Breve historia del oráculo
En la época que se formaron los primeros reinos en la cuenca del Río Amarillo, la administración del estado correspondía a un colectivo de funcionarios que debían pasar por una serie de pruebas con objeto de acceder a un empleo que les permitiría tener una renta asegurada sin precisar trabajar en el campo o en los oficios artesanales de la época. Una de las pruebas por las que debía pasar el candidato, a obtener el empleo de funcionario, era demostrar la habilidad en la lectura del oráculo.
Hay que explicar que en aquella época se mantenía la experiencia acerca de la recepción de mensajes que procedían de una fuente ajena al mundo terrenal aunque la fuente ya no era la naturaleza sino el Cielo al que se atribuía el poder de determinar las cosas que suceden en la Tierra. La manera de obtener mensajes acertados del Cielo era el oráculo.
Los maestros de la escuela sagrada que cumpliría la función de vertebrar el lado luminoso de la Civilización China inventaron el oráculo hace quizás cinco mil años, mucho antes de la aparición de la escritura ideográfica. El mensaje del oráculo se obtenía por medio de la interpretación de las formas que tenían las estrías que aparecían en el caparazón de una tortuga cuando ésta era atravesada por un clavo de bronce puesto al rojo vivo.
La ceremonia de la consulta del oráculo la celebraban el príncipe y el colectivo de funcionarios que eran responsables de la administración del reino que incluía la gestión de los graneros públicos en los que se almacenaban los excedentes de las cosechas que permitirían hacer frente a la escasez que seguía a una gran sequía.
Al parecer la ceremonia de la consulta del oráculo daba lugar a un rito bastante elaborado que era paralelo a los ritos esenciales en los que se sustentaba el estado. Estos ritos se celebraban dos veces al año: la primera para pedir al Cielo buenas cosechas y la segunda para agradecer las mismas con independencia de su abundancia.
Andando los siglos se construyeron templos erigidos al Cielo que tenían la función de albergar los ritos en los que se sustentaba el estado. Cuando hubo uno de los reinos que tuvo capacidad para conquistar los demás, la costumbre de celebrar los ritos en el Templo del Cielo se convirtió en la actividad principal del Imperio del Centro.
Los turistas que visitan el Templo del Cielo de Pekín se maravillan cuando se enteran de la suntuosidad extrema que tenían las ceremonias que se celebraban en aquel lugar en la época de la última dinastía que ocupó los tres siglos que presenciaron la larguísima decadencia del Imperio del Centro.
El Templo del Cielo de Pekín es uno de los edificios más bellos del mundo aunque sea un exponente de la decadencia de la civilización. Por desgracia no queda en pie ningún emblema comparable de la época de máximo esplendor del Imperio del Centro.
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