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Contradicciones de la iglesia católica:  el rol de las mujeres y otros asuntos

Contradicciones de la iglesia católica: el rol de las mujeres y otros asuntos

Una de las absurdidades más llamativas de todas las que forman parte de la doctrina católica es la que proclama que las mujeres no pueden acceder al sacerdocio y a los puestos de responsabilidad de la Iglesia. La absurdidad se mantiene vigente mientras la institución se desangra por causa de una cascada de descubrimientos de temas espantosos que salen a la luz en el momento que el lado oscuro no dispone de energía suficiente para mantenerlos ocultos por más tiempo.

Nadie sabe hasta donde puede llegar la cadena de escándalos que descubren temas espantosos cuyas víctimas fueron niños, adolescentes y adultos y sus protagonistas fueron eclesiásticos de rango más o menos elevado y campeones de la amoralidad, el cinismo y la ambición de poder. Mientras tanto hay millones de mujeres católicas, religiosas y laicas, que viven entregadas al impulso sagrado del servicio al prójimo y no pintan nada en la estructura de la Iglesia.

Dentro de algunos años contemplaremos a un número significativo de jerarcas católicos encarcelados en países diversos después de haber sido declarados convictos de algún tema espantoso. Las personas de mente despierta podrán comprender que este hecho no había sucedido jamás por la razón de que la Iglesia Católica es una organización jerárquica que tiene carácter rígido y está fuertemente impregnada de la cultura de predicar una cosa y hacer otra que se mantiene tapada.

Además se pondrá de manifiesto que la institución dispone de un ordenamiento jurídico propio que, a la hora de la verdad, habrá demostrado ser fraudulento lo cual traerá consigo que ningún católico honrado tendrá el deber de acatarlo. A partir de este momento la Iglesia de Roma deberá resignarse a sustentarse en las organizaciones laicales de tipo fundamentalista que se disputan, con las sectas evangélicas, el segmento de la sociedad que agrupa a las personas que tienen la mente cien por cien dormida y el corazón comido por el miedo hasta el punto de que precisan sentirse protegidos por una organización que demuestra poseer un determinado poder.

Hay que recordar que los escándalos que se descubren en diócesis diversas de la Iglesia Católica afectan sólo a la punta del iceberg mientras el resto de la masa de hielo permanece oculta aunque nadie puede saber por cuanto tiempo el lado oscuro dispondrá de energía suficiente para impedir que el iceberg entero quede al descubierto.

Los católicos que tienen la mente despierta deben empezar a pensar en la conveniencia de que sean ellos quienes inicien las investigaciones acerca del tema de los ritos religiosos del lado de la oscuridad que cohesionan a las sociedades secretas que manejan la cabeza de la institución y han dejado los rastros más inquietantes en los cementerios clandestinos que se descubren, de tanto en tanto, en algún lugar pero nadie se atreve a hurgar en un tema del que no hay víctimas vivas ni testigos.

Si este tema, más terrible que los otros, estalla por causa de las acciones de los tribunales civiles, al igual como ha sucedido con las redes de pederastas y sus encubridores, la catástrofe de la institución podrá tener carácter definitivo en el momento que los países que son más sensibles al tema de los derechos humanos no tendrán más remedio que romper las relaciones diplomáticas con el Estado Vaticano al igual como lo hacen con los países que mantienen sistemas políticos abominables.

La cabeza de la Iglesia Católica está profundamente dividida hasta el punto de que el actual pontífice no es más que la cara visible del pacto que se fraguó entre varias fracciones que se impusieron sobre las demás después de un largo período de lucha despiadada por el poder que, en algún momento, tuvo una cierta visibilidad e incluyó el episodio inesperado de la dimisión del pontífice anterior después de varios años de recrear a los fieles con el rostro atenazado por el miedo.

El actual pontífice de la Iglesia Católica permanece arropado por una campaña de marketing exitosa que dispone de muchísimos medios y gira en torno de un actor dramático que demuestra poseer un talento innegable, pero si se examina en serio el balance de los seis años de su pontificado se descubre que su obra no va más allá de los discursos que suenan bien porque poseen sabor cristiano aunque nadie puede estar seguro de que sean sinceros cuando examina el rostro del autor del discurso, los gestos teatrales que descolocan a los interlocutores, las reformas doctrinales limitadas por causa de la presión del inmovilismo, las prebendas otorgadas a los aliados, las purgas de los enemigos y las decisiones que no ha tenido más remedio que tomar, sobre la marcha, por causa de la presión de los acontecimientos. Estas evidencias permiten constatar que el poder no lo tiene el señor que se viste con la sotana de color blanco aunque nadie sabe quien lo tiene.

El hecho de que las mujeres católicas no puedan acceder al sacerdocio y a los puestos de responsabilidad de la Iglesia no sólo repugna el sentido común sino que constituye una vulneración fragante del magisterio de Jesucristo que decidió celebrar la cena de la Pascua con los doce apóstoles, de acuerdo con el protocolo de una tradición milenaria, al tiempo que decidió confiar la misión más importante de todas a su madre y al colectivo de sus discípulas liderado por María Magdalena ya que preveía que sólo uno de sus discípulos, del género masculino, sería capaz de seguirlo hasta el final. Este hecho, que permanece muy bien documentado en los evangelios canónicos, no tiene ninguna posibilidad de romper la tradición masculinista de la Iglesia Católica hasta el punto de que el pontífice, supuestamente reformador, no se atreve ni siquiera a mencionarlo lo cual da a entender que el poder real en la institución no lo tiene él.

El Estado Vaticano es poseedor de un patrimonio material incuantificable que, en gran parte, tiene carácter estrictamente financiero y está a nombre de fiduciarios y sociedades interpuestas. El poder desproporcionado de este estado minúsculo se explica por el hecho de que mantiene entronizado nada menos que el dios del dinero nada menos que en el lugar proclamado como la sede del poder de Dios en la Tierra.

Hay mucha información en Internet que explica que tanto la banca del Estado Vaticano como otras instituciones, que tienen la sede en aquel lugar, compiten con los paraísos fiscales en las actividades ilícitas de todos los tipos y el lavado de dinero que procede de las actividades más sórdidas que pueden imaginarse. En la medida que estas acusaciones no son respondidas jamás, por medio de argumentos consistentes, hay que pensar que responden a la verdad.

El actual pontífice ha introducido reformas innegables en la administración del Estado Vaticano y ha contribuido a destapar algunos casos de corrupción que eran demasiado escandalosos, pero ha respetado al dios del dinero que se mantiene entronizado en un lugar que formalmente está consagrada al verdadero Dios. Esta afirmación es demostrable por el hecho de que la lucha por el poder se mantiene intacta como signo de identidad de la cabeza de una institución que, sobre el papel, administra nada menos que el legado de Jesucristo lo cual da lugar a la mayor de todas las paradojas.

Hay un segmento amplio de católicos que mantienen su apoyo, más o menos entusiasta, al actual pontífice mientras otro segmento más reducido de fieles, que residen sobre todo en Europa y los Estados Unidos, lo detestan e incluso lo califican de hereje y falso profeta al tiempo que añaden su firma a un escrito que solicita su dimisión lo cual es un hecho que no había sucedido jamás en la historia de la Iglesia. Mientras tanto los hombres y mujeres que se esfuerzan en ser discípulos de Jesucristo y, por esta razón tienen la mente un poco más despierta que los demás, se encogen de hombros ante un espectáculo político que está en las antípodas del magisterio del líder de la liberación de la humanidad del poder del Infierno.

Las personas que tienen la mente más despierta se percatan de que la proclama de la Iglesia de los Pobres constituye un concepto que no es sincero ya que puede sustentarse nada menos que en la Ley Cósmica de la Correspondencia que exige que para preservar el poder del dinero en manos de un número relativamente reducido de personas o familias, que puedan ser controladas por las sociedades secretas, es preciso que exista una masa inmensa de pobres que jamás se liberarán de la pobreza pero podrán recrear la fantasía de que son los hijos predilectos de la Iglesia.

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