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Medicina china vs  Medicina occidental

Medicina china vs Medicina occidental

A continuación se reproduce la última parte del fragmento de un diálogo que contiene la consulta al oráculo del “I Ching” y llevan a cabo dos mujeres en la época de la vida en que ambas se estrenan en la experiencia de la maternidad.

                        –  Supongo que estaba escrito en mi destino que debía encontrarme con aquel hombre con objeto de desenmascarar el puritanismo en que había sido educada – prosiguió Karín -. El anciano que me ayudó a despertar del estado del sueño psíquico tenía la mente muy despierta y era ciento por ciento cuerdo. Aquel hombre me introdujo en la medicina china que no tiene nada que ver con la medicina occidental. Cuando me hice amiga de Meilán, que conoce muy bien ambas medicinas, pude comprobar que todo lo que me había explicado el anciano que vendía hierbas medicinales, en un mercado ambulante, era verdad.

                         –  ¿Tienes experiencia de la medicina china? – preguntó Sophie.

                         –  Si, tengo mucha experiencia de la medicina china hasta el punto de que hace muchos años que no tomo ningún fármaco de la medicina occidental. Incluso en la clínica maternal en la que nació mi hija sólo me suministraron fármacos propios de la medicina china en la medida que mi organismo está acostumbrado a ellos y no es conveniente meterle ninguno de la medicina occidental.

                         –  No entiendo lo que quieres decir.

                         –  La medicina china cumple una sola función que es educar al sistema inmunológico y es éste el que se encarga de curar las enfermedades. Por ejemplo si sufres una bronquitis y tomas un determinado antibiótico en menos de una semana te desaparece la bronquitis. En cambio si tomas un jarabe, típico de la medicina china, puede que pasen dos meses hasta que no desaparece la bronquitis. Pero también puede suceder que no vuelvas a sufrir una bronquitis nunca más en la vida.

                         –  Ahora lo entiendo.

                         –  Es obvio que las personas que tienen la mente dormida consideran que la medicina occidental es superior a la medicina china y tienen razón en el plano de la espectacularidad de las curaciones. Para comprender la superioridad de la medicina china hay que tener la mente bastante despierta.

                         –  Ahora lo entiendo.

                        –  En China hay muchos hombres del tipo del anciano que me enseñó a consultar el “I Ching” y me introdujo en el conocimiento de la medicina propia del país. En China hay muchos hombres y mujeres que tienen la mente despierta y son ciento por ciento cuerdos. En la India y en Malasia sucede lo mismo. El padre de mi marido apenas sabe leer y escribir pero es un hombre que tiene la mente despierta y es cien por cien cuerdo. En cambio en Polonia las personas que tienen la mente despierta sobreviven a base de pastillas y acarrean algún trastorno de personalidad.

                         –  ¿Cómo lo sabes?

                         –  Porque mis padres son diplomáticos y viven en Varsovia y he viajado varias veces a aquella ciudad magnífica en la que, sólo paseando por la calle, se ve que en aquel colectivo humano no hay apenas espacio para las personas que tienen la mente despierta que están obligadas a sobrevivir constreñidas entre los dos cuernos del Diablo que son el europeismo de tipo liberal y el nacionalismo católico conservador.

                         –  Explícate.

                         –  Por ejemplo una chica de veinte años que elije el cuerno del Diablo del europeismo liberal, se acuesta con todos los chicos que se lo proponen aunque no le gusten mucho y si elige el cuerno del Diablo del nacionalismo católico conservador, no se acuesta ni siquiera con el chico que le gusta muchísimo con lo que corre el peligro de perderlo.

                         –  Está claro que tanto una chica como la otra están sumidas en el estado del sueño psíquico atrapadas por dos somníferos que se retroalimentan a la perfección.

Después de culminar una reflexión de primera clase ambas jóvenes permanecieron un rato en silencio.

 

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