Jesucristo y la promesa del Reino de Dios
Nadie puede demostrar que Jesucristo es el Hijo Unigénito de Dios y ni siquiera el Cristo o el Ungido de Dios que es lo que proclama el Corán de los musulmanes. Sin embargo los hombres y las mujeres que tienen la mente despierta se percatan de que hay una distancia infranqueable entre Jesucristo y cualquier otro hombre o mujer que haya pisado la Tierra y aceptan que este hecho sólo puede tener una explicación de orden sobrenatural. Los hombres y las mujeres que tienen la mente más despierta han llegado a la conclusión de que Dios todavía no ha dicho la última palabra acerca del misterio de Jesucristo. En consecuencia, no hay más remedio que templar la virtud de la paciencia en la medida que Dios no tienen ninguna prisa.
El catecismo de la Iglesia Católica tiene casi mil páginas pero no consigue explicar el concepto del Reino de Dios en términos convincentes. Esto sucede porque el concepto del Reino de Dios forma parte del ámbito de la mente despierta mientras el catecismo de la Iglesia Católica forma parte del ámbito de la mente dormida.
En algunas iglesias cristianas existe un discurso acerca del Reino de Dios que forma parte el ámbito de la mente despierta aunque sea de una forma incipiente. Este fenómeno tiene lugar tanto en iglesias de la familia ortodoxa como de la familia evangélica y la Comunión Anglicana. Los fieles de estas iglesias, más modestas que otras, están más cerca de la verdad que los católicos que no tienen más remedio que permanecer subordinados a la losa de plomo de la Curia de Roma donde es muy difícil que penetre el más pequeño destello de luz sea quien sea el señor que se viste con la sotana de color blanco.
La oración del Padrenuestro que Jesucristo enseñó a sus discípulos dice con gran claridad “Venga a nosotros tu Reino”. Sin embargo los poderes religiosos afirman que el Reino de Dios aparecerá, por arte de magia, después del fin del mundo. En este tema se demuestra, con la máxima claridad, que los poderes religiosos están sujetos a los intereses del Reino de Lucifer al igual que todos los centros de poder que juegan un papel relevante en la Tierra.
El Reino de Dios no es de este mundo pero debe venir a este mundo. Ésta contradicción sólo puede ser resuelta en el plano de la mente despierta y permite comprender, mejor que otras cosas, el concepto de la Ley Cósmica de la Armonía que fue revelada a los sabios chinos de la antigüedad.
En las postrimerías del segundo decenio del Siglo XXI la norma de mantener cosas en secreto está a punto de caducar. Falta muy poco para que llegue el momento en que las escuelas sagradas deberán cumplir el mandato de Jesucristo de explicar, desde el balcón de la casa, las cosas de las que sólo pudo hablarse en voz baja a lo largo de los siglos y los milenios.
La divulgación de toda la verdad escondida ocupará un período de tiempo bastante largo pero será la señal inequívoca de que está cerca de llegar el Reino de Dios a la Tierra tal como los cristianos piden todos los días cuando rezan la oración del Padrenuestro.
La divulgación de la verdad que permanece escondida en los evangelios permitirá desenmascarar todas las absurdidades que explican los catecismos de las iglesias acerca del concepto del Reino de Dios. Es demostrable que este concepto grandioso, en el momento que se comprende que tiene carácter cien por cien práctico, adquiere la cualidad de enfocar la fe y la esperanza de los cristianos que tienen la mente despierta. También es demostrable que les sucede lo mismo a los musulmanes, los budistas y los herederos de la sabiduría china de la antigüedad que también tienen la mente despierta en el momento que acceden a la comprensión de la propuesta más importante del magisterio de Jesucristo.
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