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El Código Sagrado:  Capítulo 9

El Código Sagrado: Capítulo 9

A continuación reproducimos uno de los capítulos del libro que tiene el título “El Código Sagrado” con objeto de dar a conocer a dos de los personajes sobre los que descansa la trama de la novela. Estos personajes son Sophie y Carolina y el diálogo tiene lugar en el mes de noviembre del año 2003.

Capítulo 9

Carolina y Sophie se sentaron, frente a sus bebidas preferidas, en un extremo de la cafetería de la piscina tal como hacían siempre después de nadar. Carolina fue la primera en hablar:
– No podía suponer que Robert fuera tan listo – dijo.
– Es mucho más inteligente de lo que te imaginas. La primera vez que habló contigo, después del debate en el Consejo de Distrito, ya sospechó que eras mi amiga. Cuando lo invitaste a dar la conferencia, en el Centro Católico, confirmó su sospecha pero decidió seguir el juego por amor. Me lo contó de una manera tan elegante que hasta me hizo reír. En cualquier caso el resultado ha sido bueno. Ahora ambos estamos convencidos de que nuestro amor es auténtico.
– ¿Qué harás ahora?
– De momento me he tirado del trapecio sin red de seguridad.
– ¿Fuisteis el fin de semana a la cabaña de la montaña?
– No hizo falta ir a ninguna cabaña, Robert tiene un apartamento precioso en Brooklyn. Además debes saber que, antes que nada, nos prometimos fidelidad y acordamos intercambiarnos los anillos de compromiso de matrimonio dentro de dos semanas.
– Me dejas asombrada. Temía que acabarías tirándote del trapecio, sin red de seguridad, pero nunca pensé que lo hicieras tan pronto.
– No sabes hasta que punto me he tirado del trapecio sin red de seguridad.
– ¿Qué quieres decir? – preguntó Carolina mirando a su amiga con los ojos muy abiertos -. No me digas que no tomaste precauciones cuando estuviste con Robert.
– Por supuesto que tomamos precauciones y que Robert demostró ser un tipo magnífico en estas cosas. El problema no es éste.
– ¿Cuál es el problema?
– No se trata de un problema que tenga que ver con nosotros dos. Se trata de otra cosa.
– ¿De qué se trata? – preguntó Carolina volviendo a mirar a su amiga con los ojos muy abiertos.
– Se trata de un secreto – respondió Sophie mientras apretaba las manos de su amiga entre las suyas -. Carolina debo informarte de un secreto.
– ¿Un secreto?
– Sí, un secreto que tiene relación con Robert.
– Explícamelo.
– Primero debes darme tu palabra de que no explicarás a nadie lo que ahora te diré.
– Te doy mi palabra.
– Carolina, debes saber que Robert ha descubierto una cosa terrible.
– ¿Qué ha descubierto?
– Robert, después de prometerme fidelidad, se puso muy serio y me dijo que tenía que explicarme una cosa muy importante. Me dijo que, por su parte, no sería honrado hacer el amor conmigo si antes no me explicaba esta cosa tan importante.
– Pero, ¿qué es esta cosa tan importante?
– Robert ha descubierto quienes están detrás de la organización terrorista que reivindicó el atentado que destruyó las Torres Gemelas de Nueva York el día once de septiembre del año dos mil uno.
Carolina permaneció varios segundos en un estado casi mineral, cuando consiguió volver en sí, miró fijamente a su amiga y con la voz temblorosa preguntó:
– ¿Quiénes son?
– No me dijo quienes son. Sólo me dijo que tenía una información, que no ha aparecido en ningún periódico, que estaba decidido a investigar hasta el fin a partir de esta información y que tenía el deber moral de explicarme estas cosas antes de que nos comprometiéramos como pareja.
– ¿Cómo ha averiguado una cosa así?
– Me explicó que cuando hizo su master en administración de negocios conoció a un joven chino y a otro alemán. Me explicó que con el chino hizo mucha amistad y con el alemán estableció una buena relación profesional. Una vez obtuvieron el diploma del master, tanto Robert como sus amigos, consiguieron empleos excelentes: el chino como broker de la Bolsa de Hong Kong, el alemán como broker del mercado de petrodólares de Londres y Robert como broker de la Bolsa de Nueva York.
Sophie se acercó un poco más a su amiga, bajó el volumen de voz y continuó con su explicación.
– Cuando tuvo lugar el atentado que destruyó las Torres Gemelas el amigo chino de Robert leyó en un periódico una información que decía que alguien pudo haber especulado en las bolsas vendiendo acciones de las compañías aéreas y las aseguradoras y recomprándolas después del atentado cuando estas acciones se derrumbaron. Entonces se puso a investigar y descubrió algunas operaciones inusuales. A continuación llamó a Robert y le anunció su descubrimiento. Robert se dedicó a investigar en la Bolsa de Nueva York y también descubrió operaciones parecidas pero de mucha más envergadura que las de Hong Kong.
– No entiendo lo que hacían esta gente para especular en las bolsas.
– Acuérdate Carolina que, cuando tuvo lugar el atentado que destruyó las Torres Gemelas, la Bolsa de Nueva York se vino abajo y los inversores que se asustaron y vendieron grandes paquetes de acciones, perdieron mucho dinero. Imagínate que alguien, que supiera con antelación que se produciría la acción terrorista, diera la orden de vender las acciones, los días anteriores a la misma, y las volviera a comprar cuando el valor de las mismas se derrumbó.
– Ahora lo comprendo.
– Pero resulta que Robert tuvo la intuición de que la gente que habían vendido aquellas acciones, antes del atentado, no lo hizo con la intención de recomprarlas más tarde sino de comprar otras acciones y se dedicó a investigar operaciones de compra. Mientras estaba absorto, en aquella búsqueda, su amigo alemán le envió un correo electrónico en el que le comentaba cosas relativas al mercado del petróleo. Entonces se le encendió la bombilla y pensó que los especuladores quizás habían comprado petróleo y pidió a su amigo de Londres que le ayudara en la investigación. A partir de aquel momento Robert y sus amigos se dedicaron a investigar en las bolsas de Nueva York, Londres y Hong Kong y en el mercado de petrodólares, siguiendo un método, y después de varias semanas de trabajo averiguaron cosas terribles.
– ¿Qué averiguaron?
– Averiguaron que, antes del atentado, los especuladores vendieron acciones y compraron petróleo y después del atentado, vendieron una parte del petróleo y recompraron las acciones. De acuerdo con los cálculos de Robert esta operación especulativa pudo tener un beneficio de cuatro mil millones de dólares. Imagínate Carolina mataron a tres mil personas para ganar cuatro mil millones.
Carolina se quedó inmóvil después de escuchar aquella noticia insólita. Sophie también permaneció en silencio esperando a que su amiga tomara la palabra. Ésta por fin se aclaró la garganta y habló con un hilo de voz.
– ¿Cómo puede ser que una cosa así no haya trascendido?
– Robert me dijo que hay bastantes personas que saben que hubo estos movimientos especulativos en las bolsas pero nadie se ha atrevido a investigarlos con rigor y a calcular el alcance que pudo tener el negocio.
– ¿Cómo puede ser que los periodistas de investigación no hayan abordado este tema?
– Robert dice que no es fácil hacer una investigación de este tipo y que él y sus amigos pudieron hacerla porque lograron obtener información simultánea tanto de las bolsas de valores de Hong Kong, Londres y Nueva York como del mercado de petrodólares. Piensa que Robert es un superdotado y tiene una capacidad de trabajo increíble. Supongo que sus colegas de Londres y Hong Kong son del mismo tipo.
Carolina escuchó las palabras de su amiga con el rostro muy serio. Se acercó un poco más a ella y en voz muy baja preguntó:
– ¿Quiénes fueron los organizadores de este negocio criminal?
– Robert no quiso decírmelo. Me explicó que los protagonistas de las ventas y las compras son fondos de inversiones de alto riesgo que tienen su sede en paraísos fiscales o en Hong Kong y no es fácil saber quien está detrás de estos fondos. También me dijo que tiene una hipótesis acerca del grupo que hizo el negocio y se trata de una hipótesis terrible. Pero no quiso decirme nada más.
– ¡No puedo creer esas cosas! – dijo entonces Carolina en un volumen de voz elevado y mirando a su amiga con una punta de ferocidad.
– ¿Por qué? – preguntó Sophie mientras sacudía su melena de color caoba y sostenía la mirada de su amiga.
– Porque es muy evidente que el atentado que destruyó las Torres Gemelas fue una agresión que fue reivindicada por una organización terrorista cuyo líder tiene nombre y apellido y proclama que su intención es levantar a los musulmanes contra los Estados Unidos.
– Esto mismo le dije yo a Robert pero él me respondió que los objetivos políticos y los objetivos económicos del atentado terrorista iban completamente unidos. Me dijo que el atentado terrorista había permitido justificar la Guerra de Irak y esta guerra, recién estrenada, ha provocado la escalada del precio del petróleo que es precisamente lo que el grupo organizador del atentado había comprado a un precio muy barato y lo había almacenado en pozos agotados de Texas. Me dijo que, en su opinión, este grupo lleva muchos años comprando petróleo de Arabia a precios muy baratos y almacenándolo en estos dichosos pozos agotados y encima el negocio goza de una subvención por el hecho de que el crudo almacenado forma parte de las reservas estratégicas de los Estados Unidos.
Carolina se quedó inmóvil después de escuchar aquellas palabras. Tomó entre sus manos las de su amiga y dijo:
– Supongo que eres conciente de que tener información acerca de estas cosas es muy peligroso.
– Si, claro que soy consciente de ello.
Las dos amigas permanecieron un rato en silencio. Carolina no era capaz de disimular que aquella información, que no podría compartir con nadie, la había dejado consternada. Por fin cogió las manos de su amiga y tomó la palabra.
– Dime una cosa Sophie. El hecho de saber que Robert se dedica a investigar cosas tan peligrosas no ha afectado tus sentimientos hacia él.
– No, al contrario. Cuando mi novio terminó de explicarme sus averiguaciones le pregunté porque quería saber estas cosas. Entonces él se puso muy serio y me dijo que lo único que da sentido a la vida es conocer la verdad y añadió que es muy triste vivir en la ignorancia. Después de decir esto se puso todavía más serio y me dijo que él era un hombre que buscaba la verdad y que no se detendría nunca ante la búsqueda de la verdad. Entonces le pregunté que sentido tenía para él esta búsqueda y me respondió que la búsqueda de la verdad es también la búsqueda de la felicidad ya que nadie puede ser feliz viviendo en el engaño. Cuando me dijo esto sentí dentro de mí un deseo muy profundo hacia él como hombre. Te aseguro que nunca había experimentado un deseo tan intenso con ningún otro chico. Entonces le dije que siempre estaría a su lado en la búsqueda de la verdad.
Las dos jóvenes se miraron a los ojos y Sophie prosiguió:
– A partir de aquel momento nuestra relación amorosa fue muy apasionada. Nada pudo apaciguar ni su pasión ni la mía a lo largo de toda la tarde. Pero Robert me demostró que además de amarme con gran pasión también era capaz de hacerlo con ternura. Además tuvo varios detalles exquisitos conmigo. Por ejemplo hubo un momento en que tuve sed y le pedí un vaso con agua, entonces se puso el albornoz, se fue a la cocina y me hizo un zumo de mandarina al que añadió miel, hielo granizado, varias hojas de menta y unas gotas de ron del Caribe. Te aseguro que estaba buenísimo.
– ¡Qué detalle!
– Robert tuvo otros detalles como por ejemplo regular la luz que desprendía una pantalla de papel enorme hasta un tipo de penumbra que hizo sentirme desinhibida y obsequiarme con melodías de música clásica de gusto exquisito. Me demostró que entiende mucho de música.
– Supongo que habrás pensado que no eres la primera chica que goza de estos detalles al lado de Robert. Es más supongo que has pensado que ha habido unas cuantas.
– Por supuesto que lo he pensado, pero no me importa, tengo suficiente autoestima para que este hecho no me importe. Además Robert, cuando ambos ya estábamos saciados de tantísima pasión amorosa, tuvo una ocurrencia fantástica que me levantó la autoestima hasta las nubes.
– ¡Cuéntame!
– Debes saber que Robert tiene en su apartamento una librería de puertas de cristal que fue construida por un ebanista de Ucrania a medianos del siglo XIX. El mueble está atestado de libros que todavía son más antiguos que la librería: son libros escritos en alemán, en ruso e incluso en latín. En la librería también hay una hilera de cajoncitos muy monos donde Robert conserva relojes, cucharitas y muchas cosas de bastante valor y todas ellas están metidas en cajitas diminutas que desprenden olores muy agradables. En una de aquellas cajitas había un robusto anillo de oro que perteneció al bisabuelo de mi novio y que por la parte de dentro tiene grabada una famosa sentencia del Talmud en hebreo. Robert me dijo que encargaría a un orfebre amigo suyo fundir el anillo de su bisabuelo y confeccionar nuestros dos anillos de compromiso que llevarán grabada por dentro la fecha de un día que ni él ni yo olvidaremos jamás. ¿Qué te parece?
– Que eres la primera chica a la que Robert obsequia con un detalle tan especial.
– Exacto, por esto te he dicho que la decisión de Robert acerca de nuestros anillos de compromiso me levantó la autoestima hasta las nubes.
Carolina no tuvo nada que añadir y Sophie prosiguió:
– Después de la excursión a la librería, que yo hice arropada con la sábana, permanecimos bastante rato acostados pero sólo en plan cariñoso hasta que dos horas antes de la medianoche le dije a Robert que debía regresar a casa antes de las once con objeto de cumplir el trato que tengo con mi madre y le pedí que me acompañara. Entonces él me pidió permiso para vestirme y lo hizo, poco a poco con muchísima delicadeza, mientras los altavoces reproducían una canción brasileña que se me quedó grabada en el alma.
– ¡Qué tipo más original! – exclamó Carolina.
– Cuando terminó de vestirme me dijo que era mucho más excitante vestir a una mujer que desnudarla.
– ¡Madre mía Sophie, que novio más insólito que te has buscado!
– Una vez en el coche me cogió la mano y me pidió que no le explicara a nadie lo que me había contado. Yo le respondí que sólo te lo contaría a ti porque entre tú y yo no hay ningún secreto pero que tú no lo explicarías a nadie más.
– ¿Ahora cómo te sientes?
– Ahora me siento enamorada sin remedio del joven más interesante que jamás pude conocer. Estoy entusiasmada con mi novio porque ahora ya sé que nuestra relación física será perfecta. Pero por supuesto que me percato de que me he tirado del trapecio sin red de seguridad. Te confieso que, cuando me despierto por la mañana pienso que mi historia con Robert es un sueño y que en cualquier momento despertaré a la realidad y mi madre me dirá: “Hija mía deberías olvidarte de este judío extravagante y elegir a otro novio más convencional”

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