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El Laberinto de la Verdad y el Plan de Dios

El Laberinto de la Verdad y el Plan de Dios

El concepto del Laberinto de la Verdad permite explicar, de una forma racional, el Plan de Dios que es una cosa que los poderes religiosos no han conseguido explicar jamás en serio en ninguna parte lo cual ha dado lugar al desprestigio progresivo de la religión entre las personas que tienen la mente despierta.

Este hecho ha ocurrido porque los poderes religiosos se han sustentado en una fuente única de revelación. Lo cierto es que, al margen del Laberinto de la Verdad, todas las fuentes de revelación son incompletas e incluso pueden derivar en absurdidades que repugnan al sentido común como es la que proclama que no pueden hacerse transfusiones de sangre o la que impide a las mujeres acceder al sacerdocio y a los puestos de responsabilidad de la Iglesia Católica mientras la institución se desangra por causa de escándalos cuyos protagonistas casi siempre son miembros del género masculino que habían alcanzado un rango elevado.

Debemos insistir en que el único método correcto de conocimiento es el que se sostiene en la ciencia empírica aplicada a las disciplinas diversas tanto las que tienen el objeto de estudiar el mundo material como las que tienen el objeto de estudiar el mundo espiritual y las influencias misteriosas que tienen lugar entre uno y otro mundo y permanecen ausentes del paradigma vigente.

La ciencia forma parte del ámbito de la mente despierta mientras se mantiene entroncada en el método científico de conocimiento que exige la labor de varios observadores independientes y sólo acepta el sistema de trabajo que se sostiene en el ensayo repetido y la acotación progresiva del error hasta que éste se extingue.

Las disciplinas que se estudian en las universidades por lo general no se sostienen en el método científico de conocimiento sino que lo hacen en teorías diversas que son respetables pero dan lugar a los somníferos que cumplen la función de originar el sueño psíquico en el que permanecen sumidos toda la vida la gran mayoría de representantes del mundo académico.

A lo largo de los siglos se dio el nombre de física a la ciencia empírica. En el Siglo XX tuvo lugar la paradoja del nacimiento de la física teórica que se sostiene en varios compendios de hipótesis indemostrables que tienen un sabor distinto a los tópicos propios de las ideologías políticas o las doctrinas religiosas pero cumplen la misma función de adormecer la mente y no permitirle contemplar el mundo real.

La materia que recibe el nombre de física cuántica y se divulga en algunos espacios de Internet es pura filosofía que está muy lejos de la ciencia empírica. La física cuántica se sostiene en hipótesis que tienen un atractivo evidente porque poseen el sabor de la fantasía y la magia, pero están muy lejos de ser demostrables y sucede que cumplen la función de volver a meter en el estado del sueño psíquico a personas inteligentes que ya habían escapado del mismo.

Existen muchos espacios de Internet en los que se teoriza acerca de la conciencia que, al parecer, puede alcanzar un número ilimitado de dimensiones e incluso merecer el calificativo de cósmica. Con todo el respeto hay que explicar que todas estas disquisiciones están en las antípodas de la ciencia empírica y, en consecuencia, están muy lejos del único instrumento que ha permitido edificar el conocimiento de la humanidad.

Hay un fenómeno que es bastante claro y permite afirmar que existe un proceso evolutivo de la humanidad e incluso permite afirmar que el Siglo XXI contemplará un salto de calidad irreversible en este proceso. Nos referimos al hecho de que los niños que vienen al mundo llevando dentro los impulsos de la compasión, la conciliación, el servicio al prójimo, la fuerza creativa y la búsqueda de la verdad, en un grado más o menos elevado, hayan alcanzado una masa crítica suficiente para no quedarse marginados de los colectivos.

Los niños y niñas a los que nos referimos llaman la atención, de forma especial, en un momento de la historia en que el comportamiento generalizado de los pequeños se sostiene en el egoísmo más descarnado que han heredado de sus mayores y de la cultura que genera la televisión.

Los niños y niñas a los que nos referimos, si son educados de forma correcta por sus padres y sus maestros, cuando alcancen la edad adulta no elegirán el camino de la autodestrucción, por medio de la marginalidad, el alcohol o las drogas, sino que serán referentes de colectivos más amplios de personas que se guiarán por los valores de la compasión, la conciliación y el servicio a los semejantes.

Es lícito hacer la hipótesis de que, en el momento que se abra camino un fenómeno que es previsible en términos científicos, el mundo entrará en el proceso de un cambio que no tendrá ningún precedente en la historia de la humanidad y no habrá nadie que tenga poder para detenerlo.

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