El ojo luminoso
Una de las enseñanzas de Jesucristo que pasó desapercibida a los Padres de la Iglesia, por la razón de que tenían la mente demasiado dormida, es la que dice: “Si tu ojo es luminoso todo tú eres luminoso, pero si tu ojo es oscuro ¡Huy! que oscuridad más grande llevas dentro”.
Cuando se examinan los rostros de centenares de hombres y mujeres, jóvenes y veteranos, que son seguidores de las páginas de El Laberinto de la Verdad en las redes sociales, se descubre que una parte significativa de ellos tienen en común el hecho de gozar de un ojo luminoso e incluso los dos. Este fenómeno es transversal a los rasgos étnicos y el color de la piel.
Hay que explicar que el ojo luminoso es una especie de semáforo que indica que una persona ha logrado construir el valor de la humildad lo cual es extremadamente difícil hasta el punto de que la mayoría de los hombres y las mujeres, que se proponen alcanzar este hito, sólo lo consiguen cuando sus hijos se han emancipado.
Todos los seres humanos llegan al mundo llevando delante de los ojos una especie de velo de ceguera aunque hay grandes diferencias acerca de este tema sobre todo por lo que hace a los niños especiales que, cuando todavía precisan llevar pañales, son capaces de ver algo que deja asombrados a sus padres.
Las escuelas sagradas saben muy bien que sólo las lágrimas tienen el poder de disolver el velo de ceguera que cubre los ojos de los seres humanos. Esto significa que al margen del sufrimiento no hay evolución posible por el lado de la luz.
El sufrimiento es generador de conciencia pero puede dañar la psicología del guerrero. Por esta razón las escuelas sagradas han desarrollado el concepto del equilibrio entre el sufrimiento y la satisfacción en el que el guerrero debe instalarse hasta el último día de su vida con objeto de llevar a cabo el proceso de evolución, que tiene escrito en su destino, sin caer en la depresión o la locura.
El velo de ceguera en la mayoría de los casos se consigue disolver en uno de los dos ojos. Ésta es la razón por la que la enseñanza de Jesucristo se refiere al ojo en singular lo cual es un detalle que ha llamado la atención a muchos estudiosos de los evangelios.
Hay algunos niños que vienen al mundo con los ojos desprovistos del velo de ceguera. Estos niños, por lo general, ven su vida sometido a obstáculos muy grandes desde la infancia más tierna. Cuando llegan a la edad adulta les resulta muy difícil no desarrollar una personalidad problemática y no caer en hábitos que llevan a la autodestrucción o la locura. Las personas de este tipo constituyen uno de los misterios más grandes de la humanidad.
La obra de Bernard Mong Tse plantea una explicación coherente a este misterio de la humanidad y trata de hallar la manera de que hombres y mujeres que, por lo general sobreviven en el estado de la depresión profunda o son recluidos en centros psiquiátricos, se reconviertan en referentes positivos inesperados de una sociedad mucho más evolucionada.
Jesucristo abrió los ojos de un ciego de nacimiento lo cual constituye un hecho prodigioso equivalente al de resucitar a un muerto. El maestro escupió en la tierra, fabricó un poco de barro y fue el barro sagrado el que abrió los ojos del ciego en el momento que éste decidió confiar en el Mesías itinerante a pesar de que había sido descalificado por los representantes del poder religioso de la época.
El sacramento del barro sagrado que abre los ojos de los ciegos de nacimiento, a condición que hayan construido la experiencia de la fe, no fue comprendido por los Padres de la Iglesia y no fue institucionalizado a pesar de que era igual de importante que el Bautismo, la Eucaristía y la Ordenación Sacerdotal que fueron los otros sacramentos que Jesucristo entregó a sus discípulos. El resto de los sacramentos fueron instituidos por la Iglesia en calidad de instrumentos que permitirían fortificar el poder religioso y son harina de otro costal.
En las postrimerías del segundo decenio del Siglo XXI existe la posibilidad de verificar la eficacia de los sacramentos auténticos por medio de tesis doctorales serias lo cual podrá dar lugar a una revolución religiosa que no tiene ningún precedente en la historia de la humanidad.
El ojo luminoso distingue al ser humano que ha sido capaz de cruzar el mar del sufrimiento e incluso el abismo de la locura pero se mantiene cuerdo y transmite un estado interior de alegría sincera que resulta paradójico en alguien que ha sufrido mucho.
En el ojo luminoso del guerrero que ha culminado, hasta cierto punto, un proceso de iniciación correcto puede leerse – de forma aproximada – el grado de humildad, fe, cordura y conciencia que ha conseguido alcanzar. Además sucede que la identidad del ojo mantiene una armonía con los rasgos psicológicos que transmite el rostro como resultado de la experiencia de la vida. Estas cosas ahora mismo pueden ser discernidas por muy pocas personas, pero habrá un día que podrán ser estudiadas por medio de la ciencia exacta de las matemáticas, y el auxilio de la informática, y podrán ser enseñadas en las universidades.
El día que la búsqueda de la verdad se convierta en un concepto de carácter objetivo, sometido al método científico de conocimiento, se comprobará que el proceso de iniciación correcto es el mismo en todos los seres humanos con independencia que sean cristianos, musulmanes, budistas, hinduistas o herederos de la antigua sabiduría china. Este hecho permitirá poner en su lugar a los poderes religiosos y sus doctrinas al tiempo que se demostrará que todas ellas forman parte del ámbito de la mente dormida en el mejor de los casos y, en el peor de ellos, son fraudes malintencionados que han provocado daños inmensos a millones y millones de seres humanos en todas partes.
El velo de ceguera que es disuelto por las lágrimas, en el lado de la luz, puede ser disuelto, por otros procedimientos, en el lado de la oscuridad. En este caso la función de las lágrimas la llevan a cabo los ritos religiosos que tienen carácter espantoso y sólo pueden ser celebrados por individuos que han alcanzado un grado muy elevado de control de la mente.
Estos individuos son capaces de alcanzar un nivel muy elevado de conciencia de la realidad y este hecho se plasma en sus ojos o al menos en uno de ellos que ha disuelto el velo de ceguera a cambio de construir una especie de telaraña que le añade un toque de oscuridad que tiene sabor inquietante. Esta telaraña es la que caracteriza el ojo oscuro de la explicación de Jesucristo que no pudo ser comprendida por los Padres de la Iglesia por causa de que tenían la mente demasiado dormida.
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