Dios, desde la experiencia y reflexión de un elegido
En anterior publicación reprodujimos la reflexión acerca de Dios que hizo un hombre, a mediados del Siglo XX, cuando actuó de anfitrión del encuentro que juntó a varias personas que estaban entroncadas con las escuelas sagradas de China y Occidente.
En esta publicación reproduciremos esta reflexión acerca de Dios, otra vez, después de advertir a las personas que la leerán que es fruto de las vivencias de un elegido y éstas no pueden ser comprendidas por la inmensa mayoría de seres humanos.
“Dios es fuego que abrasa, lanza que hiere, ácido que corroe, látigo que sacude, maestro que abruma, que humilla, que transforma, que ilumina y que, al final, recompensa”.
El hombre, que dejó escrita esta reflexión grandiosa, había nacido en Bengala y había recibido de sus progenitores, un ejemplo potente de la fe que es propia de la mejor tradición del Islam. En sus años jóvenes estudió economía en Inglaterra, sirvió en el ejército de su nueva patria y resultó herido en una de las últimas acciones militares de la Segunda Guerra Mundial.
El hombre, al que nos referimos, fue un padre de familia que hizo su carrera profesional en Hong Kong al frente de una compañía dedicada a las inversiones de capital-riesgo en la industria y el comercio. En calidad de profesional, extremadamente eficiente, tuvo que pasar por la prueba tremenda de tener que elegir entre el dios del dinero y el verdadero Dios. El hombre hizo la elección correcta y, a continuación, no tuvo más remedio que soportar el escarmiento que espera a todos los semejantes que han pasado por esta experiencia límite de la vida.
Debemos recordar que Jesucristo proclamó que es imposible servir a dos señores que son Dios y el dinero. Esta enseñanza es mucho más importante de lo que piensan los clérigos que viven alejados del mundo material. Lo cierto es que sólo se tiene la certeza de que un hombre es un siervo de Dios cuando se averigua que no pudo ser comprado por el dinero en mayúsculas que es una realidad desconocida por la mayoría de la población.
La experiencia de Dios de los elegidos no puede ser comprendida por la inmensa mayoría de seres humanos, pero debe ser contemplada, con el máximo respeto, por el hecho de que constituye la cumbre de la experiencia religiosa.
Hay que explicar, con el máximo respeto, que las vivencias místicas que tienen lugar en los conventos forman parte del ámbito de la mente dormida y no tienen nada que ver con la experiencia de la que estamos narrando.
También hay que explicar que, en el lado de la oscuridad, sucede lo mismo que en el lado de la luz por el hecho de que Lucifer se ha dedicado a copiar todo los que ha visto hacer a Dios. Esto significa que la historia de la humanidad está presidida por una batalla de conciencia cuyos protagonistas son los elegidos del lado de la luz cuyo líder es Jesucristo y los elegidos del lado de la oscuridad que permanecen agrupados en el Club de los Dueños del Mundo.
El Plan de Dios persigue la evolución de la humanidad. El mito del Reino de Dios no es otra cosa más que la sociedad humana que habrá elegido el lado de la luz de la energía y habrá alcanzado un grado de evolución que ahora mismo resulta inimaginable a cualquier persona que se propone pensar en estas cosas.
Parece evidente que la llegada del Reino de Dios a la Tierra supondrá la derrota de Lucifer lo cual no cabe en la cabeza de las personas que tienen la mente despierta y han obtenido una cierta información acerca del sistema de poder que domina el mundo desde hace siglos y milenios.
La especulación filosófica acerca del concepto del Reino de Dios ha alcanzado extremos inconcebibles que todos ellos tienen el sello de la mente dormida. Debemos suponer que los doctrinarios que han hecho de este concepto un somnífero más potente que otros, lo cual les permite mantenerse sumidos con la máxima profundidad en el estado del sueño psíquico y haber perdido casi toda la energía mental, les sucede que les tiemblan las orejas cuando repiten las frases incombustibles que salieron de los labios de Jesucristo:
“Venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad en la Tierra como se hace en el Cielo”.
No hay más remedio que explicar que a Dios le interesa la evolución de la humanidad y no le interesa nada más. Esta afirmación se desprende de la experiencia de los elegidos que contemplan al verdadero Dios como un maestro extremadamente exigente de los seres humanos que se toman en serio el proceso de evolución de la conciencia.
Los elegidos poseen la experiencia del Dios maestro y los hombres y mujeres que se esfuerzan en hacer lo correcto en la vida también la poseen aunque en un plano más atenuado.
Los seres humanos que poseen la experiencia del Dios maestro saben que todo aquello que los ayuda a cumplir el destino que tienen escrito en el Cielo es bendición, mientras que todo aquellos que los aleja del mismo es error. Estas personas también saben que no existe ninguna otra clase de pecados aunque los moralistas de mente dormida expliquen otras cosas.
No tenemos más remedio que explicar que, tanto el Dios filosófico de los protestantes como el Dios sentimental de la doctrina católica, son arquetipos que están muy alejados del Dios de los elegidos que merece el máximo respeto en la medida que es fruto de una experiencia límite de la vida.
Los hombres y las mujeres que se proponen llevar a cabo el proceso de evolución, que tienen escrito en su destino, no tienen más remedio que desechar los conceptos de Dios que forman parte del ámbito de la mente dormida y elegir el concepto de Dios que es fruto de la experiencia de los elegidos.
La señal inequívoca de que un cristiano ha alcanzado el estado de la mente despierta es que se percata de que, tanto el Dios filosófico de los protestantes como el Dios padrecito benevolente de la doctrina católica, forma parte del ámbito de la mente dormida y, en consecuencia, tienen carácter fraudulento.
Los elegidos del lado de la oscuridad que luchan entre ellos, con objeto de alcanzar un asiento en el Club de los Dueños del Mundo, tienen muy claro el concepto correcto de Dios aunque ellos hayan elegido otro maestro que es Lucifer porque les ha asegurado que ha arrebatado el poder a Dios hasta el punto de poder entregar, a los mejores de sus adeptos, no sólo el poder sino también la impunidad en la Tierra.
Uno de los destellos de revelación más potentes que forman parte de La Biblia es el que explica que el ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios. Es cierto que los hombres y las mujeres llevan dentro una chispa de Dios y les sucede que, cuando consigue conectar con ella, tienen la posibilidad de alcanzar cotas del proceso de evolución de la conciencia que resultan impensables a las personas que no han hecho este descubrimiento.
Existe un rito sencillo de adoración a Dios que consiste en dirigirse al Padre común de todas las criaturas con las palabras sencillas que salen del corazón, pero con las rodillas puestas en el suelo en señal de sumisión incondicional a la voluntad del Creador del Universo.
Hay bastantes personas que, una vez han recorrido un cierto trecho del camino de la búsqueda de la verdad, reciben el premio de detectar que llevan dentro una chispa de Dios. Este momento del camino es extremadamente delicado. Sucede que algunas personas se sienten importantes por detectar en su interior una chispa de divinidad y su mente sucumbe a la confusión de pensar que ellos mismos son una parte de Dios. Algunas de estas personas llegan a pensar que, por medio de su proceso de evolución, contribuyen nada menos que a la evolución del Creador del Universo.
Dios reúne todas las cualidades positivas en grado infinito. En consecuencia es inmutable, infinito y eterno y no es susceptible de llevar a cabo ningún proceso de evolución. Si las cosas no fuera de esta manera no existirían las escuelas sagradas que han vertebrado las civilizaciones porque han sustentado su experiencia en este principio desde la época en que vivió el Patriarca Job.
Si no existiera el concepto del absoluto en mayúsculas, que es un atributo de Dios, no podría establecerse una gradación entre conceptos relativos y, en consecuencia, no existiría la filosofía. Las personas realmente inteligentes saben que las cosas son así y no pueden ser de otra manera. Mientras tanto las personas que son menos inteligentes se dejan atrapar por las modas del agnosticismo y el relativismo.
La Civilización China no conocía el concepto de Dios pero conocía el concepto del Cielo que era poseedor del atributo de la suprema armonía que va más allá del concepto del absoluto hasta el punto de dar vida al más elevado de todos los conceptos filosóficos.
Existen religiones que no conciben el concepto de Dios pero han construido el concepto del Espíritu en mayúsculas. El Dios de la Biblia tiene carácter personal y el Espíritu en mayúsculas tiene carácter impersonal, pero la experiencia del ser humano que hace lo correcto porque se siente protegido por un poder superior, ajeno al mundo terrenal, es muy parecida en un caso y el otro y tiene como resultado un proceso de evolución de la conciencia que también es muy parecido.
Los seres humanos que no se postran ante Dios, ante el Cielo o ante el Espíritu en mayúsculas, no tienen la posibilidad de comprender nada y los que se niegan a hacer esta acción, porque hay algo dentro de ellos que se lo impide, demuestran, de una forma inequívoca, que están conectados con el lado de la oscuridad de la energía.
Los seres humanos que tienen la mente completamente despierta saben que no tienen más remedio que elegir entre postrarse ante Dios o postrarse ante el Diablo. Por supuesto que existen otras posibilidades intermedias pero todas ellas forman parte del ámbito de la mente dormida al igual que las experiencias místicas que tienen lugar en los conventos.
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