La Escuela Sagrada, “Tradición de los Justos”
Las doctrinas de las iglesias cristianas explican que Lucifer se rebeló contra Dios por causa de su soberbia que le empujó a querer ser igual que el Creador. Existe una escuela rabínica que explica que el pecado de Lucifer fue la ambición de poder que no tiene nada que ver con la soberbia que no es ni siquiera un pecado sino un defecto que debe vencer cualquier sujeto que desea conquistar el poder real en cualquier lugar.
La escuela rabínica a la que nos referimos explica que Lucifer inventó el sentimiento de importancia para corromper a la humanidad y mantenerla bajo su dominio mientras él llevaba a cabo un largo proceso de evolución que lo liberaría de cualquier residuo de soberbia y lo convertiría en un ser poderosísimo que sería el auténtico dios del mundo por el hecho de que sería el dueño de la especie humana corrompida, sin remedio, por el defecto espantoso del sentimiento de importancia y controlada por las sociedades secretas que encuadrarían a los adeptos del Diablo. Mientras tanto estas sociedades secretas se ocuparían de emular la perversa psicología de Lucifer por medio de convertir a sus iniciados en expertos en el arte de cultivar el sentimiento del odio que consigue invertir, hasta cierto punto, la energía primordial que sostiene todas las cosas que existen y no puede ser otra cosas más que es el amor del Creador.
La escuela rabínica a la que nos referimos constituye, sin duda, una expresión muy clara de la escuela sagrada de Occidente que tiene el nombre de Tradición de los Justos y que, al parecer, fue fundada por los discípulos del Patriarca Job. La existencia de esta escuela rabínica, sumamente discreta, es una muestra de que la Religión Judía sigue siendo una pieza importante del Plan de Dios cuando han transcurrido más de cuatro mil años desde que el Patriarca Abraham vivió la experiencia sagrada que daría origen a la religión monoteísta que constituye el hilo conductor de la Civilización Occidental.
La Religión Judía constituye una manifestación límite de la Ley Cósmica de la Correspondencia que explica que donde hay la máxima oscuridad también hay la máxima luz. Es probable que algunas de las personas clave del Club de los Dueños del Mundo, que constituye la cabeza del pulpo de las sociedades secretas, sean judías de la misma manera que también lo han sido muchas de las personas discretas que han mantenido viva, siglo tras siglo, la escuela sagrada de la Tradición de los Justos que ha vertebrado el lado luminoso no sólo de la Religión Judía sino también de la Religión Cristiana y la Religión del Islam.
La religión más antigua de todas mantiene vivo mucho conocimiento tanto por el lado de la luz como por el lado de la oscuridad y este hecho no podía ser de otra manera para todos aquellos que tienen experiencia de cómo se manifiestan las leyes cósmicas en la Tierra. Es probable que, a lo largo de la historia, haya habido jerarcas católicos que hacían gala de antisemitismo en público, pero, en privado, buscaran a un maestro judío del lado de la luz o el lado de la oscuridad en función que hubieran elegido el camino del conocimiento del verdadero Dios o el camino de conquistar el poder eclesiástico.
El pecado de la ambición de poder no forma parte de la lista de los siete pecados capitales del Catecismo de la Iglesia Católica que se mantiene encabezada por la soberbia. Este solo detalle ya demuestra el carácter problemático de esta doctrina que está sujeta a un proceso irreversible de pérdida de credibilidad entre las personas que tienen la mente despierta.
La soberbia no es un pecado sino un defecto que los hombres y las mujeres dotados de gran ambición tienen el deber de corregir y si no lo hacen no tienen más remedio que renunciar a la conquista del poder.
El autócrata, dotado de gran soberbia, queda muy bien en el escenario de un teatro, pero todas las personas, dotadas de mente despierta, saben que se trata de un arquetipo irreal. En cambio el personaje, de apariencia humilde y campeón de la ambición y la intriga, que tenía escasa visibilidad pero manejaba, con extrema malicia, los hilos de la corte del autócrata es un arquetipo real que se ha consolidado hasta la saciedad a lo largo de la historia de la humanidad.
Es un hecho evidente que un hombre que tiene la mente dormida no tiene la posibilidad de detentar ninguna clase de poder y es sólo el instrumento de otro hombre que tiene la mente despierta. Este segundo hombre es el verdadero dueño del poder. A veces sucede que el primer hombre es el presidente de una corporación emblemática que goza de mucha visibilidad y vive rodeado de aduladores, mientras el segundo hombre es un simple miembro del consejo de administración al que no conoce casi nadie y se limita a obsequiar con una mirada, llena de significado, al presidente en los momentos que preceden a las decisiones más importantes de todas.
El hombre que tiene poder es el esclavo de otro hombre que tiene más poder que él por el sólo hecho de que tiene la mente más despierta. Éste es el mecanismo en el que se sustenta el poder verdadero que administran, de forma férrea, las sociedades secretas desde tiempos inmemoriales por medio de un proceso de iniciación que permite alcanzar un determinado piso de la pagoda de la evolución que queda muy lejos de las nubes del cielo pero es suficiente para dominar el mundo terrenal.
El poder verdadero descansa en el control sobre la energía mental que es absorbida a centenares de millones de seres humanos que permanecen toda la vida sumidos en el estado del sueño psíquico por causa del sentimiento de importancia que llevan dentro. Este tema, que sin duda tiene carácter terrible, podrá ser estudiado en su momento por medio de tesis doctorales serias que se inscribirán en los ámbitos de la sociología y la historiografía.
El sentimiento de importancia, profundamente arraigado en el corazón del ser humano que no tiene la garantía de que seguirá con vida el día siguiente, constituye un hecho monstruoso. Es posible hacer la hipótesis de que Lucifer usara la Ley Cósmica de la Correspondencia para meter dentro del ser humano el sentimiento de importancia con objeto de no permitirle comprender que había sido creado a imagen y semejanza de Dios.
El sentimiento de importancia tiene carácter fraudulento porque no tiene su origen en el alma sino en la mente y ha llegado a ella por medio de la influencia de otra mente que es ajena al mundo terrenal, pero está dotada de un poder superior al que es propio de los seres humanos. Esta afirmación es demostrable en el marco de los procesos de iniciación que siguen todas las escuelas sagradas desde tiempos inmemoriales.
Estos procesos de iniciación, que han seguido las escuelas sagradas, serán explicados, en toda su extensión, en el momento en que deban ser desvelados todos los secretos lo cual sucederá a lo largo de los próximos años. El día que se culmine este período de esclarecimiento los estudiosos de mente despierta dispondrán de materia prima suficiente para elaborar las tesis doctorales que hagan falta con objeto de construir un paradigma nuevo que tendrá carácter racional y científico y permitirá explicar todos los fenómenos verdaderos que tienen lugar en la Tierra y desechar los que no son verdaderos.
A lo largo de muchos siglos el mecanismo casi único de absorción de la energía mental de la población era la religión. A lo largo de los siglos XVIII y XIX la función de la religión sería sustituida, de forma progresiva, por la filosofía racionalista en el ámbito de las elites sociales. En la segunda mitad del Siglo XX la religión pasaría a ser un elemento secundario y el control de las mentes de la mayoría de la población se llevaría a cabo por medio de las diversas manifestaciones de la cultura y sobre todo el deporte.
La historia de la humanidad se sustenta en el relato de las acciones que protagonizaron los individuos que consiguieron alcanzar el poder y mantenerlo en sus manos a lo largo de más o menos años. Ningún libro de historia explica que detrás de todos los hombres que ejercieron el poder formal hubo otros hombres que ejercieron el poder real. Estos hombres eran adeptos de Lucifer que habían conseguido entregar el alma a su maestro a cambio de que éste les concediera el poder e incluso la impunidad en la Tierra.
La gran tragedia de la ambición se descubre el día que se constata que el hombre que ejerce el poder formal, y es adulado por sus semejantes de mente dormida, es el esclavo de otro hombre que tiene la mente más despierta que él y este último es el esclavo de un tercer hombre que no tiene ninguna visibilidad y es un adepto del Diablo.
Es posible que Lucifer además de ser un ángel dotado de gran ambición de poder fuera también un ser preso del defecto de la soberbia. Es obvio que, a lo largo de los milenios, el Diablo ha tenido la posibilidad de corregir su defecto y se ha convertido en un ser mucho más poderoso de lo que era por lo que tiene muchas más posibilidades de conquistar el poder en el Reino de Dios de las que tenía el día que encabezó la rebelión y el día que no tuvo más remedio que aceptar la derrota frente a los ángeles que fueron fieles a Dios y, a continuación, constituyó su propio reino que es el Infierno verdadero que no tiene nada que ver con el infierno absurdo que describe la doctrina católica, tanto el que fue recreado por Dante en la Divina Comedia como el que forma parte de la última versión del catecismo y despierta la hilaridad a cualquier persona de mente despierta.
La estrategia que ha seguido Lucifer en su propósito de conquistar el poder en el Reino de Dios se ha sustentado en extender el concepto de la ambición de poder, sobre todo en el ámbito del dinero, entre el segmento de los seres humanos que no tienen la mente cien por cien dormida pero tampoco la tienen lo suficiente despierta para percatarse de que los más poderosos de todos los hombres son los esclavos del Diablo que han logrado entregar el alma a su maestro a cambio de ser los campeones del poder e incluso de la impunidad.
Es lícito denominar Infierno al Reino de Lucifer. El Infierno verdadero no tiene nada que ver con el Infierno que forma parte de las doctrinas de las iglesias cristianas, que es uno más de los engaños maliciosos que han cumplido la función de mantener a millones de seres humanos sometidos al poder religioso a lo largo de los siglos.
El Infierno no es un estado de ausencia de Dios, tal como afirma el último engaño malicioso de la doctrina católica, sino un centro de poder, de dimensión cósmica, que tiene un carácter extremadamente elitista en la medida que Lucifer no compra el alma a cualquiera sino sólo a los hombres y las mujeres a los que elige cuidadosamente una vez les ha obligado a llevar a cabo un laborioso proceso de iniciación, por el lado de la oscuridad, que sólo puede culminar un individuo que ha alcanzado un grado de conciencia muy elevado una vez se ha desprendido de cualquier vestigio de compasión.
El Infierno es un centro de poder, de dimensión cósmica, que tiene una naturaleza mucho más elitista de lo que pueden suponer las personas faltadas de información. Es posible demostrar que son muchos los seres humanos que han ingresado en alguna sociedad secreta con objeto de culminar el proceso de iniciación que permite entregar el alma a Lucifer a cambio de conseguir el poder, en algún ámbito concreto, pero son muy pocos los que han conseguido obtener una plaza en el Infierno que permite, no sólo alcanzar el poder sino también la impunidad en la Tierra, por medio de la celebración de los ritos adecuados, de la religión del lado de la oscuridad, que siempre tienen carácter monstruoso. Esto es así porque Lucifer ha copiado el principio del Reino de Dios que proclama que son muchos los llamados y pocos los elegidos.
Los adeptos de Lucifer que culminan el proceso de iniciación que es propio de las sociedades secretas tienen la mente cien por cien despierta. Algunos de ellos alcanzan un grado de poder mental, en el ámbito del control de los flujos del dinero y el transcurrir del tiempo, que resulta difícil imaginar a alguien que no ha conocido nunca a un ser humano que ha conseguido entregar el alma al Diablo a cambio de que éste le haya concedido el poder e incluso la impunidad en la Tierra.
Hay millones de semejantes que pasan la vida arrimados a la energía de los grandes privilegiados que han conseguido entregar el alma a Lucifer a cambio de conseguir el poder y la impunidad en la Tierra. Debemos suponer que a estos semejantes les sucede que el día que se marchan de este mundo se encuentran en el Infierno verdadero sin tener ningún pacto de poder con su soberano y se entregan al llanto y el crujir de dientes de acuerdo con las palabras tremendas de Jesucristo que obligan a pasar de puntillas, sobre ellas, a las doctrinas problemáticas de las iglesias cristianas.
El llamado misterio del mal, que suena muy bien en lengua latina, es uno más de los conceptos fraudulentos de la filosofía escolástica y muestra la baja calidad de esta filosofía que se sustenta en la especulación intelectual, propia de los clérigos que tienen la mente dormida, en vez de sustentarse en la experiencia espiritual de los seres humanos que tienen la mente despierta y en la lógica de Aristóteles que enseña que en el origen de todos los inventos hay un inventor. Es obvio que no existe el misterio del mal sino el invento del mal como una componente más de la estrategia de Lucifer encaminada a la conquista del poder en el Reino de Dios.
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