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El diálogo de Joan y Pierre:  la desaparición de la Orden del Temple

El diálogo de Joan y Pierre: la desaparición de la Orden del Temple

Extracto del diálogo que mantienen Joan y Pierre y forma parte del capítulo 41 del libro, “El Laberinto de la Verdad”.

 Joan asintió con la cabeza. A continuación tomó la palabra para enunciar una tesis que era la última que Pierre pensaba escuchar.

                       –  Existe un proverbio muy antiguo que dice que si se quiere averiguar quien es el autor de un crimen hay que tratar de descubrir a quien favorece el crimen – dijo.

                       –  Explícame por favor todo lo que has pensado en relación al tema de la desaparición de la Orden del Temple – dijo Pierre mientras dibujaba en el rostro una expresión de suma gravedad.

Joan hizo las paces con una fresa, mantuvo otra entre los dedos índice y pulgar de su mano izquierda y tomó la palabra en un volumen de voz más bajo que el que había usado hasta aquel momento.

                        –  Puedes estar seguro de que el negocio de la financiación del comercio entre las ciudades libres de Europa tenía una rentabilidad muy elevada. Esto lo sé muy bien porque fui el responsable de la rama del negocio que financiaba el comercio entre las ciudades libres de Barcelona y Génova. El negocio tenía una rentabilidad muy elevada por la razón de que el servicio que prestaba era muy eficiente y los mercaderes decidían usar el servicio cuando eran libres de buscar otra manera de hacer las operaciones comerciales.

                        –  Me parece obvio que, una vez se hubieron inventado los instrumentos de la letra de cambio y la póliza de seguro marítimo, no podía haber ningún mercader sensato que decidiera hacer su negocio al margen de estos instrumentos que proporcionaban la máxima seguridad a todos los agentes que intervienen en una operación comercial.

                        –  Exacto, el negocio que inventaron los Caballeros Templarios tenía la cualidad de que proporcionaban la máxima seguridad a todos los agentes que intervienen en una operación comercial y hacía imposible que se metiera en ellas alguien que no disponía de credibilidad por el hecho de que no estaba en condiciones de adelantar el dinero de la operación. Yo lo sé muy bien porque soy testigo de que los clientes serios venían, a la casa de la Orden del Temple de Barcelona, por el sólo hecho de que funcionaba el procedimiento del boca-oreja mientras en Génova sucedía lo mismo. Esta situación tan favorable era la razón de la elevada rentabilidad del negocio de la financiación del comercio que sólo podía hacer alguien que se había ganado a pulso la confianza de los agentes que intervienen en el mercado lo cual había exigido de más de cincuenta años de trabajo callado.

                         –  Supongo que cuando fuiste el responsable del negocio de la financiación del comercio entre las ciudades libres de Barcelona y Génova observaste a algún usurero judío al que se le hacía la boca agua cuando se percataba del margen que tenía el negocio de las letras de cambio y las pólizas de seguro que pasaban por tus manos.

                         –  Debo explicarte que hice esta observación en una ocasión en que el maestre que era mi superior en la Orden del Temple me indicó que debía dedicar un fondo de dinero a financiar la construcción de una galera más grande que otras. La oferta que hice al armador de Barcelona le resultó más ventajosa que la que le hizo el usurero que me obsequió con una mirada llena de rabia el día que perdió el negocio.

                        –  ¿Cuál fue la oferta que prefirió el armador y cual fue la que rechazó?

                        –  La oferta que hice yo fue la de tener un diez por ciento del negocio bruto que hiciera el barco a lo largo de los primeros ocho años de navegación de acuerdo con la indicación que había recibido del maestre que era mi superior. La oferta del usurero la desconozco pero es seguro que consistía en cobrar un interés abusivo sobre el capital prestado manteniendo en sus manos la garantía de la galera y la casa del armador hasta que éste hubiera devuelto la última moneda del préstamo.

                        –  Estoy seguro de que no te equivocas.

                        –  El día que firmé aquella operación financiera con el armador de Barcelona me percaté de que había una diferencia muy grande entre el concepto del préstamo que va acompañado del riesgo de un negocio y el concepto del préstamo que va acompañado del cobro de un interés sobre el dinero prestado y la garantía de una casa. A mi modo de ver el primer concepto es una expresión del lado de la luz del dinero y el segundo concepto es una expresión del lado de la oscuridad del dinero que tiene carácter tenebroso.

                        –  Si las cosas son como tú piensas significa que, desde el momento de la disolución de la Orden del Temple, la historia de los reinos de Europa ha entrado en la oscuridad más tenebrosa que nadie puede imaginar.

                        –   Exacto, la historia de los reinos de Europa ha entrado en la oscuridad más tenebrosa que nadie puede imaginar en la medida que los verdaderos dueños de todos estos reinos sólo podrán ser los usureros que al negocio tradicional añadirán el de la financiación del comercio. Estamos contemplando un período de oscuridad que podrá ser mucho más largo que la guerra civil que espera a Francia y puede durar cien años

                        –  Entiendo muy bien que el rey de Francia y el Papa de Roma que protagonizaron la conspiración infame que permitió terminar con la Orden del Temple tenían la psicología típica de los bandidos que se apoderan de un dinero que tienen a la vista, pero los usureros, que estuvieron detrás de la conspiración, tenían la psicología de los hombres que se apoderan de un negocio de largo recorrido que les permitirá ganar mucho dinero, a lo largo de muchas generaciones, hasta el punto de que se convertirán en los únicos dueños de todos los reinos de Europa.

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