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La civilización occidental:  el agotamiento de un paradigma

La civilización occidental: el agotamiento de un paradigma

Los estudiosos usan los conceptos de cosmovisión y paradigma con objeto de definir el entramado de creencias y valores en los que se sostiene una civilización.

La Civilización Occidental se ha sostenido, a lo largo de los últimos dos siglos, en una cosmovisión o paradigma que acarreaba imperfecciones, pero mantenía la posibilidad de funcionar,  mejor o peor, hasta que se ha agotado casi por completo.

La matriz de esta cosmovisión o paradigma era muy potente ya que descansaba en el desarrollo de la ciencia empírica que constituye la base del progreso industrial y tecnológico que ha permitido mejorar, de manera decisiva, la calidad de la vida de la población.

Debo agradecer la educación que recibí en el colegio de las Escuelas Pías porque tuvo una matriz racional y científica inequívoca. El día que abandoné el colegio entrañable estaba convencido de que la cosmovisión o paradigma racionalista era un edificio inmenso y muy bien construido, aunque albergaba algunas habitaciones oscuras que seguramente se irían iluminando a medida que transcurriera el Siglo XX.

La educación que recibí contemplaba la hegemonía de la razón y la ciencia sobre la religión. Esta última se limitaba al sentimiento de admiración por Jesucristo que es un personaje dotado de coherencia extrema y se convierte en un maestro irresistible para cualquier persona que está dotada de buena voluntad y lleva dentro los impulsos de la búsqueda de la verdad, la libertad y la justicia.

El sentimiento de admiración por Jesucristo me permitió alejarme de la Iglesia Católica en el momento que me percaté de la naturaleza verdadera, del Estado y la Curia del Vaticano, sin dejar de ser un discípulo fiel del hombre que había fundado la institución que se había degradado hasta extremos que resultan inconcebibles a la mayoría de los fieles. La prueba de ello es que mantengo los cuatro evangelios como libro de cabecera.

En el momento que han pasado cuarenta años del escenario que me permitió añadirme a un paradigma que se suponía incombustible, sucede que las habitaciones oscuras del edificio no se han iluminado mientras que se ha apagado la luz en muchas de ellas a medida que han surgido nuevas experiencias humanas que han desbordado las viejas explicaciones.

Mientras tanto ha sucedido que la influencia social de las iglesias se ha venido abajo hasta el punto de que algunos sociólogos denominan, con el calificativo de post-cristiana, a la sociedad europea del Siglo XXI recién estrenado. En los países de América este fenómeno también se produce, pero de una forma más atenuada.

Tiene sentido calificar de post-cristiana a la sociedad europea de los inicios del Siglo XXI si ésta se contempla desde el prisma de la mente dormida. En cambio si se hace un esfuerzo para contemplar la realidad no sólo de Europa sino del mundo entero, desde el prisma de la mente despierta, puede llegarse a la conclusión de que vivimos en una sociedad pre-cristiana.

Esta hipótesis tiene sentido cuando se percibe la potencia inmensa que poseen los mensajes más importantes de Jesucristo y se cae en la cuenta de que estos todavía no han sido comprendidos por los hombres y las mujeres que se consideran sus discípulos.

Es interesante estudiar una encuesta muy seria que se ha hecho en los Estados Unidos en la que aparece un segmento de ciudadanos que se consideran cristianos, pero no se identifican con ninguna iglesia de las muchas que hay en su país. Es probable que estos cristianos tengan la mente más despierta que los que precisan ir a un determinado templo y se sentirían incómodos en cualquier otro.

Cuando se leen los evangelios, en el estado de la mente despierta, aparece un escenario que puede dar lugar a una cosmovisión o paradigma de orden superior. El escenario inesperado tendría un lado luminoso que sería la utopía realista del Reino de Dios y un lado oscuro, más sencillo de identificar, que sería el Reino de Lucifer personificado por el entramado de las sociedades secretas que ejercen el poder real en el mundo desde hace muchos siglos.

Si las cosas son así significa que el Reino de Dios es una utopía realista maravillosa, pero el Reino de Lucifer es un hecho real que posee el poder y los instrumentos que permiten poseer el poder y además ejerce el dominio sobre el mundo desde hace muchos siglos.

La filosofía racionalista y la doctrina religiosa dieron lugar a Cuernos del Diablo poderosos que tuvieron la posibilidad de retroalimentarse muy bien, entre ellos, a lo largo del Siglo XIX y un trecho importante del Siglo XX. Los dos Cuernos del Diablo ejercieron de somníferos de masas y contribuyeron a mantener sumidos, en el estado del sueño psíquico, a centenares de millones de seres humanos.

Los intelectuales que tenían la mente mínimamente despierta se percataban del juego perverso de los Cuernos del Diablo, pero se añadían a una especie de convenio que trataba de mantener en pie el edificio racionalista y científico confiando en que las creencias religiosas cubrieran sus defectos, aunque fuera por el procedimiento de infundir esperanza ante los misterios que no han podido ser desentrañados por la razón que sea.

En los albores del Siglo XXI este convenio de buena voluntad se ha agotado casi por completo. Mientras tanto sucede que existen experiencias que comparten pocas personas, pero tienen la virtud de que pueden levantar una hipótesis en la que quizás no ha pensado nadie.

La hipótesis dice que existe un paradigma oculto en el que se sostiene el sistema de poder que tiene el dominio sobre el mundo desde hace muchos siglos.

Es posible hacer esta hipótesis a una persona que conoce el rito inter-confesional que permite canalizar la energía mental de Jesucristo hasta el punto de deshacer los efectos de los ritos terribles, del lado de la oscuridad, que permiten arruinar compañías que se sostienen en conceptos muy creativos con objeto de dar vida a los grandes patrimonios financieros. Las personas que tenemos la certeza de que este rito inter-confesional funciona muy bien nos percatamos de la imposibilidad de transmitir nuestra experiencia al conjunto de nuestros semejantes por el hecho de que los sistemas de creencias tanto religiosas como seculares todavía no lo permiten.

Tengo el deber de dejar bien documentada la experiencia del rito inter-confesional que permite canalizar la energía mental de Jesucristo, en el largo relato novelado que estoy escribiendo, con objeto de que pueda ser reproducido por colectivos de hombres y mujeres que sean fieles de las grandes religiones de la humanidad y gocen de las experiencias de la fe, la cordura y la consciencia del mundo real que se esconde detrás del mundo que tenemos a la vista. Estos atributos identifican a los seres humanos que poseen una mente despierta y pueden entender el drama tremendo que tiene lugar en el mundo de los inicios del Siglo XXI.

No hay más remedio que cargarse de paciencia cuando se descubre que la correlación de fuerzas, entre el lado de la luz y el lado de la oscuridad, todavía no permite generalizar experiencias de las que sólo participan un número reducido de personas. Mientras tanto es legítimo contemplar un paradigma oculto en el que descansa el sistema de poder secreto que ejerce el dominio sobre el mundo y hacer la hipótesis de que el paradigma oculto se sostiene nada menos que en la inversión de la energía mental de Jesucristo y esto es así quizás desde el Siglo IV. 

Tengo el convencimiento de que el misterio de la Salvación de la humanidad, cuyo actor principal es Jesucristo, podrá ser desvelado por un procedimiento científico, pero quizás debe transcurrir una generación antes de que sea posible.

 

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