El Vaticano: luces y sombras
Existen muchas páginas de Internet que divulgan temas más o menos espantosos que tienen que ver con el Vaticano. Estos temas formaban parte de las cosas de las que sólo se hablaba en voz baja hace veinte años. Sin embargo ahora mismo hay unos cuantos millones de personas que tienen la mente más despierta que el resto de sus semejantes y comparten estos temas en las páginas de Internet.
Una de las tesis que tiene bastantes seguidores es la que afirma que en el Vaticano reside el centro del poder real del mundo que se sustenta en una religión del lado de la oscuridad que sólo es conocida por una minoría restringida de jerarcas de la Iglesia Católica y monseñores invisibles que permanecen organizados en secreto y manejan, como títeres, al señor que se viste con la sotana de color blanco y al resto de sus colegas que todavía se creen las cosas que afirma la doctrina oficial de la institución.
Las personas que disponen de información fidedigna acerca del sistema de poder que domina el mundo saben que éste se sustenta en un entramado de grandes patrimonios financieros que permanecen bien conectados entre ellos. Es innegable que el Vaticano está atado a este sistema de poder pero éste contempla otros centros de poder que seguramente son más importantes y tienen la residencia en las plazas financieras de Nueva York, Londres, Hong Kong, Frankfurt, Tokio, Shangai, etc.
La única manera correcta que existe de hacer un juicio acertado del Estado y la Curia del Vaticano es recurriendo a las Leyes Cósmicas de la Correspondencia y la Armonía y tratar de contemplar, a través de ellas, el conjunto de la Iglesia Católica que agrupa a más de mil millones de fieles repartidos por los cinco continentes y que constituyen la sexta parte de la población del planeta.
La Ley Cósmica de la Correspondencia demuestra, por medio de múltiples ejemplos, que allí donde hay mucha luz también hay mucha oscuridad de la misma manera que allí donde hay poca luz también hay poca oscuridad. De acuerdo con este principio, que tiene carácter general y puede ser incorporado al sentido común que es propio de las personas que tienen la mente despierta, antes de contemplar la oscuridad tenebrosa, que emana del Estado y la Curia del Vaticano, conviene contemplar las grandes manifestaciones de luz que emanan de las decenas de miles de comunidades católicas de todos los tipos y están repartidas por el mundo entero.
Los fieles católicos acostumbran a rezar, a menudo, la oración del Padrenuestro al igual como lo hacen el resto de los cristianos. Esta oración, que Jesucristo enseñó a sus discípulos, proclama unas cuantas cosas grandiosas que conviene recordar en el momento de hacer un juicio acerca de la institución que custodia los restos de Pedro que fue el fundador de una dinastía que se ha mantenido incombustible hasta nuestros días. No hay que olvida que este hecho notable es lo que permite a la Iglesia Católica poseer una legitimidad que la hace singular en el conjunto de más de mil iglesias que se disputan el legado de Jesucristo.
La oración del Padrenuestro contempla a Dios como el Padre Celestial que hermana al conjunto de la humanidad por encima de las diferencias que tienen que ver con el color de la piel, la lengua, los recursos materiales, las costumbres y las creencias. Esto significa que el discípulo de Jesucristo contempla a todos los semejantes como hermanos y el que no participa de este sentimiento de fraternidad muestra que no es cristiano aunque se santigüe en el nombre del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
La oración del Padrenuestro pide que el Reino de Dios venga a la Tierra y, para que no haya ninguna duda acerca del tema, pide, a continuación, que se haga la voluntad de Dios en la Tierra tal como se hace en el Cielo.
El concepto del Dios Padre que emana de la oración del Padrenuestro tiene carácter grandioso y resulta fácil de comprender a los hombres y las mujeres que tienen la mente despierta con independencia de que estén bautizados o no lo estén.
La Iglesia Católica divulga el concepto grandioso del Dios Padre que emana de la oración del Padrenuestro, pero también divulga un concepto problemático de Dios que es el padrecito benevolente que sale al encuentro de los pecadores, con los brazos abiertos, dispuesto a perdonarles sus debilidades.
El dios padrecito se asocia inevitablemente con el género masculino. Este detalle le resta credibilidad en la medida que el Creador del Universo no tiene género lo cual significa que es Padre y es Madre.
En Internet puede hallarse un Padrenuestro apócrifo que se inicia con la frase “Padre Madre respiración de la vida, fuente del sonido”. Esta oración merece credibilidad a las personas que tienen la mente despierta mientras que el arquetipo del dios padrecito sólo resulta convincente a los semejantes que tienen la mente cien por cien dormida. El arquetipo ridículo del dios padrecito, de los brazos abiertos, está en proceso de extinción al igual que muchas otras cosas que forman parte del ámbito de la mente dormida.
Las personas que leen los evangelios, con la mente despierta, se sorprenden de que el maestro recurriera, de tanto en tanto, a la expresión que reza: “El que tenga ojos para ver que vea” o “el que tenga oídos para oír que oiga”. Esta persona no tarda mucho en comprender el sentido de estas recomendaciones de Jesucristo que no tienen ningún sentido para los semejantes que tienen la mente dormida.
Los hombres y las mujeres que tratan de seguir la recomendación de tener los ojos abiertos se percatan de que el magisterio de Jesucristo se mantiene en el plano de la mente dormida, pero, en los momento clave, asciende al plano de la mente despierta lo cual da lugar a las grandes perlas que permanecen escondidas en medio de la paja del texto al igual como sucede en el Libro de Job y otros relatos del Antiguo Testamento y al igual a como sucede en el Corán que es el libro sagrado de la última de las grandes religiones de la humanidad.
En las publicaciones de la página de “El Laberinto de la Verdad”, que aparecerán a los próximos días, nos ocuparemos de reflexionar acerca de una serie de perlas que se mantienen escondidas entre la paja de los evangelios. Algunas de ellas son frases contundentes mientras otras tienen una forma más elaborada. A continuación enumeramos unas cuantas frases contundentes que cualquier persona puede hallar en los evangelios canónicos.
“Dejad que los muertos entierren a los muertos”
“No he venido a traer paz sino espada”
“Cuando el grano de trigo muere da fruto abundante”
“El hombre que ha renacido del espíritu es como el viento que nadie sabe de donde viene ni a donde va”
“El que no contemple el Reino de Dios como un niño no entrará en él”
“Yo soy el camino, la verdad y la vida”
“Despertad, no durmáis, no caigáis en la trampa
del Tentador”
“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”
Podemos adelantar que la reflexión que nos espera, a lo largo de los próximos meses, resulta apasionante a los discípulos de Jesucristo que la intuían pero no eran capaces de racionalizarla por causa del peso de la doctrina idealista que se sigue divulgando en las catequesis católicas y así seguirá haciéndose, a lo largo de muchos años, por causa de la inercia implacable que es propia de una rueda de plomo inmensa que lleva un montón de siglos girando sobre si misma.
Los Padres de la Iglesia no tenían ninguna posibilidad de comprender las perlas, que permanecen escondidas en medio de la paja de los evangelios, por el hecho de que tenían la mente completamente dormida al igual que los escribas y los fariseos con los que tuvo que batallar Jesucristo a lo largo de los tres años de su vida pública.
La filosofía de la Iglesia Católica tiene carácter idealista. Esto significa que no se sostiene en la experiencia espiritual de los hombres y las mujeres que deciden ser discípulos de Jesucristo, sino que lo hace en el pensamiento de los Padres de la Iglesia y los filósofos escolásticos que era de matriz teórica y especulativa al igual como le sucede a la filosofía racionalista y a todas las formas de pensamiento que se mueven en el plano de la mente dormida.
Es posible hacer la hipótesis de que detrás de la doctrina católica y la filosofía racionalista hubiera una voluntad única que tuviera el propósito de construir un par de cuernos del Diablo que se retroalimentarían muy bien entre ellos con objeto de mantener, en el estado del sueño psíquico, a centenares de millones de seres humanos a lo largo de dos siglos. El resultado de esta maniobra, de perversidad inmensa, ha sido la absorción de cantidades inconmensurables de energía mental tanto de los semejantes que eligieron el campo de la Iglesia Católica como de los que eligieron seguir el camino de la Masonería y otras escuelas del humanismo secular.
La oración del Padrenuestro, enunciada por Jesucristo, se mueve en el plano de la mente despierta y sólo resulta comprensible cuando se trasciende la filosofía teórica y especulativa en que se sostiene la doctrina oficial de la Iglesia Católica y el resto de iglesias que son depositarias del legado del maestro más elevado que ha pisado la Tierra.
En las postrimerías del segundo decenio del Siglo XXI merece la pena contemplar el concepto del Reino de Dios como la única alternativa posible a los grandes problemas del mundo global para los que no aparece ninguna solución a pesar de que el desarrollo de las tecnologías y los recursos financieros podrían sustentarla.
En los libros de Bernard Mong Tse se anuncian, con gran claridad, las soluciones a los grandes problemas del mundo global que son cosas mucho más sencillas de lo que se supone, pero exigen un cambio de paradigma que tenga como consecuencia la desaparición del sistema de poder que domina el mundo, desde hace siglos y milenios, a pesar de que no posee ninguna legitimidad.
Las personas que tienen la mente despierta y han elegido el lado de la luz de la energía son capaces de contemplar la venida del Reino de Dios a la Tierra como una revolución pacífica, de carácter general, que se sustente en los conceptos del amor al prójimo y el perdón de los enemigos de todos los tipos de acuerdo con los mensajes esenciales del magisterio de Jesucristo.
Los centenares de miles de comunidades católicas que existen en el mundo no tienen más remedio de divulgar la doctrina oficial de la institución que no se sostiene en los mensajes definitivos de Jesucristo sino en la filosofía teórica y especulativa que inventaron los Padres de la Iglesia. Esta doctrina cada año que pasa tiene menos credibilidad y el resultado dramático de ello es que los matrimonios que tienen la mente más despierta dejan de bautizar a sus hijos.
Hay que decir, en honor a la verdad, que en muchas comunidades católicas permanece viva una tradición de pensamiento que se sostiene en los mensajes definitivos de Jesucristo y contempla, con esperanza y firmeza, la llegada del Reino de Dios a la Tierra tal como proclama la oración del Padrenuestro que rezan todos los días.
Los cristianos que tienen la certeza de que el Reino de Dios no es una entelequia filosófica sino un tema real que debe llegar a la Tierra, un día u otro, por causa del proceso evolutivo de la humanidad, saben muy bien que no tienen otro remedio que cumplir el mandato de Jesucristo de mantenerse firmes hasta el final sin saber si serán ellos o serán sus hijos los que contemplarán el final del sistema de poder abominable que domina el mundo desde hace siglos y milenios y puede tener su cuartel general en el Vaticano u en otro lugar.
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