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La libertad y la verdad:  conceptos inseparables

La libertad y la verdad: conceptos inseparables

Un elemento esencial del magisterio de Jesucristo es la necesidad de buscar la verdad con el convencimiento de que sólo el acceso a la verdad hace libres a los seres humanos.

Existe el convencimiento de que los conceptos de la libertad, la igualdad, la fraternidad y otros más, que fueron popularizados por la Revolución Francesa y el proceso de independencia de los Estados Unidos, provienen del pensamiento de la Grecia Clásica. En mi opinión estos conceptos provienen de la Biblia y se asentaron, a lo largo de los siglos, en las mentes de hombres esclarecidos que trataron de llevar a la práctica el magisterio de Jesucristo en condiciones muy difíciles.

Un ejemplo claro de estos hombres esclarecidos, que fueron fieles discípulos de Jesucristo, fue José de Calasanz que, en los inicios del Siglo XVII, logró poner en marcha el proyecto templario de la escuela pública y gratuita, en la ciudad de Roma, al tiempo que desarrollaba los conceptos educativos de la libertad, la veracidad, la responsabilidad y el servicio que darían lugar a la pedagogía moderna.

Conviene reflexionar acerca de la sentencia de Jesucristo que posee una potencia superior a otras cuando proclama que sólo el conocimiento de la verdad hace libres a los seres humanos. A mi entender esta sentencia ha hecho pensar a las mejores personas que son las que ansían la libertad al tiempo que buscan la verdad.

Hay personas que ansían la libertad para ellos, pero no tienen ningún otro objetivo. En estos casos la libertad no es otra cosa más que la expresión del egoísmo descarnado.

Existe el arquetipo del libertino que satisface sus pasiones al margen del respeto por el prójimo. El famoso “Don Juan” constituye la cumbre de este arquetipo del egoísmo humano que todavía resulta atractivo a algunos jóvenes de género masculino. La conducta del libertino no tiene nada que ver con el valor de la libertad. El libertino es esclavo de sus pasiones y está muy lejos de ser un hombre libre.

Existe una tradición sabia que divulga la experiencia del hombre y la mujer que están dispuestos a trabajar lo que haga falta para que a sus hijos no les falte nada, pero no les pasa por la cabeza adquirir una casa grande o un coche lujoso. Estas personas conciben la vida como una larga excusión que hay que hacer provistos de un equipaje ligero con objeto de acceder a la experiencia superior de la libertad que es inaccesible a los semejantes que acarrean equipajes pesados.

No ha habido nadie que haya buscado la verdad de una manera sincera y no haya ansiado la libertad auténtica que es la que se comparte con otros semejantes e incluye el sacrificio inevitable que debe hacerse por ellos.

Parece claro que la búsqueda de la verdad exige de un cierto grado de libertad del hombre o la mujer que están metidos en este cometido. Puede demostrarse que, a medida que avanza la búsqueda, se comprueba como la verdad y la libertad son como las caras de una moneda que existen unidas o no existen.

Las mejores personas son las que poseen la experiencia tanto de la búsqueda de la verdad como de la conquista de la libertad. Estas personas saben que un paso adelante, en el plano de la búsqueda de la verdad, da lugar a un paso adelante en el plano de la conquista de la libertad y también saben que así sigue el camino que no puede ser recorrido de otra manera.

En las civilizaciones de Asia se ha primado la búsqueda de la verdad sobre la conquista de la libertad. En la Civilización Occidental ha sucedido lo contrario. Existen unas posibilidades inmensas de diálogo enriquecedor, entre las civilizaciones, en el momento que se descubren los conceptos a los que denomino rompecabezas de Dios y laberinto de la verdad.

Que yo sepa no ha habido ningún pensador que haya sido capaz de definir los conceptos de la verdad y la libertad en un solo paquete. Sin embargo Jesucristo lo hizo, de una forma muy clara e incluso brillante, cuando proclamó que el conocimiento de la verdad hace libres a los seres humanos. Este sólo hecho permite contemplar al Jesús humano como el maestro más elevado de la historia de la humanidad incluso por una persona que tiene razones de peso para sentir rechazo por la religión.

Existe una filosofía de la búsqueda de la verdad al igual como existe una filosofía de la búsqueda de la libertad. Uno y otro de estos propósitos magníficos, cuando se mantienen separados, forman parte del ámbito de la mente dormida. En cambio la búsqueda de la verdad y la libertad, en un solo paquete, forma parte del ámbito de la mente despierta. 

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