La noche del destino
Mantengo un sentimiento de gratitud muy grande hacia la Religión del Islam porque, en uno de los momentos más duros de mi vida, sucedió que un empresario musulmán, que residía en Hong Kong y era un hombre de fe probada, me transmitió la experiencia de la confianza incondicional en la protección de Dios que va unida a la compresión del concepto de la sumisión al Creador del Universo que también debe tener carácter incondicional. Esta experiencia humana es propia de los musulmanes y constituye el primer signo de identidad de su religión.
Por supuesto que en la Iglesia Católica también hay hombres y mujeres de fe probada que poseen experiencias espirituales sólidas que los han obligado a alcanzar un determinado grado de despertar de la mente, pero tienen un límite en este proceso que procede de la doctrina impuesta por el poder religioso que no tienen más remedio que acatar aunque sea por una cuestión de disciplina eclesial.
En cambio el musulmán que me transmitió la experiencia superior de la fe era un hombre que no reconocía la autoridad de ningún poder religioso en el tema delicadísimo de la relación del ser humano con Dios. Aquel hombre era un libre-pensador en el sentido más noble de este término y tenía un parecido con el maestro, entroncado en la escuela sagrada de China, que aparecería en mi vida justo en el momento imprescindible.
Reconozco que no he sido capaz de leer el Corán, de una forma concienzuda, porque el texto me resulta farragoso aunque reconozco que alcanza una calidad literaria muy elevada en los momentos más inesperados. Lo que he sido capaz de hacer es reseguir una página tras otra, del libro sagrado, con objeto de identificar perlas escondidas en medio de la paja y dejarlas resaltadas en color amarillo. La relectura posterior de los fragmentos resaltados me ha resultado sugerente y enriquecedora.
Hay muchos musulmanes que han memorizado los suras del Corán por el procedimiento de recitar el texto por medio de la salmodia característica que resulta subyugante a todas las personas dotadas de una cierta sensibilidad aunque no entiendan ni una palabra de árabe.
Hay razones para pensar que si el Islam no hubiera sido una religión sagrada se habría extinguido, pero sucedió que se extendió, en poco más de un siglo, por el entramado de los pueblos, de estructura tribal, que poblaban el occidente y el centro de Asia y el norte de África lo cual daría lugar a uno de los fenómenos religiosos y civilizatorios más interesantes de la historia de la humanidad.
El Islam es una religión muy sencilla, pero posee una coherencia misteriosa que obliga a pensar que, en su origen, hubo alguien de Arriba que estaba guiado por el propósito de que la última de las grandes religiones de la humanidad causara un impacto positivo a las personas que tienen la mente despierta y han elegido el lado de la luz de la energía.
El rito, propio de la religión del Islam, de rezar con las rodillas clavadas en el suelo y luego colocar la cabeza también en el suelo y debajo del corazón y el vientre resulta subyugante a las personas que tienen la mente despierta ya que adivinan que este rito posee un poder inesperado que sólo está al abasto de los que lo practican sabiendo muy bien lo que hacen.
El Islam posee un lado luminoso muy poderoso y un lado oscuro sumamente escandaloso que está a la vista del mundo entero. Las cosas son así por razón de la Ley Cósmica de la Correspondencia y no pueden ser de otra manera.
El Corán no contiene mucha revelación novedosa aunque hace suya la que fue transmitida por medio de Abraham, Moisés, Job, los autores de los Salmos y Jesús al que contempla como Mesías y Cristo hasta el punto de asumir su promesa de regresar a la Tierra con objeto de liberar a la humanidad del dominio del Anticristo.
El Corán contiene algunos elementos de revelación que son extremadamente novedosos y tienen la cualidad de que sólo pueden ser comprendidos en el estado de la mente despierta.
Este fenómeno también sucede en algunas enseñanzas de Jesucristo que han pasado desapercibidas a los adoctrinadores cristianos a pesar de que permanecen muy bien documentadas en los evangelios.
El Siglo XXI puede contemplar la paradoja de que los musulmanes, que tienen la mente más despierta, se enriquezcan con las enseñanzas del Cristo que todavía no han sido comprendidas por la mayoría de los cristianos.
De la misma manera los cristianos tienen la oportunidad de acceder a los destellos de revelación que contiene el Corán que no son muchos, pero son extremadamente potentes.
Uno de los destellos de revelación más potentes que contiene el Corán forma parte del Sura 97 que tiene como título “La noche del Destino”. En mi opinión este sura transmite la experiencia del ser humano que ha abrazado su destino hasta el punto de recibir el premio de percibir la paz del alma en el momento, de máxima oscuridad, que precede al rayar del alba.
La revelación que contiene “La noche del Destino” es rememorada todos los años por los buenos musulmanes cuando celebran el mes del Ramadán. Todos ellos tienen la posibilidad de reflexionar acerca del concepto misterioso del Espíritu en mayúsculas que desciende a la Tierra, con el permiso de Dios, con objeto de poner las cosas en su lugar.
La enseñanza que contiene “La noche del Destino” puede ser comprendida por un cristiano que trata de cumplir el mandato de Jesucristo que tiene como objeto el renacimiento del espíritu lo cual permite acceder al Reino de Dios.
Me consta que los buenos musulmanes sienten una emoción muy profunda cuando leen el pasaje del evangelio en que el maestro, en medio de la conversación con Nicodemo, revela, por fin, el concepto del Reino de Dios que, hasta aquel día, había explicado por medio de metáforas y alegorías.
Existe un proverbio que reza: “Cuando la noche es más oscura está a punto de rayar el alba”. Esta sentencia sólo tiene sentido para los cristianos que poseen la experiencia del renacimiento del espíritu y para los musulmanes que poseen la experiencia de la noche del destino.
La revelación que contiene “La noche del Destino” se corresponde nada menos que con la acción de la Ley Cósmica de la Armonía que constituye la cumbre del conocimiento de la escuela sagrada de China tal como me fue transmitido por mi maestro.
Cuando un hombre o una mujer, que han accedido al estado de la mente despierta y han elegido el lado de la luz de la energía, leen el Sura 97 del Corán se percatan de que Muhammad (Mahoma) es el último de los grandes profetas de la humanidad y el Islam es una pieza esencial del Plan de Dios al que me gusta llamar Laberinto de la Verdad.
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