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Bernard Mong Tse

Bernard Mong Tse

Mong Tse vivió en China tres siglos antes de Jesucristo y fue protagonista de una experiencia que tuvo un parecido con la del Patriarca Job que constituye uno de los grandes hitos de La Biblia. El maestro chino descubrió el poder de la experiencia de la fe, la paciencia y la perseverancia al igual que el patriarca judío aunque él no creía en el concepto de Dios sino en el concepto del Cielo.

Bernard Mong Tse es un seudónimo que ha sido construido por medio de los nombres de dos hombres iluminados que son representativos de las dos civilizaciones que ocuparon los extremos del mundo a lo largo de muchos siglos.

Los descubrimientos que hicieron el patriarca judío y el maestro chino en los dos extremos del mundo de la antigüedad constituyen el punto de partida del libro que se titula “El Laberinto de la Verdad” y tiene más de mil páginas.

Mong Tse es conocido en Occidente con el nombre de Mencio de la misma manera que Kung Tse es conocido con el nombre de Confucio. Mong Tse fue discípulo de un nieto de Kung Tse y las pocas cosas que dejó escritas demuestran que tenía la mente cien por cien despierta al igual que el maestro de su maestro. No cabe ninguna duda de que Mong Tse poseía una experiencia consolidada de los conceptos esenciales que han permitido edificar el conocimiento de la humanidad. Estos conceptos son la humildad, la fe, la cordura, la perseverancia y la conciencia.

Es posible hacer la hipótesis de que Mong Tse fuera el fundador de la escuela sagrada que jamás tendría ninguna visibilidad pero vertebraría el lado luminoso de la Civilización China. No hay que olvidar que en esta civilización se hicieron los grandes inventos luminosos de la humanidad que son el cálculo numérico, la mecánica, la medicina, el papel y las artes gráficas.

También es posible hacer la hipótesis de que los discípulos del Patriarca Job fueran los fundadores de la escuela sagrada que tampoco tendría ninguna visibilidad pero vertebraría el lado luminoso de la Religión Judía, la Religión Cristiana y la Religión del Islam.

Hay muchas pruebas de la existencia de las dos escuelas sagradas a las que nos hemos referido y de otras dos que habrían vertebrado el lado luminoso de la Civilización de la India y la cultura de los pueblos antiquísimos del Oriente de África que se supone que estuvo en el origen de la civilización del Antiguo Egipto. El patrimonio de estas escuelas sagradas permanece vivo y ha permitido construir el Laberinto de la Verdad cuya divulgación se ha iniciado el primer lunes del otoño del año 2018.

El segundo hombre iluminado que ha permitido construir el seudónimo que firma El Laberinto de la Verdad es Bernard de Claraval (San Bernardo) que fue un monje cristiano que vivió en el Siglo XII. Bernard de Claraval, además de fundar doscientos monasterios de la Orden del Císter en varios reinos de Europa, concibió tres cosas grandiosas que no tenían nada que ver una con las otras. La primera de ellas fue el canto gregoriano que constituía un instrumento preciso de control de la mente por parte de los monjes y daría lugar a una manifestación inesperada de la belleza sosegada que penetraba los oídos de los que acudían a los monasterios. 

La segunda cosa grandiosa que concibió Bernard de Claraval fue la arquitectura gótica que permitiría construir templos acristalados abiertos a la luz divina por los cuatro lados.

La tercera cosa grandiosa que concibió Bernard de Claraval fue la Orden del Temple que haría el invento de la banca comercial que permitiría disputar a las sociedades secretas, que encuadraban a los usureros adeptos del Diablo, nada menos que el poder sobre el dinero a lo largo de la segunda mitad del Siglo XIII. Este fenómeno luminoso, en el que han pensado pocas personas, no se ha repetido nunca más a lo largo de la historia. 

Bernard de Claraval predicó la Segunda Cruzada y teorizó, mejor que nadie, el concepto de la guerra santa. Parece obvio que el inspirador de las cruzadas fue el Diablo cuyo propósito era abrir un abismo entre dos religiones que se sustentaban en los mismos conceptos. La contradicción tremenda del hombre que teorizó un concepto oscuro sin llevar ni una gota de oscuridad en el alma es una de las muchas que resuelve el Laberinto de la Verdad pero para ello precisa descubrir que en el mundo del Islam también hubo guerreros que poseían el temple y la psicología de los caballeros templarios aunque no estaban bautizados.

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