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El conocimiento verdadero:  un tesoro expresado en pocas palabras

El conocimiento verdadero: un tesoro expresado en pocas palabras

Ha habido millones de hombres y mujeres que se han sentido fascinados por la sentencia de Lao Tse que dice: “El que habla no sabe y el que sabe no habla”. Sin embargo son poquísimos los seres humanos que conocen el sentido de esta frase del famoso maestro chino que, al parecer, vivió más de cien años al igual que el Patriarca Job.

Existe otra frase famosa que proclama que el conocimiento verdadero se transmite por medio de pocas palabras y largos silencios. Son bastantes las personas que han adivinado que el conocimiento verdadero está reñido con los discursos retóricos pero no saben el porque.

Existe una reflexión, menos famosa, de un maestro anónimo que explica al discípulo aventajado que su mente hace demasiado ruido y éste no le permite oír el canto del pájaro que le transmite justo el mensaje que le conviene escuchar. Esta frase tiene, sin duda, una magia especial en una época en que oír el canto de un pájaro constituye un privilegio.

Hay bastantes personas que han incorporado estas reflexiones, u otras parecidas, a su perfil de la página de una red social. Estas personas adivinan que detrás de las enseñanzas de los antiguos maestros de Asia hay una gran sabiduría pero les sucede que, en la sociedad del Siglo XXI, resulta muy difícil conectar con la esencia de la misma que incluso podría haberse extinguido.

El conocimiento verdadero de la humanidad no ha corrido jamás el riesgo de extinguirse por la única razón de que esta posibilidad no está prevista en el Plan de Dios. El conocimiento verdadero de la humanidad ha permanecido custodiado por las escuelas sagradas que lo han mantenido en secreto con objeto de que no pudiera caer en poder de las sociedades secretas que han controlado los centros de poder a lo largo de la historia, en especial los centros del poder financiero y los centros del poder religioso que son los más perversos de todos.

Existe una enseñanza misteriosa de Jesucristo que dice que sus discípulos tendrán el deber de explicar, desde tribunas públicas, las cosas de las que sólo pudo hablarse en voz baja a lo largo de los siglos. Está a punto de llegar el momento en que las escuelas sagradas tendrán el deber de cumplir el mandato de Jesucristo, pero sólo deberán explicarse las cosas que se asienten en la experiencia sólida de la persona que las explique. La página del Laberinto de la Verdad cumple esta norma de forma escrupulosa y asegura que todo lo que divulga es fruto de la experiencia de personas veteranas y responsables que vinieron al mundo en cuatro continentes.

Para descubrir el valor de las palabras sobrias, seguidas de silencios elocuentes, es imprescindible recurrir al concepto del discurso interior que constituye el primer enemigo de todos los seres humanos que se proponen seguir el camino del guerrero que permite ascender, una tras otra, a las plantas de la pagoda de la evolución, hasta dar cumplimiento al destino que cada uno tiene escrito en el Cielo de acuerdo con el libre albedrío del que dispone.

El concepto del discurso interior que consume, sin remedio, una masa crítica de la energía que canaliza el ser humano, y tiene la consecuencia de que deja escapar el resto de ella, es muy complicado de examinar pero puede hacerse cuando se dispone del instrumento de la pagoda de la evolución. Esto es así hasta el punto de que, llega un momento, en que el guerrero trasciende la alegoría y le sucede que el edificio, de bella factura y provisto de una docena y media de plantas dotadas de una extraña simetría, se convierte en un concepto tan real para él como el bloque de apartamentos impersonal en el que ha construido su hogar en calidad de padre o madre de familia.

Los seres humanos que han ascendido a la primera planta de la pagoda de la evolución se han percatado de la existencia del discurso interior de una forma, más o menos, borrosa y también se han percatado de que, cuando permanecían en la planta baja del edificio, su mente se mantenía atrapada, sin remedio, por este discurso misterioso aunque ellos no tuvieran la más pequeña cognición de ello.

Los hombres y las mujeres que han conseguido ascender a la segunda y la tercera planta de la pagoda de la evolución han tomado conciencia de la existencia del discurso interior, de una forma bastante clara, hasta el punto de que no han tenido más remedio que enfrentarse con él con objeto de tratar de mantenerlo bajo el control de la voluntad.

Las personas que llevan a cabo un proceso correcto de evolución, en la sociedad global del Siglo XXI, son muy pocas sobre todo en los países que, sobre el papel, están más avanzados que los demás. Estas personas, más valientes que otras, ya constituyen una masa crítica lo cual es un hecho que no había sucedido jamás o, por lo menos, no había sucedido desde hace muchos siglos.

A la mayoría de las personas que llevan a cabo un proceso de evolución correcto les sucede que se percatan de que crece, dentro de ellos, la conciencia acerca del mundo real y la conciencia de su función en el mismo. Esto sucede a medida que se impone el control de la voluntad sobre el discurso interior aunque éste no puede ser dominado, por completo, hasta que el iniciado alcanza las plantas más elevadas de la pagoda lo cual es una experiencia que poseen poquísimos seres humanos.

Una vez hemos explicado cuatro cosas imprescindibles, sobre el tema del discurso interior del ser humano, conviene que nos preguntemos acerca de su naturaleza y su procedencia. La escuela sagrada de China pudo hacer el diagnóstico de este fenómeno misterioso, hace muchos siglos, porque disponía precisamente de la alegoría de la pagoda de la evolución que demostraba que lo que definía las plantas del edificio eran los cambios que tenían lugar en el discurso interior propio de los iniciados y este fenómeno tenía nada menos que el propósito de apartarlos del camino de la iniciación.

Las técnicas de meditación que han sido desarrolladas por las escuelas sagradas de Asia han tenido el objeto de que el sujeto hallara la manera de desprenderse del discurso interior, con objeto de que el canal que lleva dentro fuera capaz de abrirse a la energía primordial que circula entre el Cielo y la Tierra y la Tierra y el Cielo y sostiene todas las cosas con objeto de que cumplan la función que les tiene asignadas el Plan de Dios.

No hay más remedio que aceptar la hipótesis de que el discurso interior, que trata de atrapar al ser humano, procede de una mente que es más potente que la suya. Para tratar de dar validez a esta hipótesis es conveniente poner algunos ejemplos con los que pueden sentirse identificados millones de seres humanos que tratan de hacer lo correcto en la vida en las postrimerías del segundo decenio del Siglo XXI.

El libro de Bernard Mong Tse que se titula “El Laberinto de la Verdad” incluye la historia de dos hermanas que, en los años de la adolescencia, les sucede que la más pequeña se siente molesta porque su hermana mayor tiene un gran parecido psicológico con el padre de familia, mientras que a la segunda chica le sucede lo mismo cuando ve en su hermana más joven un reflejo de la madre. Las dos chicas jamás se han atrevido a compartir sus secretos entre ellas ni con sus padres.

El relato novelado explica que los padres deciden celebrar una larga conversación con las dos chicas con objeto de revelarles algunos detalles de su matrimonio que ellas ya estaban en condiciones de conocer porque habían cumplido diecisiete y quince años. En medio de aquella conversación solemne sucede que las dos hermanas descubren la existencia del discurso interior y también descubren que, detrás del mismo, hay alguien, del mundo espiritual, que trata de sembrar la discordia entre ellas.

La historia que relata el libro de Bernard Mong Tse da que pensar a cualquier persona que haya empezado a despertar del estado del sueño psíquico hasta el punto de ser capaz de identificar los somníferos que son los causantes del mismo. Esta persona se percata de que los somníferos son las ocurrencias que vienen a su mente, en el momento más inesperado, como fruto del discurso interior que campa a sus anchas fuera del control de la voluntad.

Las personas que tienen experiencia real de la vida saben que puede aprenderse mucho de los errores cuando estos son examinados, con serenidad, en compañía del cónyuge fiel o el amigo verdadero. Sin embargo sucede que es muy difícil examinar un error con serenidad porque hay algo dentro del sujeto que le obliga a emitir algún tipo de juicio que tiene carácter precipitado. En el momento que dos esposos o dos amigos son capaces de identificar el juicio, de carácter precipitado, que aparece en la conversación, empiezan a estar en condiciones de percatarse de la existencia del discurso interior que los atrapa a ambos.

Es posible identificar el discurso interior en la relación que mantienen dos socios o la que es propia del patrón y el empleado en una pequeña compañía. En estos casos el discurso interior va encaminado a contemplar la paja e incluso la viga en el ojo ajeno. Hay algunos momentos en que una persona perspicaz se percata de que hay alguien que le sopla, la ocurrencia correspondiente, en el oído una y otra vez y la perfecciona a medida que transcurre el tiempo.

Es probable que en algún momento hayamos escuchado a alguien que se hace las siguientes preguntas: “¿Por qué siento agresividad hacia este señor? ¿Quién mete en mi cabeza este tema? La persona que se hace estas preguntas está cerca de descubrir el discurso interior que atrapa su mente sin remedio.

La experiencia de las escuelas sagradas muestra que sólo existe un método válido de evaluación de la paja en el ojo ajeno que consiste en contemplarla como un reflejo de la viga que cubre el ojo propio. También puede suceder que en el ojo ajeno se descubra una viga que es un reflejo de la paja en el ojo propio. Este detalle es irrelevante y lo único que le interesa al sujeto es identificar el obstáculo que no le permite contemplar la luz y le obliga a permanecer atrapado en el discurso interior sobre el que su voluntad no tiene ningún control.

La escuela sagrada de China desarrolló la experiencia de deshacer el discurso interior, sobre el que el candidato a seguir el camino de iniciación no tiene ningún control, por medio de construir un nuevo discurso que estaría sujeto a su voluntad desde el primer momento. Para ello era imprescindible que el candidato consiguiera desprenderse, por completo, del hábito de expresar quejas e impresiones negativas de cualquier tipo. La conducta debía incluir no quejarse de nada ni criticar a nadie pasara lo que pasara.

El momento en que el iniciado ha logrado el hito de no expresar nunca impresiones negativas significa que ha alcanzado la primera planta de la pagoda de la evolución y ha tomado conciencia del fenómeno del discurso interior.

En la mayoría de los casos el proceso de ascender, de la primera planta a la segunda de la pagoda, va ligado al aprendizaje del arte de escuchar la intervención de otra persona sin perder ningún detalle del hilo conductor de la misma. En el momento que el iniciado alcanza este hito sabe que ha conseguido construir un discurso interior que está bajo el control de su voluntad y tiene plena conciencia de la estrategia que siguen las fuerzas cósmicas del lado de la oscuridad para mantener el dominio sobre la humanidad en base al discurso interior de los semejantes que tratan de escapar del estado del sueño psíquico y no lo consiguen.

La escuela sagrada de China desarrolló la experiencia de que el iniciado consigue alcanzar las plantas sucesivas de la pagoda por medio de perfeccionar la empatía dirigida a las personas que aparecen, de manera inesperada, en cada momento de la vida aunque, en una inicio, la relación con ellas no sea cómoda. Hay que hacer la hipótesis de que estas personas, aparecen en la vida del sujeto, dirigidas por las fuerzas cósmicas del lado de la luz que cumplen la misión de impulsar el proceso evolutivo de la humanidad.

Hay bastantes profesionales que, en un momento de la vida, han vivido la experiencia de que un tema muy importante se resolviera de una forma negativa porque una persona clave tomó una decisión inexplicable desde el prisma del sentido común. La decisión inexplicable pudo afectar a un contrato comercial, una inversión, una relación laboral, la concesión de una licencia de obras o la sentencia de un tribunal. Todavía es más inexplicable la decisión de un francotirador que asesina a un montón de niños de un colegio y por fin se suicida. Sin embargo este tema terrible se repite, de tanto en tanto, en países diversos.

Algunos autores han tratado de examinar los temas terribles desde el prisma de la filosofía racionalista, lo cual ha dado lugar a ensayos que describen arquetipos de un supuesto inframundo sombrío que irrumpen en el supuesto inconsciente del sujeto y otras cosas por el estilo.

Existe el misterio de la inspiración creativa que es muy difícil explicar de una forma racional. Es obvio que los genios de las artes plásticas y la música son seres distintos del resto de los hijos de vecino pero es muy difícil explicar de donde procede la inspiración creativa. También es difícil explicar que Bernard Mong Tse escribiera trece mil páginas de textos, de elevada densidad, a lo largo de una decena de años y mientras hacía muchas otras cosas.

Ha llegado el momento de que los racionalistas, que tienen la mente despierta, cojan el toro por los cuernos y contemplen la hipótesis de la existencia de las fuerzas cósmicas del lado de la luz que cumplen la función de impulsar el proceso evolutivo de la humanidad y las fuerzas cósmicas del lado de la oscuridad que tratan de ponerle trabas.

Es legítimo aceptar esta hipótesis incluso sin contemplar el Plan de Dios y, por supuesto, sin hacer ninguna concesión a las absurdidades que han proclamado los poderes religiosos, a lo largo de los siglos, con el único propósito de mantener el dominio sobre la masa de seres humanos que tienen la mente más dormida.

No es legítimo combatir un cuerno del Diablo sino se combate el otro de forma paralela. No es legítimo combatir la doctrina religiosa sino se combate la filosofía racionalista de la misma manera que tampoco es legítimo combatir la filosofía racionalista sino se combate la doctrina religiosa.

Por la misma razón podríamos añadir que no es legítimo combatir el poder vaticano sino se combate, en paralelo, el poder de la masonería anti-católica de la misma manera que tampoco es legítimo combatir el poder de la masonería anti-católica sino se combate el poder vaticano.

Las personas que comprenden el sentido de estos razonamientos muestran que han empezado a despertar del estado del sueño psíquico por el hecho de que han decidido emanciparse de cualquiera de los cuernos del Diablo que se retroalimentan entre ellos.

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