Las raíces del mal y la derrota del mal
Existe la creencia de que el mal más importante de todos es la ignorancia. Las personas que piensan de esta manera están de acuerdo en que la educación puede vencer este mal.
Es evidente que los hombres y las mujeres más malos de todos no tienen porque ser ignorantes. Puede demostrarse, en algunos acontecimientos de la historia, que el ser humano que ha recibido educación llega a ser mucho más malvado que el salvaje.
Debo recurrir al ejemplo de Einrich Himmler que fue ministro del interior de Hitler y jefe de las SS y la Gestapo. El personaje, de rostro siniestro, había sido un estudiante aplicado nada menos que de agronomía y química. Quizás ésta es la razón por la que se le ocurrió el concepto de las cámaras de gas donde perdieron la vida varios millones de seres humanos.
Hay una película que rememora el Juicio de Nüremberg y tiene como protagonista a un psicólogo militar que cumple la labor de estudiar las personalidades de los encausados con los que mantiene largas conversaciones.
El psicólogo militar se percata de que los acusados, de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, poseen rasgos de personalidad distintos, pero todos ellos tienen en común la falta de empatía. Esta observación es tan clara que el hombre llega a la conclusión de que el mal es ausencia de empatía.
El conocimiento que procede de las escuelas sagradas permite definir el mal como ausencia de empatía. Este conocimiento tiene carácter experiencial desde épocas remotas. Esto significa que procede de la observación de la conducta de los hombres y las mujeres y no está influido por ninguna ideología ni ninguna doctrina.
El fenómeno espantoso del nazismo ha sido estudiado por muchos profesionales desde diversos ángulos. Supongo que es posible establecer un consenso acerca de los miles de individuos que ocuparon lugares clave en la estructura del estado, el partido único y las SS y llegar a la conclusión de que el denominador común, de la inmensa mayoría de ellos, era la ausencia de empatía.
Supongo que también es posible establecer un concenso acerca de la psicología del führer que era un hombre que no tenía ninguna posibilidad de establecer una relación sincera con nadie mientras conseguía que millones de compatriotas e incluso hijos de otras naciones, que todos ellos tenían las mentes cien por cien dormidas, rindieran culto a la personalidad artificial y problemática del dictador alemán.
Supongo que el fenómeno, no menos espantoso, del estalinismo puede ser examinado en base a estos mismos parámetros y llegar a las mismas conclusiones. Si las cosas son así significa que las matrices ideológicas de uno y otro sistema, que eran nada menos que la extrema derecha y la extrema izquierda, cumplían la función de ser la pintura política mientras que la esencia del sistema totalitario tenía otra procedencia, pero sucede que nadie ha estudiado, con la profundidad que se merece, un fenómeno que es una componente inevitable del lado de la oscuridad de las civilizaciones.
En la sociedad global del Siglo XXI pueden localizarse a un gran número de autócratas discretos al frente de las corporaciones trasnacionales de los tipos más diversos. La psicología de los líderes de estas corporaciones acostumbra a ser la del paranoico de tipo dominador, cínico, perverso y manipulador de profesionales inteligentes que, a menudo, le proporcionan las ocurrencias decisivas a cambio del sueldo que precisan llevar a su casa para tirar adelante a sus hijos. Llama la atención que este trastorno gravísimo de la personalidad haya sido poco estudiado por la psiquiatría clínica vigente. Este hecho, difícil de rebatir, obliga a hacer una reflexión tremenda a cualquier persona que tiene la mente despierta.
La escuela sagrada de China sabe, desde hace muchos siglos, que el factor más importante de la evolución de las personas, las sociedades y las civilizaciones es el desarrollo de la empatía. En el magisterio de Confucio este concepto tiene carácter determinante aunque ha sido traducido por benevolencia y compasión. Pienso que es preciso recuperar el concepto de empatía porque es el más claro de todos.
Supongo que todas las escuelas sagradas han comprendido la importancia del concepto de la empatía al que han dado nombres distintos. Los maestros que han comprendido este tema clave se esfuerzan en constituir un grupo de discípulos y entienden la enseñanza como la forma de que, cada uno de ellos, acreciente la empatía con sus compañeros mientras se desprende de los defectos que son fruto del egoísmo.
El arte de la sexualidad consciente procede de una escuela sagrada de la India aunque algunos creen que tuvo su origen en una escuela sagrada del Antiguo Egipto. Sea como sea este arte sagrado consigue desarrollar, nada menos que en el lecho matrimonial, la máxima empatía entre un hombre y una mujer que descubren que tienen sus destinos escritos en el Cielo uno junto al otro.
Una mujer y un hombre que han aprendido a desarrollar el arte de la sexualidad consciente pueden alcanzar, en la relación íntima de pareja, un grado de satisfacción prolongada y controlada por sus mentes respectivas que resulta inimaginable a una persona corriente.
Es demostrable que una cosa tan sencilla como es el sexo puede ser generador de consciencia en un grado muy superior al que se obtiene por cualquier otro procedimiento. Este arte sagrado, que todavía es desconocido en Occidente, tiene todos los números para dar lugar a la revolución mayor de la historia de la humanidad el día que existan las condiciones para que pueda generalizarse.
La educación de los niños, por parte de una pareja unida por el arte de la sexualidad consciente, es un tema que tiene unas posibilidades ilimitadas de transmisión de experiencia consciente y lo mismo sucede con la amistad entre parejas unidas por estas vivencias.
Hay supuestos maestros espirituales que son hombres que no tienen la más mínima empatía con nadie aunque atraen, de forma extraña, a algún joven inmaduro que pasará muchas horas al lado del hombre admirado mientras aprenderá a reproducir su personalidad problemática. Estos supuestos maestros muestran que o tienen la mente todavía muy dormida o forman parte del lado de la oscuridad.
Es posible hallar en Internet a supuestos maestros espirituales que tratan de explicar el proceso de despertar de la mente y la consciencia como algo que realiza una persona en soledad hasta el punto de que enfrenta vicisitudes propias de la soledad más estricta. Estos supuestos maestros, por lo general, divulgan vivencias que forman parte del ámbito de la sugestión de la mente y no tienen nada que ver con el desarrollo de la consciencia que siempre va ligado al desarrollo de la empatía.
Existe un proverbio chino que dice: “Ámame cuando menos lo merezco porque es cuando más lo necesito”. El origen de este proverbio se pierde en la noche de la antigüedad. Es conveniente llevar metido en la cabeza el viejo proverbio chino y echar mano del mismo en el momento en que no hay más remedio que hacer el esfuerzo de amar, un poco más, a una persona justo en el momento que lo merece menos.
La enseñanza que se desprende del proverbio chino permite conducir, con éxito, la relación de pareja y la relación con el amigo fiel por el hecho de que ayuda a hacer frente a los altibajos que son propios de las situaciones imprevisibles que trae la vida.
Jesucristo fue más allá del proverbio chino que dice “Ámame cuando menos lo merezco porque es cuando más lo necesito”. Este proverbio permite perdonar al amigo que nos ha defraudado y al marido o la esposa infiel, pero no plantea la necesidad de perdonar al enemigo que nos ha causado un gran daño.
El magisterio de Jesucristo explica que hay que amar incluso a seres que son objetivamente odiosos y hay que ofrecer la otra mejilla cuando se recibe una agresión o una ofensa. El maestro dijo que había que perdonar setenta por siete veces, lo cual significa que hay que perdonar siempre y no puede haber excepción en esta norma.
Estas dos enseñanzas de Jesucristo cumplen dos funciones determinantes para el triunfo de la empatía. La primera de ellas es ayudar a los discípulos a convertirse en seres humildes en el momento que no tienen más remedio que ponerse en la piel de su enemigo por medio del argumento que dice que también es hijo de Dios por muy abominable que sea la acción que haya cometido.
La segunda enseñanza tiene el objeto de desactivar el odio de los malvados que constituye la expresión más dañina de la energía invertida y constituye uno de los sustentos más importantes de los sistemas de poder.
El triunfo de la empatía da lugar, sin ninguna duda, a la derrota del mal. Las cosas son así de sencillas lo cual no evita que, en los albores del Siglo XXI, estemos todavía muy lejos de contemplar el triunfo general de la empatía que traerá consigo la liberación de la humanidad que, entre otras cosas, comportará la derrota definitiva del mal.
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