Dos conceptos, dos alegorías
En las publicaciones de El Laberinto de la Verdad hemos recreado dos conceptos que aparecieron en dos escuelas sagradas que se desarrollaron en los extremos del mundo de la antigüedad.
Los dos conceptos tienen la forma de la alegoría. El primero de ellos es la pagoda de la evolución de la conciencia que tiene la cualidad de que, en cada una de sus plantas, se contempla un detalle del horizonte que permanecía invisible desde la planta inferior.
El segundo concepto es la cabeza del macho cabrío o el toro, provisto de dos grandes cuernos, que representan los pares de engaños contrapuestos que se corresponden a escuelas filosóficas, ideologías políticas, modas culturales, doctrinas religiosas y morales, etc. Los engaños contrapuestos tienen la cualidad de que se retroalimentan entre ellos y dan lugar a los grandes somníferos de masas que mantienen sumidos, en el estado del sueño psíquico, a la gran mayoría de seres humanos.
La pagoda de la evolución es una alegoría que procede de la escuela sagrada de China mientras que la imagen del macho cabrío, dotado de dos grandes cuernos, procede de la escuela sagrada de Occidente. Esta imagen se ha popularizado cuando se ha identificado con ella al Diablo en calidad de Padre de la Mentira que es el título que le otorgó Jesucristo.
En honor a la verdad hay que explicar que la escuela sagrada de China había reflexionado, más que la escuela sagrada de Occidente, acerca del poder inmenso de la mentira que había permitido construir un mundo coherente por medio de las series de conceptos contrapuestos que contienen una parte de verdad y una parte de engaño, pero tienen la posibilidad de retroalimentarse entre ellos con el resultado de que se imponga, en todos los casos, lo falso sobre lo verdadero.
La escuela sagrada de Occidente conocía la revelación de Jesucristo acerca del Príncipe del Mundo al que otorgó el título tremendo de Padre de la Mentira, pero sería la escuela sagrada de China quien llevaría a cabo una elaboración intelectual impecable acerca de los engaños contrapuestos que se retroalimentan entre ellos lo cual trae consigo que sea muy difícil que resplandezca la verdad.
La alegoría del Príncipe de las Tinieblas con la que también se identifica al Diablo es propia de la escuela sagrada de Occidente y procede de épocas muy antiguas. Esta alegoría expresa el mismo concepto del Padre de la Mentira. La luz es sinónimo de la verdad y las tinieblas son sinónimo de la mentira que ocluye la verdad.
Hay que explicar que la escuela sagrada de China poseía una experiencia singular que procedía de las cortes de altos funcionarios que constituyeron la cúspide de la administración del estado a lo largo de la secuencia de siglos en que se sucedieron las diversas dinastías del Imperio del Centro hasta que, en los inicios del Siglo XIX, el país sucumbió a la decadencia estrepitosa que perduraría muchos años, pero no conseguiría acabar con la civilización más madura de todas.
Hay que explicar que mientras en Europa se mantenía vivo el sistema feudal, hasta demasiado tarde, en China el estado se sustentaba en un elite de altos funcionarios que debían superar un complejo sistema de exámenes antes no accedían a la Ciudad Prohibida. La culminación de la carrera de la pequeña minoría de altos funcionarios, que habían demostrado poseer los máximos méritos, tenía lugar por medio del acceso a la condición de dignatario del estado y miembro del Consejo de Gobierno que era un organismo que debía mantener un equilibrio delicadísimo con el emperador que tenía el título de Hijo del Cielo.
El emperador, revestido de un atributo sobrenatural, sobre el papel gozaba de poder absoluto, pero, en la práctica, permanecía sujeto al equilibrio delicadísimo y dificilísimo con el Consejo de Gobierno que acostumbraba a estar liderado por grandes guerreros, tanto del lado del Yang (lado de la luz) como el lado del Yin (lado del oscuridad). Los grandes guerreros alineados, en un lado y el otro de la energía, no tenían más remedio que mantener una confrontación permanente entre ellos que daba lugar al más delicado de todos los equilibrios.
Debemos suponer que los guerreros del lado del Yang habían acumulado una cultura consistente del servicio al estado y la sociedad. Mientras tanto los guerreros del lado del Yin habían acumulado una cultura, no menos consistente, en el ámbito de la ambición de poder y los instrumentos que van unidos a la lucha por el poder y el mantenimiento del poder.
Debemos suponer que esta cultura china del poder, que jamás daría lugar a un texto escrito, haría palidecer todo lo que explica El Príncipe de Maquiavelo que fue un autor serio y buen observador de la realidad, pero tenía le mente demasiado dormida para ocuparse del tema del poder que sólo puede ser examinado, con el máximo rigor, desde el prisma de la mente despierta.
Debemos tener la certeza de que los decretos imperiales, acerca de los temas esenciales que conformaban las grandes estrategias del Imperio del Centro, no eran el resultado de las ocurrencias del Hijo del Cielo sino que lo eran del desenlace de la confrontación entre las propuestas políticas que provenían de los guerreros de un lado y el otro de la energía que eran los líderes del Consejo de Gobierno. Debemos suponer que la confrontación acerca de los temas estratégicos se mantenía viva, a lo largo de muchos años, por el hecho de que sus protagonistas eran hombres que habían cultivado el valor de la paciencia.
En la historia de China hubo revueltas campesinas, guerras civiles, invasiones extranjeras, exterminios de población y cambios traumáticos de dinastía, pero siempre sucedió que hubo funcionarios heroicos que fueron capaces de educar a los nuevos dueños del estado con objeto de que las instituciones que aseguraban la continuidad de la civilización se mantuvieran intactas. Debemos suponer que los funcionarios heroicos, que salvaron el sofisticado modelo de estado de matriz meritocrática, en los momentos decisivos, fueran guerreros del lado del Yang, pero no debe excluirse que también hubiera algún guerrero del lado del Yin que comprendía que la satisfacción de la ambición de poder es posible en el marco de la civilización y no lo es desde el momento que se desencadena la barbarie.
Resulta muy interesante imaginar las batallas políticas que tuvieron lugar en la cúspide del estado y protagonizaron los guerreros de un lado u el otro de la energía a lo largo de la historia de China. Imaginemos, por ejemplo, la batalla que precedió al decreto imperial que ordenó la construcción del Gran Canal que permitiría transportar el trigo del norte al sur del país y el arroz del este y el sur al norte del país, mientras abastecería de agua a unas cuantas ciudades que podrían llegar a ser muy grandes.
Es posible imaginar la batalla política que duró muchos años hasta que se resolvió a favor del lado de la luz o quizás por medio de un delicado equilibrio, de nuevo tipo, entre los dos lados de la energía.
La construcción del Gran Canal obligó a resolver problemas técnicos comparables a los que resolvieron los constructores de las pirámides de Egipto, pero con la diferencia de que la obra pública de los chinos tenía un carácter eminentemente práctico.
El Gran Canal haría posible que el imperio alcanzara una población que pudo ser incluso la mitad de la total del mundo. El ochenta por ciento de la población eran campesinos, pero el resto de la misma estaba formada por clases medias urbanas y laboriosas que incluían a funcionarios públicos, comerciantes, médicos, profesionales liberales, militares, calígrafos, tejedores, bordadores, fabricantes de papel, artistas, artesanos de la madera, la cerámica, la forja, la porcelana, la orfebrería y la confección, zapateros, constructores, transportistas, etc.
El conglomerado de clases medias urbanas y laboriosas, que disponían de una renta muy superior a la de los campesinos, dio lugar a un mercado interior fabuloso que permitió hacer todos los inventos de la antigüedad que son el cálculo numérico, la mecánica, la medicina más madura de todas, la pólvora, la manufactura de la seda y la porcelana, el papel y las artes gráficas. Estos inventos y algunos otros menos notables se hicieron en el Imperio del Centro y no se hicieron en ningún otro lugar. Es evidente que sin estos inventos la humanidad no habría escapado jamás del dominio de las fuerzas cósmicas del lado de la oscuridad.
La experiencia de la escuela sagrada de China, depositaria del patrimonio singular acumulado por los hombres iluminados que jugaron un papel decisivo en las cortes de altos funcionarios que administraron el Imperio del Centro a lo largo de la secuencia de dinastías, posee un valor decisivo porque se sostiene en el convencimiento que tanto el impulso del lado del Yang (lado de la luz), que se expresaba por medio del servicio abnegado al estado y la sociedad, como el impulso del lado del Yin (lado de la oscuridad), que se expresaba por medio de la ambición de poseer el poder, proceden de fuera del mundo terrenal. Esta reflexión tan delicada, en el momento que se plasma sobre la pagoda de la evolución, alcanza la cualidad de la transparencia que es propia del agua del arroyo de la sierra.
En algunas de las próximas publicaciones nos ocuparemos de recrear la alegoría de la pagoda de la evolución de la conciencia en escenarios diversos. La alegoría de la pagoda permite explicar el proceso evolutivo que tiene el deber de llevar a cabo el ser humano desde el momento en que toma conciencia de tener un destino escrito en el Cielo. La alegoría de la pagoda también permite explicar el proceso evolutivo que lleva a cabo el conjunto de la humanidad a lo largo de los siglos y los milenios e incluso permite explicar los altibajos inevitables de este proceso que es un tema que los intelectuales racionalistas explican por medio de argumentos que no tienen poder de convicción.
Los guerreros del lado del Yang saben muy bien que no son nada al margen de la protección que procede del lado de la luz del mundo espiritual. Los guerreros del lado del Yin saben lo mismo en relación al lado de la oscuridad del mundo espiritual. El conocimiento de las escuelas sagradas, en lo esencial, coincide con el conocimiento de las sociedades secretas.
Las escuelas sagradas y las sociedades secretas descubrieron, en épocas remotas, la existencia de los centros conscientes del lado de la luz y el lado de la oscuridad de la energía que forman parte del mundo espiritual. Hay muchas personas sencillas que perciben la existencia de estos centros conscientes y sus batallas invisibles que están en el origen de las cosas que suceden en el mundo terrenal. Las personas que perciben estas cosas tienen la mente completamente despierta y se mantienen razonablemente cuerdas.
Las escuelas sagradas y las sociedades secretas descubrieron que el centro consciente del lado de la luz había alcanzado unas cotas de conciencia muy superiores a las que exhibía el centro consciente del lado de la oscuridad, pero este último gozaba de una ventaja muy grande que se derivaba de la lentitud con que avanzaba el proceso evolutivo de la humanidad lo cual tenía, como consecuencia, la gran cantidad de almas humanas que se incorporaban al mundo espiritual con un grado muy bajo de conciencia de la realidad, pero inundadas por los sentimiento negativos del miedo y el odio que habían acumulado a lo largo de su existencia terrenal. Estas almas rechazaban la luz y podían ser utilizadas por los agentes del lado de la oscuridad.
Existe un cierto consenso entre los hombres y mujeres que tienen la mente despierta cuando perciben la energía primordial que fluye, sin cesar, del Cielo a la Tierra y de la Tierra al Cielo. El consenso, construido por seres iluminados que poseen matrices culturales distintas, dice que esta energía primordial es el amor del Creador del Universo y cumple la función de mantener todas las cosas en su lugar desde las galaxias que están situadas a distancias inconmensurables de nuestro planeta hasta las partículas elementales de la materia.
Los hombres y mujeres que tienen la mente despierta también perciben la energía, de elevada densidad, en la que se sostiene el sistema de poder que tiene el dominio sobre el mundo desde hace siglos y milenios. Hay personas que están dotadas de un grado de sensibilidad tan acusado, en relación a este tipo de energía, que no son capaces de adentrarse en determinados recintos que constituyen la sede del poder religioso e incluso en los distritos financieros de determinadas ciudades donde la energía, de elevada densidad, se manifiesta de una forma desmesurada.
De acuerdo con la experiencia acumulada por la escuela sagrada de China, a lo largo de muchos siglos, la energía que sostiene los sistemas de poder y el conjunto del mundo aparente, que tenemos a la vista, tiene su origen en la inversión y la concentración de la energía primordial que procede de un manantial inagotable que se supone que es la mente de Dios.
Hay que reconocer que el conocimiento acumulado por las sociedades secretas acerca de los ritos religiosos del lado de la oscuridad, que cumplen la función de llevar a cabo las operaciones de inversión de la energía primordial, es muy elevado hasta el punto de que ha conseguido construir enormes depósitos virtuales de energía invertida y dotada de elevada densidad. Esta reserva incuantificable de energía invertida constituyen un arma terrible y un elemento de ventaja del centro consciente del lado de la oscuridad sobre el centro consciente del lado de la luz.
Debemos suponer que estos depósitos de energía invertida están formados por millones de almas humanas que abandonaron la existencia terrenal con el corazón embargado por el miedo, la desesperación y el odio. Debemos suponer que hasta el Siglo XIX los hechos históricos que daban a pie a este fenómeno espantoso lo hacían en una dimensión relativamente reducida, pero, a lo largo de este siglo, las cosas cambiarían por completo por causa de la experiencia terrible del colonialismo y el invento de armas nuevas que podían matar a grupos enteros de soldados.
El Siglo XX contemplaría el apogeo de los exterminios de población que fueron fruto del colonialismo y también contemplaría las dos guerras mundiales sobre todo la segunda que incluiría las experiencias definitivas que fueron los campos de exterminio y los bombardeos masivos de las ciudades de la retaguardia. Es probable que los seres humanos que se fueron del mundo terrenal, a lo largo de la primera mitad del Siglo XX, con el corazón embargado por el miedo, la desesperación y sobre todo el odio, se cuenten por decenas de millones.
Al parecer por medio de determinados ritos religiosos, del lado de la oscuridad, se alimenta a las almas que se mantienen embargadas por el odio y atrapadas en los depósitos virtuales y luego se las usa para conseguir el éxito de determinadas iniciativas, sobre todo en el ámbito del dinero en mayúsculas que son las que tienen carácter determinante a la hora de mantener el dominio sobre los centros reales de poder.
El fenómeno inconcebible que hemos descrito sólo puede ser comprendido por un hombre o una mujer que ha alcanzado el estado de la mente despierta y se mantiene cien por cien cuerdo.
En este momento tan delicado de la reflexión no tenemos más remedio que recurrir a las leyes de las matemáticas que regulan todos los fenómenos que tienen lugar en el mundo real. Debemos recordar que la energía primordial que fluye del Cielo a la Tierra y de la Tierra al Cielo procede un manantial inagotable que es la mente de Dios.
Debemos tener por seguro que la energía primordial tiene carácter infinito. En cambio la energía invertida requiere de un laborioso proceso de inversión lo cual significa que tiene carácter limitado. Incluso los depósitos virtuales, en los que permanece almacenada gran cantidad de esta energía, tienen carácter limitado e incluso es posible que estén en vías de quedar completamente agotados en un futuro no lejano.
Esta última reflexión, que se ha sustentado en las leyes de las matemáticas, resulta imprescindible para que los guerreros del lado de la luz mantengan viva la esperanza en un momento muy delicado de la historia de la humanidad.
Los guerreros del lado de la luz deben recordar el magisterio de Jesucristo que renunció a explicar las cosas más importantes por medio del argumento de que sus discípulos no serían capaces de soportarlas, pero les prometió que todo sería desvelado, un día u otro, al tiempo que aseguró el éxito a todos los que fueran capaces de aguantar firmes hasta el final con independencia del grado de comprensión que hubieran alcanzado de las cosas insoportables.
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