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La meditación,  una práctica para despertar la conciencia

La meditación, una práctica para despertar la conciencia

En la época en que las sociedades tribales se desarrollaron, a una cierta escala, en las cuencas del Nilo y los grandes ríos de Asia, hace más de diez mil años, los líderes de las tribus eran hombres e incluso mujeres que tenían la mente más despierta que sus semejantes y eran capaces de captar mensajes de la naturaleza que pasaban desapercibidos al resto de los miembros de la tribu. En muchas ocasiones los mensajes procedían de los pájaros aunque también podían proceder de los caballos e incluso de las hormigas.

Las personas que tienen la mente más o menos despierta conocen la experiencia de captar mensajes que proceden de una fuente ajena al mundo terrenal. Estas personas saben muy bien que para que su mente sea capaz de captar estos mensajes es preciso que no haga ruido lo cual significa que se haya liberado del discurso interior que consume, de manera irremediable, la energía mental de la mayoría de sus semejantes.

El discurso interior del ser humano es el padre de muchos males, que van desde algunas dolencias del cuerpo hasta las acciones que hace de manera automática y le acarrean un problema con otras personas e incluso con los amigos y los seres más queridos.

Las técnicas de meditación que inventaron las escuelas sagradas de Asia, en épocas remotas, tenían el propósito de liberar del discurso interior a las personas que eran capaces de practicar en serio la técnica que se adaptaba mejor a su persona.

Existe una técnica de meditación muy sencilla que está al abasto de un matrimonio joven que tienen un hijo o dos hijos pequeños. La técnica consiste en que los padres se mantengan abrazados con su hijo, o sus hijos, sujetos entre sus piernas mientras contemplan un escenario notable de los que la naturaleza regala a menudo.

Las familias que se acostumbran a experimentar esta técnica de meditación pueden llevarse la sorpresa de que un día les ocurra que reciban un mensaje inesperado de un pájaro o incluso de una mariposa. Cuando sucede una cosa de este tipo, todas las personas inteligentes entienden que incluso la caída de las hojas de los árboles obedece a leyes misteriosas y no hay nada que suceda por azar.

Las personas que poseen experiencias que permiten aplacar el discurso interior aprenden a valorar el concepto de la calidad de la vida que es un tema más sencillo de lo que parece en la época que este concepto es manoseado sin decoro por individuos desalmados que precisan engañar a sus semejantes para conseguir sus objetivos.

A las personas que permanecen prisioneras del discurso interior les sucede que este discurso cada vez incluye más detalles de tipo negativo en forma de quejas por su mala fortuna o en forma de críticas a las personas del entorno por cualquier razón.

A estas personas puede que un día reciban un mensaje de la naturaleza, pero les ocurra que el mensaje no procede del lado de la luz.

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