“Obras son amores”: los refranes como compendio de sabiduría popular
Existe un refrán castellano que dice: “Obras son amores y no buenas razones”. Los buenos refranes tienen su origen en la ocurrencia de alguien que tenía la mente despierta y contemplaba la realidad que se esconde detrás de las cosas aparentes. Ésta es la razón por la que los buenos refranes siempre transmiten el conocimiento que es fruto de la experiencia de la vida.
La realidad escondida, detrás de las cosas aparentes, tiene un lado luminoso y un lado oscuro. Hay refranes que captan su lado oscuro y divulgan la experiencia propia del egoísta que consigue lo que se propone. Hay un refrán que glosa la experiencia del egoísmo triunfante y reza así: “Con arte y engaño se vive la mitad del año y con engaño y arte se vive la otra parte”. También hay refranes que captan el lado luminoso de la realidad escondida y divulgan una enseñanza maravillosa. El refrán que reza: “Obras son amores y no buenas razones” es de este tipo.
Es cierto que el amor verdadero tiene carácter práctico y sólo se expresa por medio de obras mesurables. Esto se sabe desde hace muchos miles de años y el descubrimiento fue hecho en todas las civilizaciones humanas. En la sociedad moderna sólo una minoría de seres humanos posee la experiencia del amor verdadero. Esto sucede porque la cultura de masas no se sustenta en esta experiencia y lo hace en modas pasajeras que están lejos de la verdad.
La experiencia principal del amor proviene de la familia. Nos referimos a la experiencia del amor de los padres que tiene como objeto a los hijos y la experiencia del amor de estos últimos que tiene como objeto a los padres. Nos referimos también a la experiencia del amor entre hermanos que puede tener una potencia muy grande o estar marcada por los más espantosos de todos los traumas.
En la Civilización China la cultura del amor entre padres e hijos y entre hermanos poseía una importancia inmensa y se mantenía intacta en medio de las vicisitudes de la historia. En cambio la cultura del amor entre los esposos era débil y permanecía sujeta a las modas transitorias.
En la Civilización Occidental también ha sucedido que el concepto del amor de pareja ha estado sujeto a las ideologías y las modas incluso a las más extravagantes. Por ejemplo el amor romántico tiene carácter neurótico tanto cuando da lugar al fruto de la satisfacción como cuando acarrea sufrimiento.
Los mitos del amor romántico son muy antiguos pero se pusieron de moda en el Siglo XIX, Romeo y Julieta, Tristán e Isolda, y los amantes de Teruel, relatan historias que glosan la insensatez y el delirio. A pesar de ello estos relatos han dado lugar a mitos del amor romántico que han generado cultura y han generado neurosis a gran escala.
Shakespeare era un autor que tenía la mente despierta y se había alineado en el lado de la luz de la energía. Este detalle se vislumbra cuando decidió terminar la tragedia de Romeo y Julieta con la reconciliación de las familias de los dos amantes, clandestinos y desgraciados hasta el fin, que vivían enfrentadas desde hacía varias generaciones. Por fin sucede que la tragedia transmite más sensatez que delirio.
Existe un enamoramiento que tiene carácter neurótico. Este tipo de pasión amorosa da lugar a la posesividad implacable sobre el compañero o la compañera de cama. La posesividad da lugar a la sospecha de la infidelidad infundada e incluso a la explosión de los celos frente al indicio ridículo que tiene lugar cuando un señor o una señora se topan con una compañera o un compañero de la escuela secundaría al que llevaban veinte años sin ver y lo obsequian con el más inocente de los abrazos.
Existe un enamoramiento verdadero que se desata cuando se encuentran dos seres que tienen escrito el destino en el Cielo uno junto al otro. Estos dos seres descubren, bastante pronto, que tienen el deber de unir sus vidas lo cual dará lugar a las emociones más potentes de todas pero también les acarreará disgustos de primera clase.
Hay mujeres que tienen la experiencia de haber conocido a un hombre del que percibieron, en seguida, que debía ser el compañero de su vida, pero decidieron casarse con otro pretendiente que estaba mejor situado en la pirámide social. Estas mujeres acostumbran a ser prisioneras de las consecuencias de su error mientras dura su matrimonio y desarrollan hábitos neuróticos que transmiten a los hijos.
La experiencia del enamoramiento verdadero ha sido poco descrita en la literatura y el cine. Las parejas que poseen esta experiencia superior la transmite a sus hijos y a nadie más porque prefieren no ser víctimas de la envidia.
El amor verdadero se mide por la intensidad que tiene todo lo que hacen los amantes tanto cuando da fruto a la satisfacción como cuando debe contemplar el sufrimiento inevitable.
La Madre Teresa de Calcuta dijo que el amor verdadero hace daño porque nos obliga a desprendernos del egoísmo. La Madre Teresa pudo divulgar sus descubrimientos grandiosos, acerca del amor al prójimo, porque se había inmunizado frente a la envidia que es un mal que también afecta a los conventos.
Las escuelas más serias de psicología han divulgado el concepto de la voluntad de sentido que se le ocurrió al padre de una de estas escuelas mientras hallaba la manera de sobrevivir en un campo de exterminio nazi lo cual es una experiencia que poseyeron poquísimas personas extraordinarias.
Cuando el ser humano halla el sentido de su vida tiene la posibilidad de soportarlo todo y crear un ejemplo positivo que resulta irresistible a sus hijos y a sus amigos verdaderos que son muy pocos. El hombre y la mujer que han hallado el sentido de su vida saben que los problemas que deben sortear, por duros que sean, no son otra cosa más que la materia prima que da lugar a las lecciones de conocimiento que tienen la oportunidad de aprender todos aquellos que se entregan a cumplir el destino que tienen escrito en el Cielo.
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