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En la oración está la fuerza

En la oración está la fuerza

Gozo del privilegio de haber tenido dos maestros residentes en meridianos contrapuestos del planeta. El primero de ellos es el hombre que constituye el último eslabón de una estirpe de maestros entroncados con la escuela sagrada de China. Este hombre es el más sabio que he conocido en mi vida sin punto de comparación con ningún otro.

El segundo maestro, que ha aterrizado en mi vida, es la mujer que conocí en Colombia en el seno de un viaje que tenía el objeto de estudiar un proyecto recién nacido que me obligaría a hacer otros viajes a aquel pías y estos me permitirían reencontrarme con la mujer otras tres veces.

El hombre, de nacionalidad china, podría ser mi padre y la mujer, de nacionalidad colombiana, podría ser mi madre. El hombre debe ser uno de los más sabios del mundo. La mujer debe tener estudios primarios y poco más. Lo único que tienen en común, ambos personajes, es la experiencia, construida a lo largo de muchos años, de la fe entendida como la confianza absoluta en la protección de un poder superior que tiene naturaleza espiritual. Para el maestro chino este poder superior es el Cielo impersonal y para la mujer colombiana es la persona de la Bienaventurada Virgen María.

La mujer colombiana jamás pone los pies en un templo y no muestra demasiada simpatía por los clérigos de mente dormida que la han defraudado repetidas veces, pero tiene un altarcito en su casa presidido por una imagen de la Virgen María que lleva en sus brazos el niño lactante del que la mujer no tiene ninguna duda de que es el Hijo de Dios. En el altarcito jamás faltan las flores frescas y una vela metida dentro de un cilindro de plástico de color marfil o verde pálido.

La mujer colombiana posee dones extra-sensoriales notables y está convencida de que tiene el deber de poner estos dones al servicio de sus semejantes. La mujer no pide nada a cambio de la ayuda que proporciona a muchas personas aunque las invita a depositar dinero en un cepillo de madera que tiene en su casa. Supongo que la mujer retira del cepillo sólo el dinero que precisa para su subsistencia, para los regalitos que hace a sus nietos y para comprar las flores y las velas que no faltan nunca en el altarcito dedicado a la Virgen María que preside su modesta vivienda.

Por medio de la indiscreción, de un tercero, pude enterarme de que la mujer tiene talento para obtener bastante dinero de personas ricas que le deben un favor inestimable y luego lo entrega a familias que atraviesan algún trance duro de la vida. Es evidente que esta mujer hace las cosas de acuerdo con el mandato del maestro que dice que la mano izquierda no debe saber lo que hace la mano derecha.

La mujer colombiana se ayuda de una baraja de cartas que tienen un tamaño muy pequeño y reproducen figuras de ángeles de los que ella conoce los nombres y los rangos que ocupan en la jerarquía celestial. La tercera vez que estuve con ella me dijo que cuando movía las cartas, en mi presencia, le transmitían, una vez tras otra, un mensaje muy claro que decía: “En la oración está la fuerza”.

La mujer que contemplo como una maestra no tiene simpatía por los clérigos de mente dormida, pero es una campeona de la oración dirigida a la Virgen María y está convencida de que la fuerza que acompaña a cualquier persona, cuando se enfrenta a los problemas propios de la vida, proviene de su oración al ser al que ella otorga el calificativo de Reina del Cielo.

El día que la mujer me explicó, por primera vez, que en la oración está la fuerza me dejó lleno de perplejidad. Esto sucedió porque yo asociaba el hábito de rezar a la cultura de la mente dormida que presidió la educación religiosa que recibí en los años de la infancia y la adolescencia. Esta reflexión se hizo más viva desde el momento que conocí al maestro, entroncado con la escuela sagrada de China, que es un hombre que tiene la mente completamente despierta y jamás ha verbalizado ninguna oración.

La mujer colombiana tiene la mente igual de despierta que el maestro chino mientras posee la experiencia de que la fuerza del ser humano, frente a las situaciones más complicadas de la vida, está precisamente en la oración. Es obvio que la oración de esta mujer no tiene nada que ver con la que me fue enseñada en la infancia por los educadores que tenían la mente totalmente dormida.

No tengo más remedio que reflexionar acerca del fenómeno de la oración desde la perspectiva de la mente despierta que sólo admite un parámetro que tiene carácter objetivo para dilucidar el valor de cualquier cosa. Este parámetro es la calidad de la energía mental que todos los seres humanos tenemos la posibilidad de canalizar.

Para reflexionar acerca del concepto de la energía mental no hay más remedio que acudir a la cosmología y la antropología que he podido conocer por medio de mi maestro que es el último eslabón de una estirpe que ha mantenido el legado de la escuela sagrada de China, a lo largo de los siglos, sin tener jamás la más mínima visibilidad.

La cosmología y la antropología que ha construido la escuela sagrada de China se sostiene en una experiencia acumulada a lo largo de muchos siglos y posee la particularidad de que no incluye ningún elemento teórico. Esta escuela sagrada mantiene el principio de que sólo tiene valor el conocimiento que es fruto de la experiencia humana cuando ésta ha sido puesta a prueba por el paso del tiempo.

Mi maestro califica el pensamiento teórico de fraude y calamidad. Explica que la Civilización China pudo hacer frente al peligro del pensamiento teórico cuando consiguió que la cultura general se rigiera por los valores incombustibles del realismo y el pragmatismo. Es evidente que en la India y Europa no sucedió lo mismo que en China y la prueba de ellos es que, en estas zonas del mundo, es posible hallar bibliotecas en las que no hay ni un solo libro cuyo contenido se sostenga en hechos que formen parte de la experiencia personal del autor lo cual es un fenómeno tan aberrante que hasta parece mentira que sea verdad.

Cuando una persona que tiene la mente mínimamente despierta accede a un conocimiento que recoge la experiencia de una estirpe de maestros que se ha mantenido viva, a lo largo de unos cuantos siglos, no tiene más remedio que disponerse a escuchar y a abrir la boca sólo para hacer alguna pregunta que le permita aclarar las cosas que resultan demasiado penetrante a una mente que se conformó, en los años adolescentes, por medio del estudio del pensamiento racionalista y la doctrina católica.

No hay más remedio que llegar a la conclusión de que las escuelas sagradas han vertebrado el lado de la luz de las civilizaciones y las grandes religiones de la humanidad. Mientras tanto las sociedades secretas se han encargado de agrupar a los semejantes que tenían el objetivo de alcanzar el poder, en especial el poder sobre el dinero que constituye la clave de todos los sistemas de poder.

Resulta apasionante descubrir que en todas las civilizaciones ha sucedido lo mismo y el resultado de ello sea la existencia de un paradigma oculto que tanto funciona por el lado de la luz como por el lado de la oscuridad.

Cada día tengo más claro que las personas que han alcanzado el estado de la mente despierta y han elegido el lado de la luz de la energía no deben tener el objetivo de un cambio de paradigma, sino que deben proponerse desvelar el paradigma oculto en el que se sustenta el sistema de poder que tiene el dominio sobre el mundo desde hace siglos y milenios.

Resulta que el paradigma oculto también constituye el sustento de las escuelas sagradas que han constituido el hilo conductor del lado luminoso de las civilizaciones y las grandes religiones de la humanidad. Esto significa que el paradigma oculto podrá ser divulgado en el momento que lo permita la correlación de fuerzas que rige la confrontación invisible que mantienen los centros conscientes de un lado y el otro de la energía.

Las cosas son más sencillas de lo que parece. Resulta que el paradigma oculto es accesible por el hecho de que constituye el sustento tanto del Reino de Dios, que está en proceso de construcción, como el Reino de Lucifer que tiene el objeto de  impedir la construcción del Reino de Dios y mantiene el dominio férreo sobre el mundo desde hace siglos y milenios.

El mundo real que permanece escondido tras el mundo aparente que tenemos a la vista tiene un lado luminoso que es el Reino de Dios y un lado oscuro que es el Reino del Diablo cuyo poder en la Tierra se ha mantenido incombustible a lo largo de la historia de la humanidad.

El sistema de poder que ha dominado el mundo, a lo largo de los siglos, se ha empezado a debilitar y la prueba de ello es que hoy es posible contribuir a la divulgación de la verdad, hasta cierto punto, en encuentros de profesionales serios que han vivido experiencias fuertes en el ámbito del dinero en mayúsculas.

Este ejercicio de esclarecimiento había resultado imposible desde que Jesucristo abandonó la Tierra. Sin embargo es posible desde que se ha iniciado el Siglo XXI justo en un momento de la historia que está presidido por una revolución nada menos que en los ámbitos de la información y la comunicación.

Merece credibilidad la tesis de mi maestro que asegura que en el tercer decenio del siglo, recién nacido, tendrá lugar el inicio de un cambio positivo, de carácter global, al que deberé contribuir por medio de los libros que estoy escribiendo.

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