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La acumulación de conciencia:  importante revelación del Plan de Dios

La acumulación de conciencia: importante revelación del Plan de Dios

Existe un elemento clave de la revelación que el Plan de Dios decidió confiar a una escuela sagrada de la India en una época remota. Nos referimos al proceso de la acumulación de conciencia que lleva a cabo el alma humana a lo largo de distintas existencias terrenales. Las escuelas sagradas de Asia han acumulado una experiencia muy sólida acerca de este tema. En los inicios del Tercer Milenio esta experiencia religiosa merece un gran respeto y debe ser estudiada por todas las personas que buscan la verdad.

La experiencia a la que nos estamos refiriendo permite desarrollar la hipótesis de que el Plan de Dios tiene el objeto de que el Universo se haga más y más consciente por medio de la acumulación de conciencia que llevan a cabo los seres creados a lo largo de sucesivas vidas terrenales. Esta hipótesis es la más consistente de todas las que tratan de explicar el gran misterio de la conciencia.

No es difícil encajar esta hipótesis con el concepto del Reino de Dios que es el más importante de todos los que conforman el magisterio de Jesucristo, pero para ello es imprescindible trascender todas las absurdidades que proclamaron los Padres de la Iglesia y los filósofos escolásticos con objeto de construir una cultura religiosa de la mente dormida que funcionó mejor o peor, a lo largo de muchos siglos, pero empezó a derrumbarse a lo largo de los últimos decenios del Siglo XX y se derrumbará, por completo, a medida que avance el Siglo XXI.

El concepto de la acumulación de conciencia, a lo largo de sucesivas vidas terrenales, es la creencia religiosa más extendida después de la existencia de Dios y muy por delante de la divinidad de Jesucristo. Este hecho, que aparece en docenas de encuestas, llama la atención a las personas inteligentes con independencia de que tengan la mente despierta o todavía la tengan dormida.

El concepto de la acumulación de conciencia, a lo largo de sucesivas vidas terrenales, formaba parte de la cosmología de los antiguos pueblos de la India de la que pasó al Budismo que la llevaría a China y a la región del sudeste de Asia.

Debemos hacer la hipótesis de que la acumulación de conciencia, a lo largo de sucesivas vidas terrenales, sea un elemento esencial de la revelación al igual como lo es la Ley Cósmica de la Armonía descubierta por los sabios chinos de la antigüedad.

Cuando se lee la Biblia, a la luz de los conceptos de la acumulación de conciencia y la Ley Cósmica de la Armonía, se accede a un plano superior de la revelación. Esto sucede porque en la Biblia también existen estos conceptos aunque en un plano incipiente.

El descubrimiento de que algunos elementos esenciales de la revelación forman parte de la Biblia en un plano incipiente, mientras juegan un papel determinante en otras civilizaciones, obliga a los cristianos a hacer una cura de humildad lo cual es un ejercicio imprescindible del que deben participar todos los seres humanos que pretenden acceder al conocimiento de la verdad.

La cura de humildad de los cristianos obtiene el premio merecido en el momento en que hay hijos de todas las civilizaciones que se percatan de que Jesucristo es el líder de la liberación de la humanidad del poder del lado de la oscuridad que la ha mantenido oprimida a lo largo de los siglos y los milenios. Este descubrimiento permite constatar la paradoja inconcebible de contemplar el liderazgo de Jesucristo sobre el conjunto de la humanidad que se mantiene intacto a pesar de todas las absurdidades que proclamaron los Padres de la Iglesia con objeto de construir un poder religioso que tendría carácter cristocéntrico y político cuando estos detalles no formaban parte del proyecto del maestro que dejó muy claro que su reino no es de este mundo.

Jesucristo proclamó, de forma inequívoca, que Juan Bautista era el más grande de los hombres nacidos de mujer y añadió que era el mismo ser que el profeta Elías. Por fin remató la enseñanza con la frase: “El que tenga oídos para oír que oiga”. Los Padres de la Iglesia tenían la mente demasiado dormida para comprender el hecho de que dos seres humanos, que han vivido en dos momentos distintos de la historia, puedan llevar dentro la misma alma. Ésta es la razón por la que la perla clarísima del relato evangélico no se incorporara a la filosofía de la Iglesia al igual como sucedió con otras perlas, igual de claras, que todas ellas dan lugar a piezas del Laberinto de la Verdad.

En el momento que la tesis de la acumulación de conciencia, a lo largo de sucesivas vidas terrenales, y la tesis de la Ley Cósmica de la Armonía se encajan con la revelación de La Biblia, presidida por el ser humano creado a imagen y semejanza de Dios, se inicia la construcción del Laberinto de la Verdad que tiene la posibilidad de iluminar las habitaciones oscuras del edificio del paradigma racionalista y científico que es una cosa que no ha logrado hacer nadie hasta ahora.

El concepto de la mente humana creada a imagen y semejanza de la mente de Dios sólo resulta comprensible cuando es el resultado de la experiencia de la fe y da lugar a la auténtica clave del conocimiento en el mundo occidental. Al margen de este concepto, que forma parte de la revelación de La Biblia, el pensamiento del ser humano tiene carácter superficial. Con el concepto de la acumulación de conciencia, a lo largo de distintas existencias terrenales, sucede lo mismo por el hecho de que es otra pieza igual de importante del Laberinto de la Verdad.

La filosofía racionalista, edificada al margen de estos dos conceptos vertebradores del conocimiento verdadero de la humanidad, es un castillo de naipes que algún día se derrumbará sin dejar ningún rastro. Es fácil imaginar que el derrumbamiento de la filosofía racionalista desencadenará una crisis, sin precedentes, en el mundo académico y en todas las manifestaciones de la cultura de masas entroncada en grandes engaños que habrán quedado al descubierto.

La filosofía racionalista convierte al ser humano en el creador de todo lo que haga falta, incluso de la percepción de la trascendencia que puede ser explicada por medio de la angustia existencial que se deriva del sentimiento de importancia desmesurado que es propio de un individuo que permanece sumido en el estado máximo del sueño psíquico que permite disfrutar de la maravilla perfecta del Universo sin contemplar el origen de la maravilla ni preguntarse el porque de la misma.

El individuo que se cree inspirador de maravillas por medio de su angustia existencial es el responsable de la mayor de todas las aberraciones intelectuales y no se merece ser invitado a ningún debate serio.

La filosofía racionalista constituye un monumento a la soberbia intelectual del individuo que tiene la mente cien por cien dormida y no siente ninguna curiosidad por lo que puede haber más allá del sueño psíquico. A pesar de este defecto tan evidente esta filosofía ha alcanzado carácter totalitario en el mundo académico de los países de Occidente y en las escuelas de negocios de todo el mundo. Cuando se cae en la cuenta de este hecho se llega a la conclusión de que la Civilización Occidental se halla metida en un callejón sin salida hasta un extremo que parece mentira que haya podido suceder.

La Civilización Occidental tendrá la posibilidad de salir del callejón sin salida a medida que los niños y las niñas que llevan dentro los impulsos de la compasión, la conciliación y el afán de buscar la verdad, en un grado destacado, se conviertan en seres responsables que formen sus familias y ocupen lugares destacados en el mundo laboral. Estos futuros líderes sociales, en la mayoría de los casos, no se santiguarán en el nombre del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo pero dejarán de lado las absurdidades que dieron sentido a la vida de sus padres porque no tendrán más remedio que contemplar, cara a cara, el mundo real que se esconde detrás del mundo aparente lo cual les exigirá elegir entre desarrollar la experiencia de la fe o volverse locos.

Dentro de un siglo los chicos y las chicas de las escuelas de enseñanza secundaria contemplarán a los pensadores que son exponentes del racionalismo, el existencialismo, el liberalismo, el marxismo, el estructuralismo, el relativismo, el agnosticismo y el resto de los ismos con el mismo sentimiento de curiosidad con que se contempla a las cebras del zoológico.

El derrumbamiento de la filosofía racionalista sólo podrá ser contemplado con la mente cuerda por los hombres y las mujeres que han descubierto que no hay ningún límite en el proceso de acercamiento a Dios. Estas personas también habrán descubierto que, en la medida que Dios posee todas las cualidades en grado infinito, no hay ningún límite al proceso de evolución del ser humano.

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