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Dejad que los muertos entierren a sus muertos

Dejad que los muertos entierren a sus muertos

Unos de los relatos más difíciles de comprender que forman parte de los evangelios tiene como protagonista a un joven que se acerca a Jesús y le dice que ha decidido ser uno más de sus discípulos, pero le pide que, antes de seguirlo, le permita enterrar a su padre.

La respuesta de Jesús es la última que espera escuchar un lector de los evangelios que divulgan las enseñanzas del maestro del amor y la compasión.

Jesús dijo exactamente. “Dejad que los muertos entierren a sus muertos”.

¿Cómo se explica la brutalidad del maestro del amor y la compasión con el aspirante a ser su discípulo que le pide nada menos que le permita enterrar a su padre que acaba de morir?

La lectura correcta de la expresión de Jesucristo sólo puede ser una:

“Dejad que los hombres que tienen la mente dormida entierren a los hombres que tienen la mente dormida”.

Debemos suponer que la brutalidad de la respuesta de Jesús tuvo la virtud de despertar la mente del aspirante a convertirse en su discípulo. Debemos suponer que, una vez hubo conseguido su objetivo, el maestro del amor y la compasión estuvo al lado de su nuevo discípulo en la ceremonia del funeral de su padre con el brazo amoroso dispuesto sobre sus espaldas.

Los Padres de la Iglesia tenían la mente muy dormida al igual que los escribas y los fariseos con los que tuvo que batallar Jesucristo a lo largo de los tres años de su magisterio. Por esta razón no comprendieron esta lección del maestro al igual como no comprendieron otras que son igual de importantes.

El hecho de que las lecciones más impactantes del magisterio de Jesucristo no formen parte de las doctrinas de las iglesias, que reivindican su legado, da lugar a que estas instituciones se resignen a agrupar a los jóvenes que tienen la mente dormida mientras que los que la tienen, más o menos despierta, tratan de buscar la verdad por otros caminos.

Ahora mismo asistimos a una paradoja tremenda. Por un lado contemplamos que mientras en los países, de cultura cristiana, los jóvenes se alejan de los templos, hay fieles de otras tradiciones religiosos que se percatan de que Jesucristo es el maestro más elevado de la historia de la humanidad y se interesan por sus enseñanzas más potentes que han permanecido ocluidas por el poder religioso a lo largo de veinte siglos.

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