El diálogo de Joan y Pierre: los Caballeros Templarios
Extracto del diálogo que mantienen Joan y Pierre y forma parte del capítulo 41 del libro, “El Laberinto de la Verdad”. El contenido de esta publicación es importante porque muestra que el Caballero Templario es un guerrero en términos psicológicos con independencia de que las circunstancias de la vida le hayan llevado a ejercer su temple en el campo de batalla o en otros escenarios más tranquilos.
– La historia de la humanidad es la historia de la guerra, la historia de la violencia, la historia de la imposición de la fuerza bruta, la historia del asesinato de seres humanos inocentes y la historia del expolio de los bienes de las familias no menos inocentes. Todas las fronteras que separan a los distintos reinos de Europa han sido trazadas con sangre incluidas las del reino que tiene el Papa de Roma como monarca. Las cosas no pueden ser de otra manera por el hecho de que el Plan de Dios en la Tierra se desarrolla con lentitud extrema y los mensajes esenciales del magisterio de Jesucristo todavía no han sido comprendidos por sus discípulos.
Joan detuvo su discurso un instante, enfocó los ojos en el centro de la mesa y lo concluyó en un tono de voz de máxima gravedad.
– La historia de la humanidad es la historia del poder y la historia de la lucha por el poder. Esto significa que los protagonistas de la historia son los hombres cobardes que llevan dentro del corazón la ambición de poseer poder mientras que los hombres y las mujeres valientes que llevan dentro del corazón el impulso de amar y servir al prójimo no ocupan ningún espacio en los libros de historia. Este hecho demuestra hasta que punto el proceso de evolución de la humanidad está en un estadio atrasado.
– Tienes razón.
– Incluso la historia de la Iglesia, fundada por Jesucristo, es la historia del poder. La prueba de ello es que los cristianos que rezan en latín tienen como jefe al Rey de Francia que mantiene al Papa de Roma, atado de manos, en Aviñón y los cristianos que rezan en griego tienen como jefe al Emperador de Bizancio. Estos fenómenos muestran hasta que punto el Reino de Dios todavía está lejos de la Tierra.
– Debo reconocer que tu discurso crítico acerca de la guerra tiene un gran mérito porque sale de los labios de un caballero templario que tuvo la vocación de ser un guerrero y se preparó para ello hasta el punto de ser capaz de pasar la prueba tremenda de hacer frente a diez hombres armados con palos mientras él sostenía una espada en cada mano.
– Jamás dejaré de ser un guerrero – dijo Joan en el tono de voz al que recurría en las grandes ocasiones -. Soy la misma persona que era hace veinte años. La diferencia es que entonces me preparaba para ser un guerrero de la guerra y ahora me considero un guerrero de la paz.
– Acabas de pronunciar una frase maravillosa – dijo Pierre en un tono de voz que transmitía el sentimiento de la emulación que se había despertado dentro de él ante aquel concepto insólito del guerrero de la paz.
– Los caballeros templarios eran educados en el arte de controlar la atención de la mente lo cual conoces muy bien porque pasaste por la misma escuela que pasé yo aunque tú tenías la vocación de dormir al lado de una mujer y, por esta única razón, no llegaste a ser armado caballero templario.
– Lo que has dicho es verdad, yo llevaba dentro el deseo de dormir al lado de una mujer hermosa y este deseo condicionaba mi vocación. Estoy seguro que el día que me despedí de mi último maestro en la torre de la Orden del Temple del Valle del Loira, en la que había vivido dos años y tres meses, estaba preparado para ser armado caballero templario por el hecho de haber alcanzado el grado de atención de la mente que me permitiría convertirme en un buen abogado y esto habría sucedido sin que hubiera manejado jamás una espada al igual como le había sucedido al hombre que me enseñó el oficio.
– Exacto, hay muy pocas personas que comprenden que un hombre que es invencible en el campo de batalla tiene una cosa en común con otro hombre que posee la habilidad de resolver los pleitos en beneficio de sus clientes pero sin ser injusto con los adversarios de los mismos.
Pierre no sintió la necesidad de añadir nada a aquella reflexión sublime que podía ser entendida por cualquier hombre que había sido educado en la Orden del Temple y también podía ser entendida por los monjes del Císter, que eran sus primos hermanos, pero era obvio que la reflexión sublime no tendría ningún sentido para la mayoría de personas que nunca se han ocupado de conocer el ser que llevan dentro.
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