela Sagrada de Occidente: breves apuntes sobre su historia
La escuela sagrada de Occidente recibe el nombre de Tradición de los Justos y se supone que fue creada por los discípulos del Patriarca Job. También se supone que Job fue discípulo de Moisés aunque este detalle es imposible probarlo.
Con independencia de quien fuera el maestro de Job puede afirmarse, con rotundidad, que su experiencia acerca del valor de la fe es la más potente de todas las que describe la Biblia sin punto de comparación con ninguna otra.
El Libro de Job se inicia con un diálogo entre Dios y Lucifer (al que el autor del relato da el nombre de Satán). El diálogo tiene carácter estremecedor porque muestra que el Diablo tiene poder para negociar con Dios e incluso para imponerle el mal aunque tiene un límite en su acción y el límite no lo decide él sino Dios.
Lucifer obtiene el permiso de Dios para causar los mayores daños, al más justo de los hombres, pero está obligado a respetar su vida. El resultado de la acción del Diablo es que el patriarca ve morir a sus hijos y sus hijas y contempla la destrucción de un cuantioso patrimonio material que estaba formado por rebaños inmensos de animales de todas las especies lo cual constituía una forma superior del capital, en la sociedad de hace tres mil quinientos años, y permite hacer la deducción de que Job además de ser el más justo de los hombres era también uno de los más ricos del reino en el momento que se iniciaron sus desgracias.
El Patriarca Job, después de perder a sus hijos y todos los bienes materiales, se enfrenta con el abandono de la esposa y la incomprensión de los amigos mientras contrae una enfermedad apestosa que lo mantendrá tirado en el suelo y condenado a la mendicidad a lo largo de un número incontable de años.
La historia de Job relata el proceso del hombre que una vez lo ha perdido todo, incluso el honor personal, elige agarrarse a Dios con quien, en un inicio, mantiene una relación tensa hasta que llega a la conclusión de que no tiene más remedio que someterse a su voluntad de forma incondicional. A partir de este momento el patriarca lleva a cabo un proceso asombroso de evolución que le permite hacer varias reflexiones sublimes que quedaron inmortalizadas, por alguno de sus discípulos, en forma de perlas de gran valor inmersas en el libro que lleva su nombre donde permanecieron protegidas, siglo tras siglo, en medio de la paja típica de los relatos bíblicos.
El Libro de Job pulveriza la creencia que explica que el mal que cae sobre un ser humano tiene la causa en sus pecados y también pone en cuestión otra creencia, todavía más absurda, que proclama que Dios quiere la felicidad de todos sus hijos y si estos no la obtienen es por causa de su torpeza. La experiencia del patriarca demuestra que a Dios sólo le interesa la evolución de la humanidad y para ello sólo hay un camino que es que cada ser humano descubra el destino que tiene escrito en el Cielo y se entregue al mismo convencido de que, por muy duro que sea, se verá culminado por algo que tendrá un gran sentido para él.
Existen grandes diferencias entre los destinos humanos. Este detalle, que está a la vista de todos, hace imposible establecer un criterio acerca de la actitud de Dios hacia sus criaturas. Lo único seguro es que todos los hombres y todas las mujeres tienen el deber de llevar a cabo un proceso de evolución y tienen asegurada la ayuda de Arriba cada vez que precisen de ella con objeto de hacer sus deberes.
El Libro de Job ha tenido el mérito de que, mientras los estudiosos de mente dormida se han recreado con disquisiciones inauditas acerca del texto que cumple la función de ser una montaña de paja, los hombres y las mujeres que habían seguido el camino de iniciación, propio de la Tradición de los Justos, se ocuparon de transmitir a sus discípulos el conocimiento que encierran las perlas e incluye nada menos que la definición más elevada de la conciencia que ha sido revelada a las escuelas sagradas de todos los continentes.
No es posible explicar, en pocas palabras, la definición de conciencia que es fruto de la experiencia grandiosa de la fe que ejemplarizó el Patriarca Job, pero el libro que tiene el título de “El Laberinto de la Verdad”, y ocupa más de mil cien páginas, lo lleva a cabo en dos de sus capítulos por medio de largos diálogos que tienen carácter concluyente para cualquier persona que ha adquirido una experiencia consolidada de la fe después de haber atravesado alguna sacudida fuerte de la vida.
El Patriarca Job puede dar lugar a un arquetipo que la Civilización Occidental precisará como tabla de salvación en el momento que la filosofía racionalista se derrumbe como un castillo de naipes. Resulta que Job no sólo es el campeón de la fe y la paciencia sino que también es el campeón de la cordura y, por esta razón, es capaz de hacer razonamientos que sorprenden por el grado de lucidez y racionalidad que poseen, mientras el autor del monólogo soporta el sufrimiento atroz que invade a un hombre que ha perdido todo lo que ha construido en la vida.
La Civilización Occidental se asienta en La Biblia y en la cultura de la Grecia Clásica. Pero sucede que los dioses del Olimpo y los héroes que los emularon, salvo excepciones honrosas, estaban aquejados de graves trastornos de personalidad. Este abanico de trastornos ha impregnado, sin remedio, la cultura occidental que, en el momento en que se inicia el Tercer Milenio, está en inferioridad de condiciones frente a la cultura china que, por encima de todo, gira entorno de la fuerza invencible del pragmatismo. El modelo humano que encarna el Patriarca Job puede ayudar a la Civilización Occidental a resolver su problema porque es el más elevado de todos a los que pueden recurrir el resto de las civilizaciones.
Jesucristo nació rodeado de hombres y mujeres que permanecían entroncados en la escuela sagrada de la Tradición de los Justos. Los padres de su madre María y el esposo de ésta, José, que aceptó casarse con la chica de quince años que había decidido consagrarse a Dios, por medio de mantenerse siempre virgen, son exponentes claros de la tradición sagrada al igual como los son Zacarías e Isabel padres del Bautista que, en palabras de Jesucristo, era el hombre más grande de todos los que habían nacido de una mujer. El anciano Simeón y la vidente Ana que aparecen en el templo el día que los padres de Jesús llevan el niño a aquel lugar, con objeto de cumplir un precepto de la costumbre religiosa de la época, también son exponentes de la escuela sagrada que recibe el nombre de Tradición de los Justos.
Jesucristo eligió como apóstoles a hombres sencillos que tenían la mente muy dormida con objeto de que fueran representativos de la mayoría de seres humanos hasta el punto de que el primero de ellos lo negaría, por tres veces, en el momento clave.
Los evangelios descubren que, además de los hombres sencillos y representativos de las debilidades humanas, el maestro se había rodeado de algunas personas que tenían la mente despierta y permanecían entroncadas con la Tradición de los Justos que obligaba a desarrollar la psicología del guerrero. Entre estas personas están Nicodemo, José de Arimatea, Lázaro y María Magdalena. Todos ellos jugarían un papel discreto pero determinante en la historia al igual que María, madre del maestro, que también era una maestra como la copa de un pino centenario.
Es sabido que el pueblo judío se dividió por causa de Jesucristo. Una minoría relevante de judíos decidieron bautizarse pero la mayoría de ellos decidieron mantenerse fieles a la antigua religión. A partir de este momento la Tradición de los Justos vertebraría el lado luminoso de las dos religiones. Este detalle permite hacer la hipótesis de que la Religión Judía, que agrupa a un porcentaje muy pequeño de semejantes que siguen esperando el Mesías, no ha dejado nunca de jugar un papel importante en el Plan de Dios.
La personalidad del profeta Muhammad (Mahoma), nacido en la sociedad apenas civilizada de las tribus árabes del Siglo VI, resulta incomprensible si no se hace la hipótesis de que tuvo como maestro a un hombre que estaba entroncado en la Tradición de los Justos y cumplió la función de transmitir la experiencia superior de la fe, heredada del Patriarca Job, al mozo de caravana que no sabía leer ni escribir pero tenía la misión de fundar la última de las grandes religiones de la humanidad que gira en torno del concepto definitivo de la sumisión incondicional a Dios y nada más.
La historia de Job concluye cuando el patriarca, convertido en mendigo, consigue curarse de la dolencia apestosa y decide rehacer su vida celebrando un nuevo contrato de matrimonio con una mujer joven que le dará un montón de hijos mientras él se ocupará de rehacer un patrimonio material que será todavía más cuantioso que el que había perdido.
La Tradición de los Justos transmite la experiencia no sólo de la acumulación de conciencia que lleva a cabo el Patriarca Job, en medio del sufrimiento amargo, sino también la que se corresponde al renacimiento del personaje una vez ha sido capaz de cumplir con todos los detalles del destino que tenía escrito en el Cielo y ha pagado el precio que le permite renacer de las cenizas, formar una nueva familia y un nuevo patrimonio que sería superior al que había perdido e inspirar nada menos que la escuela sagrada que tendría la misión de vertebrar el lado luminoso de la Religión Judía, la Religión Cristiana y la Religión del Islam.
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