Yin y Yang: dos conceptos filosóficos poco comprendidos
Hay muchas personas en Occidente que saben que los antiguos sabios chinos concibieron los conceptos del Yang y el Yin, pero no saben que estos conceptos sólo pueden ser comprendidos cuando se conoce la existencia de las Leyes Cósmicas de la Correspondencia y la Armonía.
La Ley Cósmica de la Correspondencia explica que el Yang (la luz) y el Yin (la oscuridad) permanecen relacionados tanto por lo que hace a la cantidad como por lo que hace a la calidad.
Es posible demostrar, por un procedimiento empírico, que allí donde hay mucha luz también hay mucha oscuridad. Por el mismo procedimiento se puede demostrar que allí donde hay poca oscuridad es señal de que también hay poca luz.
Es mucho más difícil demostrar que la luz y la oscuridad poseen una correlación, por lo que hace a la calidad, al igual como sucede por lo que hace a la cantidad.
Por lo menos es demostrable que es muy difícil contemplar un escenario de luz en el que no haya una mota de oscuridad de la misma manera que es muy difícil contemplar un escenario de oscuridad en el que no haya una mota de luz. Este fenómeno se muestra en el antiquísimo símbolo del Yang y el Yin que ha hecho pensar a muchísimas personas de mente despierta.
La escuela sagrada de China ha conseguido elaborar, a lo largo de muchos siglos, un conocimiento de matriz experiencial acerca de los conceptos de la luz y la oscuridad.
He hojeado muchos libros escritos por autores que se habían documentado acerca de las escuelas filosóficas de Occidente así como de autores que habían bebido de las tradiciones esotéricas que son innumerables. En ninguna de estos libros he hallado nada que pueda compararse con el conocimiento experiencial que he aprendido de mi maestro entroncado con la escuela sagrada de China.
Esta escuela sagrada tiene una ventaja en relación a las demás que se deriva del carácter estrictamente experiencial del conocimiento que transmite. Resulta que cuando el discípulo es capaz de prolongar el conocimiento que le ha transmitido su maestro, por medio de su propia experiencia, tiene el derecho e incluso el deber de divulgar las cosas que ha aprendido.
En la escuela sagrada de China el verdadero maestro es el Oráculo Sagrado del “I Ching”. Puedo asegurar que algunas lecciones inesperadas que imparte este maestro están dotadas de un grado de profundidad y severidad que desborda cualquier enseñanza que haya hallado en los miles de libros que he hojeado y los que he leído, de forma concienzuda, que sin duda son demasiado pocos.
He aprendido de la escuela sagrada de China que la luz y la oscuridad se corresponden a uno y el otro lado de la energía que es una sola. Por esta razón, en la práctica, no puede existir luz sin oscuridad ni puede existir oscuridad sin luz.
Me he acostumbrado a asimilar la luz a la energía primordial que discurre del Cielo a la Tierra y de la Tierra al Cielo. También me he acostumbrado a asimilar la oscuridad a la energía que resulta ser invertida por determinadas actitudes humanas. Esta observación resulta ser muy laboriosa y exige ejercitar la virtud china de la perseverancia.
Debo reconocer que jamás habría sido capaz de comprender los conceptos de la inversión y la transmutación de la energía sino hubiera accedido a las enseñanzas de mi maestro. Luego me ha sucedido que mi propia experiencia ha desbordado las cosas que aprendí de él. Por esta razón tengo el derecho a divulgar un conocimiento acerca de la energía que procede de la escuela sagrada de China y quizás no se ha puesto por escrito nunca.
Mi maestro tiene el convencimiento de que el conocimiento que es patrimonio de las escuelas sagradas deberá empezar a ser divulgado en algún momento que no está lejano. En su opinión esto sucederá en el tercer decenio del Siglo XXI o incluso antes y dará lugar a la mayor de las convulsiones de la historia de la humanidad.
Mi maestro tiene el convencimiento de que deberé contribuir a la divulgación del conocimiento verdadero de la humanidad por medio del largo relato novelado que estoy escribiendo.
Lo más asombroso del conocimiento que me ha transmitido mi maestro es que no entiende la oscuridad como ausencia de luz sino como inversión de la luz.
Es posible hacer la hipótesis de que en las actitudes negativas de los seres humanos hay inversión de la energía primordial en un grado menor o mayor. Tengo el convencimiento de que esta hipótesis podrá alcanzar la categoría de tesis científica en una fecha que no está lejana.
Es un poco más complicado hacer la hipótesis de que la fuerza extraña que tiene la manifestación de un sentimiento negativo como es la envidia, el rencor o el odio pueda tener una fuerza destructiva desmesurada que sólo conocen las personas que han sido testigos de hechos que resultan muy difíciles de examinar con los instrumentos del pensamiento convencional.
Es mucho más complicado hacer la hipótesis de que la energía primordial puede ser invertida y concentrada, a gran escala, por medio de determinados ritos religiosos del lado de la oscuridad hasta el punto de que pueda dar lugar a hechos prodigiosos en el ámbito del dinero en mayúsculas.
Esta última hipótesis obliga a encogerse de hombros a la mayoría de semejantes, pero resulta razonable a los ejecutivos que han ejercido responsabilidades, de primer nivel, en proyectos de muchos ceros financiados por bancos multilaterales o han sido testigos de procesos de fusión y absorción protagonizados por corporaciones que también disponen de balances de muchos ceros.
Los periodistas de investigación que empiezan a descubrir los misterios, que acompañan el crecimiento desmesurado de algunos patrimonios financieros domiciliados en paraísos fiscales, no tienen más remedio de tener la mente despierta y dar credibilidad a la tesis acerca de la energía invertida que procede de la escuela sagrada de China.
La filosofía racionalista afirma que la oscuridad es ausencia de luz. La siguiente afirmación consiste en contemplar la oscuridad como sinónimo de la ignorancia y defender la tesis de que la luz de la razón ilumina, poco a poco, la oscuridad de la ignorancia. Por esta razón hay autores que al racionalismo le dan el nombre de iluminismo.
La filosofía racionalista lleva tres siglos divulgando una tesis que, en los albores del Siglo XXI, sólo resulta convincente a los semejantes que tienen la mente profundamente dormida.
Las personas que poseen experiencias sólidas acerca de las cosas que tienen que ver con el dinero en mayúsculas – y se mantienen cuerdas – están de acuerdo en que la oscuridad, lejos de ser ausencia de luz, pueda ser inversión y concentración de la energía primordial hasta el punto de haber dado lugar a un sistema de poder que mantiene un dominio férreo sobre el mundo desde hace muchos siglos.
Debo culminar esta reflexión tan delicada atinando en el hecho evidente de que quien tiene el poder sobre el dinero en mayúsculas también lo tiene sobre el poder religioso y el poder académico. Este razonamiento suena brutal en los oídos pero es de estricto sentido común y lo puede aceptar cualquier hijo de vecino. El hecho tremendo que estoy contemplando tiene como consecuencia que en la sociedad global, de los inicios del Siglo XXI, el conocimiento verdadero de la humanidad mantenga carácter casi clandestino.
La reflexión que acabo de hacer llevaría a la pérdida de la esperanza si la experiencia de la escuela sagrada de China no incluyera un último concepto que es la transmutación de la energía invertida en energía primordial que es la asignatura que deben aprender los guerreros del lado de la luz en algún momento de su vida con objeto de cumplir el destino que tienen escrito en el Cielo.
La enseñanza de Jesucristo que ordena parar la otra mejilla cuando se recibe una agresión o una ofensa da lugar al instrumento más potente que existe de transmutación de la energía invertida en energía primordial y demuestra que el autor de la enseñanza es el maestro más elevado de la historia de la humanidad.
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