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De la moral y la fidelidad

De la moral y la fidelidad

Hay muchos tipos de personas. Es posible establecer normas de convivencia entre los seres humanos en algunos ámbitos. Por ejemplo es posible determinar que todas las personas tienen el deber de conocer el Código de Circulación y cumplirlo, con la máxima escrupulosidad, para el bien propio y de los demás.

Todas las personas que se merecen el título de ciudadanos saben que deben detener el coche y permitir el paso de un peatón en un “paso cebra”. El que no cumple esta norma es un anti-social y hace méritos para que le sea retirado el carné de conducir. 

En el ámbito de la moral sexual es más difícil establecer normas generales. En los libros de Bernard Mong Tse aparecen unas cuantas parejas jóvenes que están en el proceso de la formación de la familia. En estos libros se describen tipos humanos que todos ellos se esfuerzan en ser buenos ciudadanos y ciudadanas, pero no tienen más remedio que tratar de convivir con el impulso que llevan dentro que no es el mismo en todos los casos.  

Hay hombres que son fieles a su pareja por causa de un impulso que llevan dentro. Hay otros hombres que no tienen ninguna posibilidad de mantener el compromiso de fidelidad ante alguna tentación fuerte que aparece el día más inesperado. Los hombres de este tipo pueden amar a su mujer, tanto o más, que los que llevan dentro el impulso de la fidelidad.

Hay hombres que son fieles su mujer por la única razón de que tienen miedo de que ésta se entere de la infidelidad y decida pedir el divorcio. Hay mujeres que se mantienen unidas a un hombre por la única razón de que éste les asegura un buen nivel de vida, pero le ponen los cuernos, en secreto, de tanto en tanto.

Hay hombres que pueden tener una aventura con una chica fácil que aparece en su vida sin que ello haga tambalear su enamoramiento por la madre de sus hijos. Hay hombres a los que una historia de este tipo los desestabiliza por completo.

Hay hombres que seducen a una mujer con la única intención de destruir su matrimonio. Los individuos que hacen estas cosas son grandes perversos que obtienen una satisfacción por medio de contemplar el dolor en sus semejantes cuando saben que ellos son la causa de la desgracia.  

Existe un tipo de mujer que se propone seducir a un hombre con el único propósito de humillar a otra mujer en secreto. Nadie conocerá aquella historia, pero ella se sentirá feliz cuando contemple a su víctima y se diga a si misma. “Me he acostado con tu apuesto marido y tú no sabes que seguramente lo pasó mejor conmigo que contigo”.

Hay mujeres que no quieren enterarse de que su marido lleva una doble vida e incluso tiene una familia paralela. Es posible descubrir un pueblo en el que todos los vecinos conocen el secreto de un hombre a excepción de su mujer que prefiere regirse por el refrán que dice: “Ojos que no ven, corazón que no siente”.

En un libro de Bernard Mong Tse se describe una historia real que tuvo como protagonista a un hombre que había convivido, poco más de dos años, con una chica que era contemplada como la cumbre de la belleza femenina en una facultad universitaria. Sucedió que la chica abandonó al hombre y éste no tuvo más remedio que atravesar el infierno. Sin embargo la travesía se le hizo dulce cuando descubrió que un montón de compañeras de facultad de su antigua novia estaban dispuestas a hacer cola para tener una aventura con él. Hay que suponer que todas aquellas chicas se sentían en la gloria cuando compartían la intimidad con el hombre que había sido el novio de la más guapa de todas. También hay que suponer que, en la misma facultad, había chicas que habían sido educadas en una moral rígida y juzgaban de putas a sus compañeras que vivían las aventuras con el ex-novio de la que había alcanzado la condición de hito de la belleza.

Podríamos poner muchos más ejemplos que muestran las diferencias enormes que hay entre los seres humanos.

La moral que trata de establecer normas que unifican a los seres humanos forma parte del ámbito de la mente dormida. En el ámbito de la mente despierta, existe la posibilidad de hacer algo mucho más interesante que es contemplar la escalera que discurre por el corazón de la pagoda de la evolución de la consciencia por la que tienen la posibilidad de ascender todos los hombres y todas las mujeres que despiertan del estado del sueño psíquico.

Desde el prisma de la mente despierta sólo tiene sentido adivinar el grado de evolución que muestra una determinada persona con objeto de saber que tenemos la posibilidad de aprender cosas de ella o tenemos el deber de ayudarlo de la forma más sutil posible.

Desde el prisma de la mente despierta sólo existe una virtud y sólo existe un pecado. La virtud consiste en ascender los peldaños de la escalera de la evolución de la consciencia con objeto de alcanzar el piso de la pagoda que cada uno tiene escrito en su destino.

El pecado es rendirse ante la dureza del ascenso por los peldaños empinados de la escalera y buscar una excusa para no cumplir el destino propio lo cual da lugar a conductas negativas que pueden tener la raíz en la pereza, la envidia, la codicia, el rencor e incluso el odio desbordado.

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