La cultura oculta tras la Ruta de la Seda
Extracto del diálogo que mantienen Ismael, Yasmina, Joan y Pierre y que forma parte del capítulo 70 del libro, “El Laberinto de la Verdad”.
– Supongo que a medida que se recorre el rosario de rutas comerciales habituales y se conocen a nuevos personajes también tienen lugar impresiones novedosas – dijo Pierre.
– En efecto, en cada nueva etapa del rosario de rutas comerciales habituales se descubre alguna novedad pero el descubrimiento más importante de todos es la existencia de una especie de cultura de la Ruta de la Seda que sólo puede ser percibida por un hombre que tiene la mente despierta – dijo Ismael -. Este fenómeno se manifiesta a menudo por medio de las distintas formas de la solidaridad humana y se expresa, de manera muy clara, en el ámbito de la religión.
– Explícate – dijo Joan en un tono de voz que delataba el estado emocional que le había desatado el relato.
– La mayoría de los mercaderes con los que nos topamos en los caravasares eran musulmanes, pero eran hombres que tenían la mente bastante despierta y se habían impregnado de algún elemento propio de otras religiones o de alguna superstición que provenía de China – prosiguió Ismael -. El elemento novedoso podía ser el concepto de la reencarnación o el concepto del perfeccionamiento constante que debe hacerse a lo largo de la vida. Ambos elementos novedosos proceden del Budismo. En todos los casos que contemplamos, el elemento novedoso tenía una utilidad práctica de carácter positivo. Por ejemplo el sincretismo entre el concepto de la confianza en Dios que es propio del Islam y el concepto del perfeccionamiento constante del hombre, que es propio del Budismo y tenía la peculiaridad que podía comprobarse por medio del balance del sacrificio anual del mes del Ramadán, daba como resultado a hombres que tenían la mente muy despierta y llevaban dentro el impulso de la solidaridad con el prójimo.
– ¡Qué experiencia más apasionante nos estás relatando! – dijo Pierre en tono de exclamación.
– Exacto – dijo Ismael -. La experiencia que vivimos fue tan apasionante que llegó un momento en que, mi amigo y yo, llegamos a la conclusión de que la Ruta de la Seda era una pieza muy importante del Plan de Dios en la Tierra y, con el paso de los siglos, se había convertido en una pieza clave del laberinto de la verdad.
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