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China, un país diferente en el concierto internacional

China, un país diferente en el concierto internacional

Extracto del diálogo que mantienen Ismael, Yasmina, Joan y Pierre y que forma parte del capítulo 72 del libro, “El Laberinto de la Verdad”.

Una vez los dos amigos hubieron digerido aquel tema, que no aparecería jamás en ninguna crónica accesible a los estudiosos de mente dormida pero poseía el sabor inequívoco de las cosas verdaderas, se percataron, de una vez por todas, de que China era un país distinto de todos los demás.

                       –  Una vez hubimos comprendido que el elemento principal de la Civilización China es el sentido práctico de todas las cosas, incluida la religión, nos resultó sencillo comprender otras cosas como por ejemplo el hecho de que los mongoles hubieran sido capaces de conquistar el Imperio del Centro – dijo Ismael.

                       –  ¿Qué sucedió para que los mongoles fueran capaces de conquistar el Imperio del Centro? pregunto Pierre.

                        –  Sucedió que hubo un grupo de altos dignatarios del estado que se sentían disgustados por causa de la decadencia que imperaba en la corte del emperador y decidieron apostar por una nueva dinastía – dijo Ismael -. Esta situación se había dado bastantes veces a lo largo de la historia de China pero, en aquel caso, el candidato más claro para encabezar la nueva dinastía era el caudillo de los mongoles que disponía de un gran ejército que había penetrado hasta el corazón del imperio.

                       –  Entiendo lo que sucedió – dijo Pierre.

                       –  A partir de aquella decisión, del grupo clave de altos dignatarios del estado, las cosas resultaron muy sencillas al caudillo de los mongoles que era un hombre dotado de ambición inmensa pero se regía por una superstición, de raíz budista, que era muy parecida a una de las que formaban parte del entramado de creencias, de tipo práctico, en las que se sustentaba la cosmología oficial del Imperio del Centro y no habría ninguna dificultad en integrarla en ella en un lugar de honor – dijo Ismael sin poder disimular una sonrisa que revelaba la máxima ironía en el momento que culminó la explicación.

                        –  ¡Qué tema más interesante! – dijo Joan en tono de exclamación.

                        –  La prueba de que las cosas sucedieron tal como nos explicó nuestro traductor es que la nueva dinastía, encabezada por el caudillo de los mongoles, comprendió muy pronto que no tenía ninguna posibilidad de cambiar nada relevante acerca de la administración del estado que seguiría funcionando exactamente igual a como lo había hecho a lo largo de los mil cuatrocientos años que habían transcurrido desde la unificación de la docena y media de reinos que había dado lugar al Imperio del Centro que tenía entre sus ciudades más importantes la que había sido su primera capital y fue el lugar en el que mi amigo y yo pasamos un año y diez meses.

Después de las últimas palabras de Ismael los dos amigos ya no tuvieron ninguna duda de que China era un país distinto de todos los demás.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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