Jesucristo, líder del proceso de liberación de la humanidad
Resulta muy interesante explicar los hechos decisivos de la historia por medio de las manifestaciones de las Leyes Cósmicas de la Correspondencia y la Armonía que aparecen, de forma incipiente, en la Biblia y fueron reveladas, de una forma madura, a la escuela sagrada de China que poseía el instrumento del Oráculo del “I Ching”.
Tengo el convencimiento de que es posible explicar la historia de la humanidad de una forma que se acerque más a la verdad de lo que lo hacen las distintas escuelas de historiografía. Para ello hay que partir de la base de que existe un Plan de Dios (o Plan del Cielo) que constituye el mayor de los misterios y se ha desarrollado por medio de una revelación primigenia que, de una manera u otra, es común a todas las civilizaciones.
La Civilización Occidental posee el referente de los Diez Mandamientos que, al parecer, fueron entregados a Moisés por el propio Dios grabados en dos tablas de piedra y en lengua hebrea. Este relato obliga a encogerse de hombros a cualquier persona educada en la cultura moderna. Sin embargo es demostrable que los conceptos esenciales, que forman parte de los Diez Mandamientos, fueron revelados a todas las civilizaciones aunque por procedimientos menos espectaculares.
El Plan de Dios también se ha manifestado por medio de elementos de revelación que son distintos en una y otra de las civilizaciones y las grandes religiones de la humanidad. Estos elementos de revelación pueden llegar a ser asombrosamente complementarios cuando han sido procesados por medio de la experiencia que es propia de los hombres y las mujeres que han tenido la mente más despierta que sus semejantes.
Si aceptamos esta tesis no tenemos más remedio que aceptar otra que es un poco más audaz. La nueva tesis dice que la búsqueda de la verdad exige ensamblar el conjunto de elementos complementarios que han sido sedimentados por medio de la experiencia acumulada por las escuelas sagradas que han vertebrado el lado luminoso de las distintas civilizaciones y las grandes religiones de la humanidad.
Se me han ocurrido los términos de rompecabezas de Dios y laberinto de la verdad para plasmar el concepto de la búsqueda que exige penetrar en elementos, más o menos coincidentes o complementarios, que tienen naturaleza experiencial y han sido desarrollados por las distintas civilizaciones humanas.
Hay bastantes autores que piensan que es posible que la humanidad, de los albores del Siglo XXI, construya una ética general que, sin precisar de ningún elemento religioso, pueda ser satisfactoria para los hijos de todas las naciones de la Tierra.
El propósito de estos autores es posible, además de encomiable, porque existe un laberinto de la verdad que admite soluciones parciales y la más clara de todas puede expresarse en el terreno de la ética secular.
En mi opinión estos autores deben dar un paso más y percatarse de la existencia del Plan de Dios o Plan del Cielo que contempla el entendimiento de la humanidad en el terreno de la paz, el respeto a la pluralidad, la justicia, la cooperación y la solidaridad. Para ello no tendrán más remedio que estudiar cosas que desconocen y vale la pena conocer.
Es un hecho demostrable que las naciones que gozan de una gran pluralidad y poseen una cultura de respeto a la pluralidad, tienen una ventaja sobre las que no gozan de pluralidad y son prisioneras de la intransigencia y el fanatismo que pueden tener matriz religiosa, cultural e incluso política.
De acuerdo con el conocimiento, cien por cien experiencial, desarrollado, por la escuela sagrada de China, los hechos importantes de la historia de la humanidad han estado condicionados, desde épocas remotas, por el proceso de acumulación de consciencia que han hecho una minoría de seres humanos tanto por el lado de la luz como por el lado de la oscuridad.
Este conocimiento, cien por cien experiencial, contempla, como resultado de los procesos de acumulación de conciencia, la existencia de un centro consciente del lado de la luz y un centro consciente del lado de la oscuridad que ambos poseen naturaleza extra-terrenal y disponen de una parte terrenal que, en el primer caso, son las escuelas sagradas que vertebran el lado de la luz de las civilizaciones y las grandes religiones y, en el segundo caso, son las sociedades secretas que mantienen el dominio sobre los centros de poder.
Las iglesias cristianas han desarrollado una escatología que procede de la revelación pero posee matriz teórica y especulativa. Es posible hacer la hipótesis de que esta disciplina contenga grandes errores y no contemple las cosas más importantes que suceden en el mundo del más allá.
No es fácil que las iglesias cristianas se abran a reconocer esta posibilidad, pero las cosas pueden facilitarse en el momento que las escuelas sagradas llegan a la conclusión de que Jesucristo es el maestro más elevado de la historia de la humanidad y el único ser que, por causa de la peculiaridad de su energía mental, tiene la posibilidad de ser el líder de su liberación del dominio del sistema de poder que se sostiene en las sociedades secretas desde hace siglos y milenios.
De acuerdo con el conocimiento, cien por cien experiencial, elaborado por las escuelas sagradas, existe la posibilidad de resituar el concepto de la salvación de la humanidad, liderada por Jesucristo, en parámetros científicos de forma que adquiera un carácter muy difícil de rechazar por las personas de buena voluntad.
Ahora mismo sucede que, en todas las naciones, hay una minoría relevante de personas que han alcanzado el estado de la mente más o menos despierta y han elegido el lado de la luz de la energía. Estas personas pueden entender el concepto del laberinto de la verdad y pueden aceptar el criterio de valorar a un ser espiritual o un ser terrenal en función de la calidad de la energía que tiene la posibilidad de canalizar. A esta energía le doy el nombre de energía mental aunque el término no es del todo riguroso.
De acuerdo con esta posibilidad, las iglesias cristianas tendrían la oportunidad de desprenderse de una filosofía y una teología que eran coherentes en el plano de la mente dormida y elegir un nuevo conocimiento que será coherente en el plano de la mente despierta. Esto podrían hacerlo en el momento en que se percataran de que, por este procedimiento, Jesucristo más allá de ser el referente de las iglesias que tratan de mantener su legado, aparece como el líder de todas las escuelas sagradas que constituyen el hilo conductor, del lado de la luz, de las civilizaciones y las grandes religiones de la humanidad.
Los teólogos que tienen la mente mínimamente despierta intuyen que, en un futuro que no está muy lejano, sólo los débiles mentales podrá creer en los conceptos abstractos que tienen el nombre de pecado original, pecado mortal, gracia santificante, etc. etc. Estas personas empiezan a percatarse de que la teología cristiana deberá elegir entre la renovación profunda o la extinción.
Los cristianos pueden aceptar la existencia de los centros conscientes del lado de la luz y el lado de la oscuridad de la energía que poseen naturaleza extra-terrenal. Para ello deben recurrir a un elemento de la revelación que permanece enunciado, de forma sutil en la Biblia, pero fue revelado, de forma madura, a la escuela sagrada de la India. Me refiero al concepto de la acumulación de conciencia que tiene la posibilidad de llevar a cabo el alma humana a lo largo de diversas existencias terrenales.
Jesucristo explicó que Juan Bautista era el más grande de los hombres nacidos de mujer antes de revelar que era el propio Elías. Para que no hubiera ninguna duda acerca de un tema tan impactante añadió la frase ritual que reservaba para las grandes ocasiones “El que tenga oídos para escuchar que escuche”.
Si Elías y Juan Bautista llevaban dentro la misma alma, hay que suponer que este fenómeno se ha dado más veces a lo largo de la historia. Incluso es lícito suponer que el fenómeno se ha dado bastantes veces y se ha incrementado a medida que se han desarrollado las civilizaciones y las grandes religiones dotadas, unas y otras, de un lado luminoso potente y un lado oscuro no menos potente.
Los Padres de la Iglesia tenían la mente demasiado dormida para aceptar que dos hombres que habían vivido en épocas distintas llevaran dentro la misma alma y la revelación de Jesucristo, en un tema clave, no se incorporó a la filosofía de la Iglesia.
Más tarde sucedió que los pensadores escolásticos desarrollaron una filosofía especulativa dotada de gran brillantez que explicaría que Dios crea las almas y los cuerpos humanos en el mismo instante.
En el momento que la Iglesia estuvo dotada de una filosofía especulativa, dotada de gran brillantez, los estudiosos cristianos tuvieron una razón para sentirse importantes.
De acuerdo con la experiencia de las escuelas sagradas los conceptos especulativos, dotados de brillantez, no son otra cosa más que somníferos, de gran potencia, que mantienen las mentes de los intelectuales atrapadas en el estado del sueño psíquico.
Además sucede que cuando los durmientes se sienten importantes por su sueño ya no tienen ninguna posibilidad de despertar.
La Religión Cristiana se sustenta en el principio de que Jesucristo es el Hijo unigénico de Dios. La inmensa mayoría de las iglesias divulgan esta creencia que constituye el principal signo de identidad de los cristianos.
Los musulmanes creen que Jesucristo es el Cristo o Ungido de Dios. Nadie puede saber si el proceso de ungir comporta transmisión de divinidad, pero, por lo menos, permite contemplar al Cristo como un hombre distinto del resto de sus semejantes.
De acuerdo con hechos que he contemplado con mis ojos tengo el convencimiento de que, un día que no puede estar muy lejos, podrá demostrarse, por un procedimiento empírico, que la energía mental de Jesucristo es una fuerza que permite deshacer los efectos de los ritos terribles, del lado de la oscuridad, en los que se sostiene el sistema de poder que ha hecho del dinero en mayúsculas el elemento de dominio sobre los centros de poder de todos los tipos incluidos los centros de poder religioso.
Supongo que no podrá demostrarse nunca que Jesucristo es el Hijo unigénico de Dios y ni siquiera el Cristo de Dios, pero podrá adivinarse que es un ser que está muy cerca de Dios hasta el punto de que dispone de la energía mental que puede hacer posible la liberación de la humanidad del sistema de poder que la mantiene oprimida desde hace siglos y milenios.
Tengo el convencimiento de que el día que exista una masa crítica de seres humanos, hijos de las distintas civilizaciones, que adivinen la función liberadora de Jesucristo, en términos cien por cien prácticos, tendrá lugar la mayor de todas las sacudidas intelectuales de la historia de la humanidad.
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