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La fe, la cordura y la consciencia, conceptos inseparables

La fe, la cordura y la consciencia, conceptos inseparables

Debo proseguir la reflexión acerca de la experiencia de la fe y la cordura que lleva a descubrir que estos conceptos son las dos caras de la moneda de la conciencia.

Existe una gran confusión acerca de los conceptos de la fe, la cordura y la conciencia. Es preciso deshacer esta confusión con objeto de abrir el camino que deberá hacer posible desentrañar la verdad que hay detrás de estos conceptos por medio de tesis doctorales serias.

La mayoría de las personas confunden la fe con la creencia religiosa. Esta confusión es muy grave. La fe procede de la experiencia del hombre y la mujer que tienen el convencimiento de que deben confiar en la protección de Dios suceda la que suceda en su vida. La fe tiene un sinónimo que es confianza persistente y no tiene ninguno más.

La creencia religiosa se transmite por medio de la educación y no tiene nada que ver con las cosas que son aprendidas por medio de la experiencia de la vida. Incluso puede suceder que, a la hora de la verdad, se descubra una contradicción entre la creencia religiosa y la experiencia de la fe.

Existe la sentencia que proclama que la fe es la acción de creer sin ver. Esta definición se corresponde a la creencia religiosa. Por el contrario la fe sólo puede ser asociada a los ojos abiertos que ven una cosa borrosa hasta que, un día, sucede que la ven un poco más clara. Este fenómeno tiene lugar precisamente porque la persona ha subido un peldaño en la experiencia de la fe.

Es un hecho demostrable que hay personas que llevan dentro la experiencia de la fe que mueve las montañas y no sienten la necesidad de poner los pies en ningún templo. Las personas de este tipo sienten la máxima perplejidad cuando contemplan a un doctrinario que pontifica acerca de temas sagrados de los que no tiene ninguna experiencia.

En el otro extremo de la contradicción, que me ocupa, es posible contemplar a personas que viven apegadas a la devoción religiosa pero no poseen ninguna vivencia que sea fruto de la fe. Las personas de este tipo tienen la mente completamente dormida precisamente porque creen en cosas que no pueden ver. Las cosas que no pueden ser computadas, por medio de la razón, dan lugar a los somníferos que adormecen la mente de forma irremediable.

Mi maestro define la fe como la confianza absoluta que tienen, en si mismo, un hombre o una mujer que se saben protegidos por un poder superior. Es irrelevante que el poder superior sea el Dios de la Biblia, el Dios del Corán o el Cielo de las tradiciones sagradas de Asia. La experiencia auténtica de la fe es la misma en todos los casos.

En el mundo del Islam resulta sencillo distinguir a los semejantes que poseen la experiencia de la sumisión a Dios de los que permanecen atrapados por el hábito de la sumisión al poder religioso. Yo ya soy capaz de distinguir unos de otros sólo contemplando su rostro. Los primeros tienen la mente más o menos despierta y los segundos la tienen profundamente dormida.

En el mundo cristiano esta distinción es mucho más difícil de hacer por el hecho de que el prestigio de la religión se ha derrumbado, de forma definitiva, entre los semejantes que tienen la mente despierta y estos no tienen más remedio que elegir entre la ética secular, propia del racionalismo, aunque tenga carácter residual o la espiritualidad, de matriz irracionalista, del movimiento de la Nueva Era.

Existe una confusión parecida entre los términos de la cordura y la sensatez. Esta última es fruto del ejemplo de los padres, los educadores, los amigos y las influencias positivas del entorno. Mientras tanto la cordura se corresponde a un concepto superior que sólo resulta comprensible al ser humano que no ha tenido más remedio que cruzar el abismo de la locura y ha permanecido intacto porque no ha dudado, en ningún momento, de la protección de Dios o la protección del Cielo.

Existe una última confusión entre el concepto de la conciencia y el concepto de la cognición. Esta confusión es muy grave porque banaliza la conciencia cuando proclama que es una cualidad que poseen todos los seres humanos de una forma permanente.

El ser humano posee el don de la cognición acerca del mundo que lo rodea en un nivel mucho más elevado que el animal. Esto no significa que posea el don de la conciencia que permite contemplar el mundo real que se esconde tras el mundo aparente que lo rodera. Incluso sucede que el animal tiene destellos del mismo que no tiene el ser humano. Ésta es la razón por la que el perro fiel sabe, mejor que nadie, que a su dueño le quedan pocos días de vida.

El ser humano por lo general tiene acceso a destellos de conciencia, pero no posee este don de una forma continuada. El destello de conciencia puede ir asociado al momento en que se escucha el primer llanto del hijo recién nacido o el momento en que éste enchufa su boquita en el pezón de la mujer que lo ha traído al mundo. Un destello de conciencia muy potente, que es específico de los miembros del género femenino, tiene lugar cuando, en medio del parto, la futura madre se percata de que ella no es más que un eslabón de la larga cadena de la vida.

Otros destellos de conciencia pueden ir asociados al momento en que se contempla la muerte del padre, la madre, el hermano y el amigo del alma o a la vivencia de compartir la intimidad, por primera vez, con el hombre o la mujer de los que nos hemos enamorado.

El destello de conciencia puede ir asociado al hecho de contemplar una puesta de Sol especial, una tormenta aparatosa, el fuego sosegado del hogar que acompaña una tarde de invierno, las olas del mar cuando se entregan a la playa desierta, un grupo de árboles azotados por el viento, la lectura del verso de un poema e incluso la visualización de una valla publicitaria que ha sido fruto de la labor de un creativo dotado de más talento que sus colegas.  

El remordimiento que aparece en el corazón de un hombre o una mujer, que ha causado un daño a un semejante, constituye un destello prolongado de conciencia que afecta, en un momento u otro de la vida, a la mayoría de las personas.

Todos los seres humanos poseen vivencias que pueden ser identificadas con destellos de conciencia. Dicho esto hay que reconocer que el hecho de vivir, de forma permanente, en un estado razonable de conciencia es muy difícil. Las escuelas sagradas han desarrollado procesos de iniciación que permiten a una persona alcanzar un grado razonable de conciencia del mundo real, que se esconde tras el mundo aparente, pero manteniendo la mente cuerda lo cual no es sencillo.

Las escuelas sagradas saben muy bien que alcanzar el estado de la mente despierta en la condición de loco no aporta ningún progreso al proceso evolutivo del sujeto sino que, por el contrario, da lugar a un retroceso. Una parte relevante de los maestros de la religión de la Nueva Era no son más que locos si se los contempla desde el prisma riguroso de las escuelas sagradas.

El hecho de que exista un mundo real que prima sobre el mundo aparente que nos rodea y del que sólo hablan, en voz baja, algunas personas que no tienen más remedio que saber algo acerca de las cosas que son más importantes que las demás, pero no aparecen jamás en los medios de comunicación, muestra hasta que punto la conciencia de la realidad es un atributo poco generalizado.

Hay personas que han comprendido, en el plano intelectual, que el ser humano vive en un estado de sueño psíquico y tiene la posibilidad de escapar del mismo. A veces sucede que estas personas confunden el destello de conciencia con el delirio que es propio de los semejantes que han aprendido alguna técnica que ayuda a despertar la mente, por un instante, pero no están dispuestos a seguir la dura disciplina de los procesos de iniciación que sólo conocen las escuelas sagradas en el lado de la luz y las sociedades secretas en el lado de la oscuridad.

Hay personas que asocian la conciencia nada menos que a los estados alterados de la mente que tienen su origen en el consumo de drogas. Los estados alterados de la mente no tienen nada que ver con la conciencia del mundo real, mientras que las personas que consumen drogas tienen muchas posibilidades de convertirse en títeres de las fuerzas cósmicas del lado de la oscuridad que poseen un poder mental muy superior al de cualquier aficionado a las drogas.   

Existen los términos de inconsciente y subconsciente. Desde mi punto de vista estos términos no son rigurosos porque, por lo general, no se refieren a la conciencia sino a la cognición.

Lo cierto es que la conciencia es la gran asignatura pendiente de la humanidad. Debo suponer que el descubrimiento de este hecho, por medio de experiencias colectivas consistentes, supondrá el inicio del cambio de paradigma que nos espera y que, sin duda, traerá consigo la mayor de todas las sacudidas de la historia de la humanidad. 

Mi maestro no se cansa de repetir que la conciencia es una moneda que tiene dos caras. Una de ellas es la experiencia de la fe y la otra es la experiencia de la cordura. He podido comprobar, por mi mismo, que la tesis de mi maestro es verdad. La conciencia no existe al margen de la fe y la cordura y permanece en estado constante de evolución a tenor del crecimiento armonioso de las dos caras de la moneda.

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