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La desconocida batalla que se oculta tras las multimillonarias fortunas

La desconocida batalla que se oculta tras las multimillonarias fortunas

Mi maestro me habló de un personaje muy interesante que murió en los años setenta habiendo cumplido casi un siglo de vida. El personaje era estadounidense, profesor de economía y estudioso infatigable del pensamiento económico hasta el punto de ser reconocido, por los altos funcionarios y los políticos, como un experto al que era obligado pedir la opinión en los temas complicados. El personaje había sido testigo de excepción, de unos cuantos acontecimientos relevantes en el ámbito de la economía y que habían sucedido, en su país, a lo largo de la primera mitad del Siglo XX.

Mi maestro me explicó que el profesor americano había influido, en forma positiva, algunas leyes y decisiones políticas de la época. Añadió que, en algunos casos, había conseguido su objetivo y en otros casos no lo había conseguido.

Siempre he pensado que en los Estados Unidos hubo alguien muy especial que aconsejó, con gran habilidad al Presidente Roosevelt, cuando éste tuvo el coraje de plantar cara a los jueces del Tribunal Supremo y se salió con la suya, porque sus decisiones fueron aplaudidas por las clases medias laboriosas y las clases trabajadoras cualificadas que constituyen la médula sana de la sociedad. Quizás este alguien fue un experto en economía que aconsejó al presidente reformador y pasó desapercibido porque no tenía ningún afán de notoriedad.   

Mi maestro me explicó que el profesor americano siempre vivió de su sueldo de la universidad y los emolumentos que le correspondían por su labor en calidad de experto miembro de las comisiones que se crean para examinar temas que interesan a varios departamentos de la administración. También me explicó que tenía talento a la hora de invertir sus ahorros en la Bolsa de Nueva York hasta el punto de que, con el rendimiento de los mismos, mantenía un orfanato.

Me causó una impresión muy profunda enterarme de la existencia de un personaje que conocía la manera de hacerse rico, pero se limitó a cumplir con su deber, en calidad de académico y funcionario público, mientras conseguía que se promulgaran leyes y directrices políticas que primaban los derechos de los seres humanos sobre los derechos del capital que es el auténtico dios de la ideología liberal y sobre todo de los Estados Unidos donde la creencia religiosa se proclama en los billetes de banco.

Mi maestro me explicó que el destino que yo tengo escrito en el Cielo tiene un cierto parecido con el del profesor americano que pudo ser mi abuelo. Esto era así porque ambos teníamos la misión dificilísima de combatir el poder de la oscuridad nada menos que en su terreno predilecto que es el ámbito del dinero.

Mi maestro añadió que yo no tendría ninguna posibilidad de influir la redacción de leyes y decisiones políticas, pero podría escribir una serie de libros que divulgarían experiencias positivas en el ámbito de las compañías capaces de desarrollar conceptos creativos y crear mucho valor añadido que se distribuye, de una forma justa, entre los empleados, los proveedores, el estado y el incremento del patrimonio de la compañía. Las experiencias positivas penetrarían, poco a poco, en las mentes de una minoría crítica de seres humanos que forman parte de las generaciones de mis empleados y sus hijos que ahora son niños que van a la escuela primaria.

He pensado, unas cuantas veces, en el personaje que pudo ser mi abuelo y tenía escrito en el Cielo un destino que guarda un cierto parecido con el mío, ya que ambos tenemos el deber de combatir el poder de la oscuridad en el ámbito del dinero. También he pensado en cuales pudieron ser las leyes y las decisiones políticas que fueron influidas, de manera positiva, por el profesor de economía que conocía la manera de hacerse rico, pero prefirió emplear las energías en mejorar las condiciones de vida de sus semejantes.

Puedo imaginar que el profesor iluminado influyó la ley que determina que el valor de una garantía hipotecaria jamás pueda quedar por debajo del valor del préstamo en medio de las sacudidas del mercado que tienen lugar en los períodos de recesión de los ciclos económicos. Esta ley, propia de los Estados Unidos, ha permitido a muchas familias entregar al banco las llaves de la vivienda hipotecada y alquilar otra más modesta en medio de una crisis y también ha evitado la ruina de muchos emprendedores que se habían arriesgado más que otros.

También puedo imaginar que el profesor iluminado influyera la laboriosa decisión que supuso sacar de la circulación los malditos billetes de mil dólares cuando se demostró que su uso preferente eran las transferencias que son propias de los negocios ilegales además de facilitar la constitución de depósitos clandestinos de dinero negro.

Llama mucho la atención que los Estados Unidos decidieran eliminar los billetes grandes y luego la Unión Europea haya decidido imprimir billetes de quinientos euros cuando ya se sabe que la nueva divisa tendrá un valor aproximado de dos marcos alemanes. Esto significa que los europeos tendremos un billete que multiplicará por cinco el valor del billete de cien dólares y la inmensa mayoría de ciudadanos honrados no precisarán usarlo nunca.

La moneda única europea interesa a los fabricantes alemanes de automóviles y bienes de equipo que ahora tienen el riesgo de que los italianos devalúen su divisa y les quiten los clientes. La moneda única también resultará interesante a los turistas y a la mayoría de exportadores e importadores de bienes muy diversos.

Por último hay que reconocer que la moneda única europea resultará interesante a los individuos que precisan hacer transferencias ilegales de dinero incluso en lugares ajenos a la Unión Europea. Este fenómeno, que podría contribuir nada menos que a la devaluación del dólar, podrá ser revelado, algún día, por los periodistas de investigación y podrá ayudar a despertar del estado del sueño psíquico a los hijos de las naciones de Europa.   

Uno de los hechos más importantes que tuvieron lugar en los Estados Unidos, en la época en que el profesor iluminado ejercía de experto al servicio de la administración, fue la creación de la Reserva Federal que cumple la función de ser el banco de los bancos desde el momento que custodia las reservas de oro y otros valores, emite los billetes verdes, compra y vende los activos financieros que contribuyen a regular la masa monetaria que permanece en circulación y determina los tipos de interés sobre el dinero que prestan los bancos.

Es sabido que la creación de la Reserva Federal de los Estados Unidos fue precedida de un debate de expertos y articulistas que contemplaba el modelo de una institución de carácter público o una institución de carácter privado. Por fin la institución tendría carácter mixto público-privado.

Tengo el convencimiento de que el profesor iluminado no se dejó atrapar en la discusión acerca del carácter público y el carácter mixto de un banco central y su propuesta fue la creación de un fondo dinerario que fuera lo suficiente cuantioso para que esta institución mantuviera el control del mango de la sartén del capital frente a cualquier contingencia.

Me imagino el profesor iluminado argumentando, ante sus colegas de la comisión de expertos, que una institución que tendría la responsabilidad de regular todos los instrumentos que exige la política monetaria no podría ejercer este cometido, con rigor, si no tenía en sus manos el mango de la sartén del capital.

Me imagino al profesor iluminado dejando a sus colegas, con la boca abierta, cuando les explicó que si el mango de la sartén del capital no lo tenía una institución, sometida a un control público, lo tendría una agrupación informal de los hombres más ricos del país.

Me imagino, por último, que este argumento definitivo, que es fruto del sentido común, no dio lugar a una decisión política, que debía asumir el presidente Wilson, porque el centro de poder, del lado de la oscuridad, que controla, con mano de hierro, el ámbito del dinero en mayúsculas no se lo permitió.

Wilson dejó escrita la impresión extraña que le había producido el hecho de que los líderes de las corporaciones de la industria, el comercio y las finanzas, con los que había tenido la oportunidad de conversar, hubieran hecho alusión a un centro de poder misterioso que estaba por encima de ambos y lo hubieran hecho en voz baja. Es posible que Wilson fuera un ingenuo además de un devoto presbiteriano, pero también es posible que supiera algunas cosas que saben muy pocas personas y se llevara los secretos a la tumba. 

Desde el punto de vista técnico sería muy sencillo constituir un fondo dinerario que tendría carácter público y cumpliría la función de mantener la salud del sistema financiero aplicando los procedimientos rigurosos que son fruto de la mejor experiencia de la banca.

Este fondo podría asegurar su cometido por el hecho de que tendría, bien agarrado, el mango de la sartén del capital frente a las contingencias de todos los tipos que tienen lugar mientras se suceden los ciclos económicos. Para ello debería arbitrarse que los patrimonios superiores a una cifra, que quizás debería ser diez millones de dólares, tuvieran la obligación de invertir una pequeña parte de sus activos financieros en bonos del mencionado fondo retribuidos a un interés simbólico.

A estas alturas de la historia, una propuesta de este tipo sólo sería viable si tuviera alcance mundial y la institución encargada de gestionar el fondo, que tendría muchísimos ceros, estuviera libre de toda sospecha. Es obvio que esta institución no existe, pero podría existir.

Esta propuesta podría alcanzar un consenso enorme, en todos los países del mundo, porque, por primera vez, los sacrificios no se pedirían sólo a las clases medias laboriosas y a las clases trabajadoras cualificadas sino que se añadiría a los mismos nada menos que a los más ricos de la pirámide.

Los debates que se suceden en el ámbito de la economía acostumbran a girar en torno de dos cuernos del Diablo que son extremadamente potentes. El primer cuerno del Diablo es el pensamiento liberal ortodoxo que presupone que el mercado, por si mismo, tiene el don de regular la economía de la mejor manera posible.

Frente a este punto de vista existen unas cuantas teorías que afirman que sin la intervención del estado, por medios diversos, es imposible que haya el grado de crecimiento económico que es imprescindible para asegurar el pleno empleo y el bienestar general de la población.

Es obvio que en ambos cuernos del Diablo hay una parte de verdad que además es muy potente. Por esta razón los puntos de vista contrapuestos tienen la posibilidad de retroalimentarse entre ellos, de muchas maneras, sobre todo cuando se llevan a la práctica y dan lugar a éxitos y fracasos que pueden ser exaltados o combatidos.

Los partidos de matriz conservadora y liberal se ocupan de perfeccionar sus programas que preconizan la reducción de los impuestos y la deuda pública. Mientras tanto los partidos de matriz socialista, populista y demagógica se ocupan de hacer lo contrario. El resultado de esta contraposición entre medias verdades, dotadas de gran potencia, es que el debate, acerca de las propuestas económicas, da lugar al debate, acerca de las propuestas políticas, que ocupa una parte relevante de las páginas de los periódicos y las noticias que divulgan los informativos de la televisión.

En medio de los debates acalorados entre propuestas políticas contrapuestas, que determinan el color de los gobiernos, nadie se percata de que el elemento esencial del sistema económico, que es el control sobre el mango de la sartén del capital, no aparece jamás en ninguna discusión seria.

Los ciudadanos ejemplares que han seguido, a lo largo de muchos años, las vicisitudes políticas, que han tenido lugar en su país, se percatan de que ningún gobierno tiene el control sobre el sistema económico y, por fin, sucede que las cosas le salen mejor o peor por causa de circunstancias imprevisibles e incluso de carambolas inesperadas que tanto pueden tener carácter positivo como negativo.  

Los ciudadanos ejemplares se percatan de que, en una ocasión, entregaron su voto a un señor que prometió rebajar la inflación, en otra ocasión, lo entregaron a otro señor que prometió crear empleo y, en una tercera ocasión, lo entregaron a otro señor que prometió rebajar los impuestos, pero sucedió que los resultados de las acciones políticas de aquellos señores estarían condicionadas por un factor, de orden superior, que muy bien puede ser alguien que tiene el control sobre el mango de la sartén del capital, pero no aparece jamás en los periódicos y los informativos de la televisión.

Las personas que tienen información acerca de las cosas que suceden en la ejecución de proyectos de muchos ceros no tienen ninguna duda acerca de la existencia de un poder informal que toma las decisiones clave que afectan a este tipo de proyectos. Los profesionales informados, a las que me refiero, hablan de su experiencia con un amigo de la máxima confianza y lo hacen en voz baja.

Cualquier persona, dotada de un mínimo de sentido común, puede llegar a la conclusión de que el mundo está controlado por una agrupación informal de los líderes de las familias que poseen patrimonios de nueve y más ceros.

Los hombres y las mujeres que disponen de experiencias profesionales, que les han permitido acceder a más información de la que posee la mayoría de la gente, van más allá de la apreciación que se sostiene en el sentido común y acarician la hipótesis que asegura que el gobierno secreto del mundo tiene carácter religioso. Esto significa que el sistema de poder está protegido por una fuerza superior, de orden sobrenatural, con la que es inimaginable mantener un conflicto.

La gran paradoja que preside el cambio de siglo adquiere una magnitud definitiva cuando, desde el prisma de la mente dormida, se contempla el desprestigio creciente de la religión que, en los países de Europa, parece que tiene carácter irreversible entre las generaciones jóvenes.

Mientras tanto sucede que, desde el prisma de la mente despierta, se contempla la existencia de un sistema de poder secreto que tiene carácter global y es invulnerable precisamente porque tiene carácter religioso y permanece protegido por una fuerza sobrenatural con la que ninguna persona sensata se atreve a tener ningún conflicto jamás.

Lo más asombroso de todo sucede cuando se llega a la conclusión de que un tema cien por cien material, como es el de la economía, está sometido a una batalla que tiene lugar en el plano espiritual de la existencia. Las personas que tienen la mente más despierta tienen la sospecha de que será imposible arbitrar soluciones, basadas en la justicia y el sentido común, en cualquier tema relevante que tenga que ver con el sistema económico hasta que no tenga lugar un cambio, a favor del lado de la luz, en la batalla que tiene lugar en el plano espiritual de la existencia.

Esta paradoja, de enorme brutalidad, que está a la vista de cualquier persona que tenga la mente mínimamente despierta, está destinada a convertir el ateismo y el agnosticismo en formas de estupidez ya que es lícito no creer en la existencia de Dios, pero es absurdo no contemplar la causa de los problemas del sistema económico cuando resulta que está a la vista de cualquier persona que tienen un mínimo de inteligencia y dispone de humildad suficiente para escuchar los argumentos convincentes de un vecino dotado de una mente más despierta que la suya.

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