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El diálogo de Joan y Pierre:  “Dejad que los muertos entierren a sus muertos”

El diálogo de Joan y Pierre: “Dejad que los muertos entierren a sus muertos”

Extracto del diálogo que mantienen Joan y Pierre y que forma parte del capítulo 56 del libro, “El Laberinto de la Verdad”.

Los dos amigos prosiguieron la conversación a la luz de la lámpara que desprendía una luz opalina que se hizo más agradable en el momento que la tarde de mayo se desvaneció de forma definitiva. El primero en tomar la palabra fue Joan.

                        –  Los Caballeros Templarios empleaban una pedagogía muy buena que consistía en que uno de ellos leía despacio unas cuantas páginas de uno de los cuatro evangelios mientras todos los demás permanecían en silencio en el salón de la torre presidido por el fuego que ardía en el hogar. En la lectura jamás se añadían los comentarios de los Padres de la Iglesia por el hecho de que todos sabíamos que aquellos hombres tenían los ojos cerrados al igual que los escribas y los fariseos con los que tuvo que batallar el maestro y las ocurrencias, de unos y otros, tenían carácter irrelevante. Debo explicarte que me acostumbré a entender los textos de los evangelios a pesar de que mi conocimiento del latín era deficiente. Incluso me sucede que recuerdo de memoria, en latín, algunos de los pasajes más importantes.

                        –  Tuve la ocasión de asistir a bastantes sesiones de lectura de los evangelios en los salones de las torres de la Orden del Temple en los que residí a lo largo de cuatro años y siete meses. Me acuerdo que aquellas sesiones tenían lugar a lo largo de los meses del otoño y el invierno cuando los días son muy cortos y las horas de oscuridad se hacen interminables y sólo pueden romperse por medio de la manifestación de la luz del conocimiento. Estoy de acuerdo en que aquel método de estudio, inventado por los Caballeros Templarios, era muy bueno.

                        –  Debes acordarte que muchas veces sucede que cuando se escucha, por segunda vez, una lección del maestro se descubre algo que había pasado desapercibido la primera vez. Esto sucede porque Jesucristo usó una pedagogía que había sido inventada por los profetas del Antiguo Testamento. Los Caballeros Templarios a esta pedagogía le daban el nombre de hallar perlas escondidas en medio de la paja. Sucede que la perla jamás aparece la primera vez que se accede a la enseñanza del maestro pero hay un día en que se revela como un fogonazo inmenso de conocimiento que puede dejar a un hombre anonadado a lo largo de muchas horas.

                        –  Ponme un ejemplo de un fogonazo inmenso de conocimiento que surge de una perla escondida en medio de la paja de una página del evangelio.

                        –  Debes recordar un pasaje en el que un joven se acerca a Jesús y le dice que ha tomado la decisión de convertirse en un discípulo más del maestro itinerante pero le pide que, antes de seguirlo, le permita enterrar a su padre que acaba de morir. La respuesta del maestro es de una brutalidad extrema lo cual resulta incomprensible a cualquier persona que no ha empezado a abrir los ojos.   Supongo que la recuerdas.

                         –   Creo recordar que la respuesta del maestro es: “Dejad que los muertos entierren a sus muertos”.

                        –   Exacto, ésta fue la respuesta de Jesús una vez había demostrado ser el maestro del amor y la compasión.   ¿Cómo se explica la brutalidad del maestro del amor y la compasión con el aspirante a ser su discípulo que le pide nada menos que le permita enterrar a su padre que acaba de morir?

                       –  Supongo que la lectura correcta de la expresión de Jesucristo debe ser: “Dejad que los hombres que tienen la mente dormida entierren a los hombres que tienen la mente dormida”.

                        –   Exacto, la lectura correcta de la frase de Jesucristo sólo puede ser: “Dejad que los hombres que tienen los ojos cerrados entierren a los hombres que tienen los ojos cerrados.”

                         –   Debemos suponer que la brutalidad de la respuesta de Jesús tuvo la virtud de despertar la mente del aspirante a convertirse en su discípulo. Debemos suponer que, una vez hubo conseguido su objetivo, el maestro del amor y la compasión estuvo al lado de su nuevo discípulo en la ceremonia del funeral de su padre con el brazo amoroso dispuesto sobre sus espaldas.

                         –  Exacto, ésta es la suposición más probable que debe hacerse de la página del evangelio que resulta incomprensible a los hombres y mujeres que tienen los ojos cerrados.

Continuará… 

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