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La leyenda acerca del tesoro de los Caballeros Templarios

La leyenda acerca del tesoro de los Caballeros Templarios

Existe una leyenda interminable acerca de la Orden del Temple. La leyenda incluye un supuesto tesoro que permanecería escondido en algún lugar y reuniría millones de monedas de oro y plata. Nadie ha logrado hallar el tesoro a pesar de que han sido muchos los que han dedicado su vida a este cometido.

La leyenda del tesoro de la Caballeros Templarios tiene su explicación en que fueron los inventores de la banca comercial y la banca pública en el Siglo XIII. Está bien documentado que la Orden del Temple asumió la financiación de la Corona de Francia y el reino del Papa de Roma, residente en el palacio de Aviñón, hasta el día que estos dos personajes tejieron una conspiración infame que consistió en declarar herejes a los banqueros con objeto de cancelar sus deudas por medio del más brutal de los procedimientos.

Parece claro que el concepto de la banca comercial nació como una forma de servicio al comercio que sólo pudo inventar alguien que se había ganado la confianza indiscutida, en el tema delicadísimo del dinero, por medio de ejercer la custodia sobre los cofres de hierro que contenían pequeños tesoros y les confiaban las escasas familias bienestantes que poseían estas cosas en una época en que la inmensa mayoría de la población era pobre. Debo suponer que la experiencia de custodiar cofres llenos de monedas de oro y plata, sin meter la mano en ninguno de ellos, ocupó todo el Siglo XII.

La Orden del Temple, una vez se hubo ganado la confianza de las familias que les confiaban sus ahorros, también se ganó la confianza de los mercaderes que se enterarían de las virtudes de la orden por el procedimiento del boca-oreja. A partir de aquel momento los Caballeros Templarios tuvieron la posibilidad de desarrollar los instrumentos, de la letra de cambio y la póliza de seguro marítimo, con objeto de que las mercancías circularan entre las ciudades libres de la ribera del Mar Mediterráneo sin que las monedas de plata se movieran de las encomiendas y las oficinas urbanas de la Orden del Temple protegidas por anchos muros de piedra invulnerables a las acciones de los ladrones.

El negocio de la financiación del comercio tenía un buen margen por el hecho de que proporcionaba seguridad a las operaciones comerciales y los mercaderes elegían pagar el servicio cuando eran libres de hacer su negocio al margen del mismo. Por esta razón la banca comercial, inventada por la Orden del Temple, daría lugar a la primera acumulación significativa de capital de la historia de Europa.

La banca comercial, del Siglo XIII, además del buen margen tenía la cualidad de que el dinero, que se acumulaba en las casas de la orden inventora de la banca, tenía carácter luminoso porque procedía del comercio que se desarrolla en el marco del libre mercado y era el resultado de la labor intachable que ejercían unos hombres que habían profesado el voto de pobreza.

La Orden del Temple fue disuelta por medio de una bula firmada por el señor que llevaba puesta una triple corona sobre la cabeza. Esta decisión que, en apariencia era de carácter religioso, tuvo como consecuencia que la banca comercial pasara a las manos de los usureros judíos y los banqueros cristianos que nacieron con objeto de beneficiarse del expolio. A partir de este momento el capital que tenía carácter luminoso pasó a tener carácter oscuro hasta el punto de que llegaría un día en que se le otorgarían más derechos que a los seres humanos. Esto sucedería en la época que se consolidó el sistema capitalista.

Supongo que los huesos de Karl Marx se estremecerían en la tumba si escuchara la tesis de que el capital fue un concepto luminoso hasta que se oscureció por medio de una decisión del Papa de Roma residente en Aviñón.

Cuando se lee un libro de Karl Marx pronto se descubre que el pensado judío-alemán, exiliado en Inglaterra, era muy inteligente, pero tenía la mente profundamente dormida y no podía contemplar ningún destello del mundo real que se esconde detrás del mundo aparente que nos rodea.

El Marxismo es una más de las filosofías de la mente dormida al igual como lo es el Liberalismo. Hay que reconocer que el pensamiento de Karl Marx es un cuerno del Diablo dotado de potencia extrema por el hecho de que contiene una parte relevante de verdad. Esto sucede cuando desarrolla, incluso de forma brillante, el método dialéctico en el estudio de las sociedades, la economía y la historia y cuando propone la utopía de la unión de los desheredados del mundo entero.

El método dialéctico de conocimiento, inventado por Hegel y desarrollado por Marx, no es más que una aplicación de la Ley Cósmica de la Correspondencia que fue descubierta por la escuela sagrada de China en épocas remotas. Esta ley cósmica adquiere pleno sentido cuando se comprende que, en el largo plazo, da lugar a la manifestación de la Ley Cósmica de la Armonía cuya comprensión constituye la cumbre del conocimiento de la humanidad.

Las Leyes Cósmicas de la Correspondencia y la Armonía permanecen anunciadas, de forma incipiente, en la Biblia, mientras fueron reveladas, de forma madura, a los antiguos sabios chinos que enunciaron los conceptos del Yang (principio luminoso) y el Yin (principio oscuro) y más tarde de la suprema armonía.

Cuando se comprende que el concepto del Yang se corresponde a la energía primordial y el concepto del Yin se corresponde a la energía invertida, se empieza a comprender el concepto definitivo de la suprema armonía y se adivina que el Plan de Dios ha querido hacer las cosas de una forma que obliga al diálogo entre las civilizaciones y las grandes religiones como condición imprescindible para acceder a la verdad.

En la época que yo estudiaba en la universidad sucedía que la filosofía marxista había inundado el pensamiento académico, de tal forma, que los que no se adherían a alguna de sus tesis eran considerados poco menos que débiles mentales. Por esta razón una parte relevante de las personas inteligentes de mi generación se consideraron, más o menos marxistas, en un momento u otro de su juventud, aunque fueron muy pocos los que se adhirieron a la parte más abominable de esta ideología que es la justificación de la violencia con objeto de constituir un sistema totalitario que, en los lugares donde sería implantado, conseguiría liberar la sociedad de algunas de las viejas calamidades, a cambio de añadir otras de nuevas.

Las personas que tienen la mente despierta se percatan de que el magisterio de Jesucristo tiene mucha más fuerza liberadora que una biblioteca entera de filosofía marxista. Esta afirmación, que hubiera desatado la hilaridad de los intelectuales de mente dormida hace treinta años, puede ser contemplada como una hipótesis razonable en el momento que las personas inteligentes reconocen que no entienden nada cuando abren el periódico mientras despachan el desayuno.

Es probable que la acumulación de capital que llevó a cabo la Orden del Temple, como resultado de la labor de la financiación del comercio a lo largo del Siglo XIII, fuera muy cuantiosa. Parece evidente que el capital circulante acumulado tenía la forma de depósitos, de monedas de plata, que garantizaban los documentos de cambio que hacían posible el flujo de mercancías, pero también debía estar invertido en barcos, astilleros, escolleras, muelles, galpones, caminos públicos y otras infraestructuras, que eran necesarias para el desarrollo del comercio, además de en la construcción de las catedrales inmensas, dotadas de arquitectura perfecta y muros acristalados, cuya edificación proporcionaba trabajo a un ejército de operarios, de diversos gremios, a lo largo de un montón de años.

También es probable que la conspiración infame contra la Orden del Temple que, sobre el papel, fue protagonizada por el Rey de Francia y el Papa de Roma, hubiera sido instigada por una sociedad secreta que agrupaba a los usureros judíos y algunos burgueses cristianos que podían ser más ricos incluso que los usureros. Parece claro que tanto el monarca francés como el pontífice eran hombres que tenían la mente muy dormida y pudieron ser manipulados por un cortesano intrigante dotado de mente despierta que fuera el agente de la sociedad secreta.

Tengo el convencimiento de que el verdadero objeto de la conspiración infame fue apoderarse del negocio de la banca comercial y su cuantioso capital circulante. Es seguro que, en algunos lugares, las víctimas de la conspiración tuvieran la posibilidad de esconder, en un lugar seguro, los depósitos de monedas de plata, pero el grueso del capital circulante de la banca comercial debió caer en las manos de los beneficiarios del expolio.

Desde el punto de vista de la experiencia de la economía no tiene sentido la leyenda del gran tesoro de los Templarios que reuniría millones de monedas de oro y plata y permanecería escondido en algún lugar que incluso podría estar en América.

Lo que tiene sentido es rememorar el hecho histórico del invento de la banca comercial y contemplar la paradoja de que el invento no fuera hecho por los usureros judíos sino por la caballeros cristianos que habían profesado el voto de pobreza y se habían acostumbrado a manejar grandes sumas de dinero sin meterse, ni una sola moneda, en el bolsillo interior del brial de tono crudo que mostraba, en el pecho, la cruz magnífica bordada en hilo de seda de color rojo.

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