El diálogo de Joan y Pierre (VIII)
Extracto del diálogo que mantienen Joan y Pierre con los cuatro monjes amigos en la farmacia del monasterio y que forma parte del capítulo 26 del libro, “El Laberinto de la Verdad”.
Segunda parte
– Es cierto que la frase de Jesucristo que proclama que los no ven verán y los que creían ver se volverán ciegos encierra algo que invita a pensar – dijo el copista.
– La historia del ciego de nacimiento incluye un detalle en el que han pensado muy pocas personas – dijo Joan -. Acordaos que Jesucristo escupe en la tierra y fabrica un poco de barro que pone sobre los párpados del ciego y es el barro sagrado el que abre sus ojos a la luz que no había contemplado jamás. El barro sagrado que abre los ojos de los ciegos es un concepto comparable al de la piedra sagrada sobre la que fue edificada la Iglesia. Pero sucede que los conceptos más importantes del magisterio de Jesucristo todavía no han sido descubiertos por sus discípulos y esto sucede porque la inmensa mayoría de ellos todavía tienen los ojos cerrados.
– Lo que he escuchado esta tarde acerca del concepto del barro sagrado que abre los ojos de los ciegos y la piedra sagrada sobre la que fue edificada la Iglesia son las cosas más interesantes que han aparecido en las tertulias que celebramos en la farmacia del monasterio – dijo el copista -. Confieso que tardaré bastante tiempo en digerir estos conceptos tan novedosos.
– Los caballeros templarios que tenían los ojos abiertos sabían muy bien que su compromiso de fidelidad no era con el señor que lleva puesta la triple corona sobre la cabeza sino con la piedra sagrada sobre la que Jesucristo edificó la Iglesia, dijo Joan en un tono de voz de máxima contundencia . Lucifer puede ser el dueño de la Curia de Roma, instalada en Aviñón, pero la piedra sagrada no puede ni siquiera tocarla porque Jesucristo aseguró que las puertas del Infierno jamás prevalecerían sobre ella.
– Las palabras del caballero templario, que había elegido vivir en la clandestinidad, desataron un silencio respetuoso al que pondría fin el abogado de Toulouse haciendo honor a su personalidad extrovertida.
– La historia del ciego de nacimiento permite comprender la diferencia que existe entre el concepto de la fe y el concepto de la creencia – dijo -. A mi entender lo que sucedió es que el barro sagrado actuó sobre los párpados del ciego de nacimiento porque tuvo fe en el maestro itinerante a pesar de que había sido descalificado por los representantes del poder religioso de la época. Mientras tanto los testigos de aquel hecho prodigioso se ofuscaron por la razón de que eran hombres de poca fe que se aferraron a sus creencias respectivas que acabarían haciéndoles ver que el autor del milagro tenía un pacto con el Diablo.
– Ahora entiendo, por fin, la diferencia que hay entre fe y creencia – dijo el copista después de ponerse de puntillas, apoyar los codos sobre la mesa y apoyar la cabeza sobre las palmas de las manos.
– El sacerdote que me enseñó la Historia Sagrada, definía la fe como la acción de creer sin ver – prosiguió Pierre -. El día que el sacerdote murió en mis brazos me percaté de que aquel hombre, que era un profesional de la religión, no había descubierto el concepto verdadero de la fe hasta los últimos días de su vida y esto le había sucedido porque había dado un salto de plano mental. Aquel hombre era un ciego que, pocos días antes de su muerte, abrió los ojos y empezó a ver. Por esta razón me hizo llamar y me pidió perdón por el pecado que había cometido. A partir de aquel hecho sucedió que yo también abrí los ojos y empecé a ver a la edad de veinte años. Esto sucedió cuando caí en la cuenta de que el sexo no era una cosa pecaminosa que se expresaba por medio de la acción compulsiva de un hombre de voluntad débil que precisaba saciar su instinto con un adolescente, de tanto en tanto, sino que podría ser un instrumento maravilloso del intercambio amoroso entre un hombre y una mujer.
– La definición de la fe como la acción de creer sin ver no es cristiana y sólo pudo ser inspirada por Lucifer a alguno de los Padres de la Iglesia – dijo Joan -. Ninguna persona cabal puede creer en una cosa que no puede ver. La definición cristiana de fe es la acción de creer una cosa que se ve borrosa y se va viendo, más y más clara, a medida que se van abriendo los ojos y esto sucede porque se recibe la ayuda misteriosa de alguien de Arriba. A lo largo de mi vida soy capaz de distinguir por lo menos cinco momentos en que mis ojos se abrieron un poco más y aquella acción siempre fue unida al incremento de la fe y la conciencia de la realidad y sobre todo la conciencia de la ayuda de Arriba que a veces llega en el último momento.
– La acción de creer sin ver no da lugar a la fe sino que da lugar a la creencia, – dijo Pierre – . La experiencia de mi vida demuestra que la fe y la creencia son conceptos antagónicos: el hombre de fe se limita a mantener la confianza en la protección de Dios y trasciende las creencias, mientras que el hombre que permanece aferrado a las creencias jamás se atreve a confiar en Dios de forma total e incondicional.
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