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Religión, espiritualidad y juventud

Religión, espiritualidad y juventud

En los años setenta del Siglo XX era habitual, en los países de Europa, la celebración de seminarios universitarios en los que aparecía un profesor, de aspecto desaliñado, que trataba de demostrar la inexistencia de Dios.

Cuando ha pasado medio siglo de unos hechos que sólo recuerdan las personas veteranas, que gozan de buena memoria, sucede que el ateismo militante ha pasado de moda mientras se extiende, entre las generaciones jóvenes, una nueva moda que puede definirse con el término de indiferencia religiosa.

El concepto de la indiferencia religiosa debe ser definido de forma rigurosa. Lo que realmente sucede, en las generaciones jóvenes, es que se extiende la indiferencia hacia las cosas que tienen que ver con el poder religioso y la doctrina religiosa, mientras crece el interés por los fenómenos espirituales que son fruto de la experiencia de las personas ordinarias con las que puede identificarse cualquier joven e incluso pueden ser la causa del nacimiento de un grupo de ellos.

La mayoría de los chinos explican que no tienen ninguna religión. Sin embargo es difícil hallar a alguien, en aquel país, que no piense que hacer viajes en el mes de noviembre no es adecuado porque, en esta época del año, los espíritus de los difuntos andan sueltos, no considere conveniente recurrir al “Feng Tsui” a la hora de distribuir el espacio de una vivienda o no crea en algún otro tema de este mismo tipo. Incluso es difícil hallar a un chino, culto y dotado de sensibilidad, que no crea que, en el largo plazo, el Cielo cumple la función de equilibrar las cosas que suceden en la Tierra. Es obvio que las personas que creen en la preponderancia del Cielo sobre la Tierra o en la existencia de los flujos de la energía que tiene naturaleza inmaterial, pero influyen sobre los objetos materiales, contemplan la existencia del mundo espiritual aunque hayan decidido vivir alejados de las religiones tradicionales.

En Cuba existe un sistema político que se sostiene en una ideología que niega la existencia de Dios. Sin embargo sucede que, en este país, está muy arraigada una religión, de origen africano, que posee ritos que acostumbran a funcionar bien en temas, de tipo práctico, como es nada menos que el del poder político. El resultado de este hecho es que, en aquel país, es posible contemplar a un señor que es profesor de filosofía en una escuela secundaria y, de día, se ocupa de demostrar la inexistencia de Dios mientras que, de noche, ejerce de sacerdote de la religión secreta que le asegura un puesto confortable en la estructura de poder que ejerce el dominio sobre la isla.

Podemos examinar la actitud espiritual de los hijos de las distintas naciones del mundo de la misma manera que lo hemos hecho con los chinos y los cubanos. Este ejercicio nos permite llegar a la conclusión de que los seres humanos que se merecen el calificativo de ateos consecuentes son muy pocos. Es posible que no vayan más allá de un uno ó un dos por ciento de la población mundial.

Hay personas que tienen una actitud de indiferencia frente a la religión, pero creen en algún tipo de superstición. Estas personas no son irreligiosas ya que la superstición es una forma primitiva de religión.

La superstición descansa en la experiencia humana por lo que está un poco más cerca de la verdad que la creencia ciega. Hay más verdad en la superstición popular, que se mantiene arraigada en la sociedad a pesar del paso de los años, que en una biblioteca entera de filosofía especulativa.

Hay personas que se proclaman agnósticas, pero creen en el misterio de la existencia. A estas personas les ocurre que un buen día reciben una especie de mensaje del misterio de la existencia que les dice: “Haz el bien y no mires a quien”. Estas personas están más cerca de Dios que algunos de sus semejantes que van a la iglesia todos los domingos y escuchan muchas cosas respetables, pero jamás la que proclama hacer el bien sin esperar nada a cambio.

Hay muchos jóvenes que muestran sensibilidad hacia el mundo espiritual y llevan dentro el impulso del servicio al prójimo. Estos mismos jóvenes perciben dentro de ellos un sentimiento de rechazo profundo ante el poder religioso y todo lo que emana del mismo: doctrina, ritos, etc. Los jóvenes de este tipo muestran que tienen la mente más despierta que sus padres y sus abuelos.

Algunos sociólogos se han decidido a examinar la actitud de los jóvenes que mantienen el interés por el mundo espiritual mientras pierden la confianza en los poderes religiosos y sus doctrinas unificadoras que ellos contemplan alejadas de la realidad e incluso contradictorias con su experiencia espiritual que no puede adaptarse a ningún principio doctrinal.

Los sociólogos que se han interesado por este tema han llegado a la conclusión de que la actitud de los jóvenes apunta a una gran transformación de las grandes religiones de la humanidad e incluso a la extinción de los poderes religiosos y sus doctrinas lo cual es un hecho que a los adultos no les cabe en la cabeza.

La Iglesia Católica mantiene vigente la doctrina que asegura que una pareja de enamorados que duermen juntos, antes de la celebración de la boda, cometen un pecado mortal que merece el castigo de Dios. Ningún joven que tenga la mente mínimamente despierta puede creer en este despropósito doctrinal que, a pesar de poseer el sabor de la manipulación descarada, cumplió la función de fortificar el poder religioso en la época que la mayoría de la población tenía la mente profundamente dormida.

La Iglesia Católica mantiene vigente el dogma que afirma que el señor que se viste con la sotana de color blanco dispone del don de la infalibilidad cuando proclama un principio que tiene que ver con la fe o la moral. Ningún joven que tenga la mente mínimamente despierta puede creer en este segundo despropósito que todavía es más malicioso que el anterior.

El señor que se viste con la sotana de color blanco todavía tiene la posibilidad de llenar una explanada con varios centenares de miles de fieles y recibir en su palacio a los jefes de estado o gobierno de los países de la Unión Europeo con lo que se rememora, por una hora, la figura del rey de reyes que rigió la vida política de este continente a lo largo de unos cuantos siglos.

El señor que se viste con la sotana de color blanco da lugar a la mayor de todas las paradojas. Sucede que puede ser contemplado como un rey de reyes por los seres humanos que precisan sentirse protegidos por una estructura de poder que trata de mantener vivo el papel de Jesucristo nada menos que en el plano de la autoridad política. Este despropósito da lugar a la mayor de todas las paradojas ya que obliga a dejar de lado la esencia del magisterio del Cristo de Dios ya que no es posible conciliarla con ningún sistema de poder.

Mientras tanto sucede que cada vez hay más jóvenes que contemplan al señor que se viste con la sotana de color blanco como un anacronismo que está en proceso de extinción. Es un hecho demostrable que las personas que tienen la mente despierta no precisan para nada sentirse protegidas por una estructura que junta el poder religioso con el poder político.

La fusión entre el poder político y el poder religioso adquirió carácter totalitario, a lo largo de un montón de siglos, lo cual trajo consigo que se cometieran una gran número de crímenes por los que la Iglesia Católica no tendría más remedio que pedir perdón aunque de una manera no muy sincera en la medida que la institución que cometía los crímenes se cambió de nombre pero siguió ejerciendo un poder que, gracias a Dios, cada año que pasa es menor.

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