La filosofía racionalista en tiempos de globalización
El mundo del segundo decenio del Siglo XXI tiene carácter global. Este fenómeno ha dado origen a la existencia de una cultura general que se sostiene en la filosofía racionalista. Esta filosofía constituye la máxima expresión del sueño psíquico desde el momento que desconoce la dimensión espiritual de la existencia y el hecho de que el ser humano lleva dentro un alma que trasciende la vida terrenal.
La filosofía racionalista sobre el papel se sostiene en la razón y la ciencia, pero en realidad no es así ya que desconoce fenómenos que tienen explicación racional y pueden ser estudiados de acuerdo con el método científico de conocimiento.
La inmensa mayoría de los libros que se publican así como el contenido de las materias que se enseñan en las universidades constituyen expresiones del sueño psíquico y están más o menos alejados de la realidad que sólo puede ser contemplada desde la mente despierta.
La filosofía racionalista constituye un monumento a la soberbia intelectual del individuo que tiene la mente cien por cien dormida y no siente ninguna curiosidad por lo que puede haber más allá del sueño psíquico. La filosofía racionalista constituye un error y un fraude tan escandaloso que parece mentira que se haya convertido en la forma de pensar más generalizada de la sociedad del mundo global.
La filosofía racionalista posee un punto fuerte que surge del hecho de contemplar el poder inmenso que ha mostrado tener la razón humana a la hora de construir conocimiento de carácter práctico y desenmascarar los engaños por medio de descubrir que no tienen carácter práctico. El poder inmenso de la razón tiene la causa en que la mente humana fue creada a imagen y semejanza de la mente de Dios. La filosofía racionalista contempla el fenómeno pero no se ha dignado estudiar la causa del mismo.
La filosofía racionalista, en la medida que nace de un concepto real poderoso, tiene la posibilidad de terminar con la religión convencional que nace de una idea abstracta como es el dios padrecito de los católicos que está en proceso de extinción. Sin embargo la filosofía racionalista no tiene ninguna posibilidad de terminar con una superstición que también se base en un concepto real como es la que afirma que los espíritus de los difuntos andan sueltos las primeras semanas del mes de noviembre en la que creen la mayoría de los chinos y una minoría relevante de los hijos de otras naciones que culminan el mes de octubre con la fiesta celta del “Halloween”. Esta superstición tuvo fuerza suficiente para que la Iglesia Católica eligiera el primer día de noviembre para celebrar el Día de todos los santos y el día siguiente para celebrar el día de los difuntos que no son santos.
Bernard Mong Tse y la filosofía racionalista
La filosofía racionalista, en la medida que forma parte del ámbito de la mente dormida, no tiene ninguna manera de percatarse de que todos los fenómenos que tienen lugar en el mundo terrenal están condicionados por otros fenómenos que tienen lugar en un ámbito ajeno al mundo terrenal en el que además tiene lugar una confrontación constante entre el lado de la luz y el lado de la oscuridad de la energía. Esta afirmación hará que los racionalistas se lleven las manos a la cabeza pero resulta que los libros de Bernard Mong Tse la demuestran hasta un punto que resulta muy difícil refutar.
Los libros de Bernard Mong Tse son dieciséis y ocupan más de trece mil páginas. La obra precisa tener esta dimensión con objeto de examinar determinados fenómenos y explicarlos, una y otra vez de forma novelada, en un plano cada vez más elevado de racionalidad y aportación de pruebas. A medida que se van ascendiendo los planos, del helicoide del conocimiento, la explicación de los fenómenos adquiere un grado de coherencia muy elevado hasta el punto de que ninguna persona dotada de una mente mínimamente despierta se atreverá a refutarla.
La filosofía racionalista se derrumbará un día u otro como un castillo de naipes sin dejar rastro. El día que esto suceda existirá una nueva manera de contemplar las cosas que se sustentará en la razón y la ciencia tanto a la hora de estudiar los fenómenos materiales como a la hora de estudiar los fenómenos espirituales y sobre todo los fenómenos que sólo se pueden explicarse por medio de la interacción misteriosa que existe entre el espíritu y la materia. Estos últimos son los más importantes de todos los fenómenos.
Esta afirmación es audaz pero adquiere un gran peso en el momento que se reflexiona acerca de los milagros que todavía no tienen explicación racional y sin embargo constituyen un hecho real para decenas de millones de seres humanos que tienen la mente más despierta que el resto de sus semejantes. El Laberinto de la Verdad describe un número elevado de hechos inexplicables tanto de los que tienen detrás una acción del lado de la luz como los que tienen detrás una acción del lado de la oscuridad y demuestra que los hechos inexplicables son los que priman sobre todos los demás por lo que resulta imprescindible tenerlos en cuenta y tratar de darles una explicación racional.
La existencia de una relación misteriosa entre espíritu y materia aparece, con gran claridad, en el momento que se examina el tema delicado de los ritos religiosos que tienen carácter terrible pero constituyen el sustento de los centros de poder desde hace siglos y milenios y se cae en la cuenta de que este tema ha podido mantenerse en el más riguroso secreto hasta el día que existe la posibilidad de revelarlo. El Laberinto de la Verdad explica este tema delicadísimo por medio de argumentos difíciles de refutar, en el plano de la mente despierta, por lo que constituye un ensayo general de una nueva manera de estudiar las cosas que es la más racional y la más científica de todas.
La escuela sagrada de China posee una experiencia de muchos siglos tanto en la explicación racional del fenómeno del oráculo como en la explicación, no menos racional, del fenómeno de los ritos sagrados y los ritos oscuros que tienen un poder enorme de incidir sobre los hechos materiales en sentido positivo y sentido negativo. Hay que reconocer que la filosofía racionalista no tiene ninguna posibilidad de explicar ninguno de estos dos fenómenos.
La escuela sagrada de China dispone de la experiencia adecuada para estudiar las religiones por un procedimiento científico y sobre todo para comprender el concepto de la energía mental de Jesucristo que puede encerrar la clave de todo. En el momento que se lleva a cabo esta acción se iluminan un montón de habitaciones oscuras del edificio del paradigma racionalista y científico y se empiezan a colocar las cosas en su lugar.
En Occidente existen algunos autores que son supuestos desenmascaradores de engaños y reveladores de la verdad escondida que han hallado justo ellos. Estos autores pueden tener buena fe o pueden no tenerla. Estos autores deben ser contemplados de acuerdo con la enseñanza de Jesucristo que proclama: “Por los hechos los conoceréis”: Los autores que son investigadores infatigables de temas concretos y transmiten confianza en Dios y esperanza en la liberación de la humanidad del poder, que la mantiene oprimida desde hace siglos y milenios, están alineados en el lado de la luz. Los autores que explican historias incomprobables que generan ansiedad, miedo y confusión y, en los momentos culminantes, transmiten locura, forman parte del lado de la oscuridad e incluso pueden ser asalariados de una sociedad secreta que les entrega el guión de lo que deben explicar y financia la campaña de marketing que hace posible que un texto mediocre se convierta en un éxito literario de alcance mundial.
La mayoría de los divulgadores de temas ocultos que aparecen en Internet no tienen nada que ver con las escuelas sagradas y todo lo que saben es conocimiento de segunda mano incluso en el caso de que les sea inspirado por alguien del mundo espiritual. Por lo general estos autores no esconden que se sienten muy importantes por las cosas que explican mientras que el primer signo de identidad de las escuelas sagradas es la humildad lo cual exige el anonimato de los maestros a los que conocen poquísimas personas.
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