El mito de la hidra de las siete cabezas y la fatuidad del ser humano
Mi maestro explica que el conocimiento verdadero de la humanidad ha sido transmitido por medio de los mitos, los símbolos y los ritos. Al margen de estos conceptos que, al parecer, proceden de la revelación y han sido verificados por la experiencia humana, a lo largo de los siglos, puede haber especulación intelectual, pero no puede haber conocimiento verdadero acerca de nada.
Cuando una persona, que permanece identificada con los tópicos de la sociedad global del Siglo XXI, escucha la tesis de mi maestro no tiene más remedio que encogerse de hombros. Es probable que esta persona no haya tenido acceso a los mitos, los símbolos y los ritos que han hecho posible la formación de las civilizaciones, pero es seguro que permanece sujeta a la influencia de algún mito, algún símbolo o algún rito degradado o fraudulento ya que la mente humana no puede funcionar al margen de estos conceptos.
La Civilización China se construyó sobre el mito del Cielo, una simbología magnífica que siempre expresa el concepto del equilibrio y los ritos en honor de los antepasados erigidos como protectores de las familias. Mientras tanto los ritos solemnes que celebraban el emperador y los altos dignatarios del estado, en el Templo del Cielo, cumplían la función de asegurar las cosechas de arroz y trigo que permitían alimentar a cien millones de seres humanos que constituían la mitad de la población del mundo y daban lugar al mercado interior fabuloso que permitiría realizar todos los inventos del mundo antiguo.
Los países de tradición católica poseen el mito de la Virgen María a la que puede darse los títulos de Madre de Dios, Madre del Cielo, Reina del Cielo etc. Este mito posee una potencia inmensa que es reconocida incluso por las personas que no son religiosas pero son inteligentes.
En México pude conocer a dos hombres que no creían en la existencia de Dios, pero tenían fe en la Virgen de Guadalupe por una razón, de origen familiar y orden práctico, que tenía carácter irrefutable. Este fenómeno religioso es uno de los más interesantes que pueden contemplarse en el mundo.
Algunas iglesias protestantes han desarrollado el mito del Cristo interior que, al parecer, procede de la vivencia mística que relata Pablo de Tarso en una de sus cartas. Para algunos cristianos este mito puede ser una creencia más, pero para otros se trata de una experiencia íntima que los hace mejores personas hasta el punto de que constituyen un ejemplo para sus semejantes.
Mi maestro ha tenido la ocurrencia de recurrir a un mito de la Grecia Clásica con objeto de explicar un concepto que la escuela sagrada de China ha desarrollado quizás mejor que nadie. Me refiero al sentimiento de importancia que esclaviza a la inmensa mayoría de los seres humanos.
El mito elegido por mi maestro es el de la hidra de las siete cabezas. Estoy de acuerdo en que el sentimiento de importancia que todos los seres humanos llevamos dentro, en un grado menor o mayor, puede ser identificado con la serpiente que quizás no tenga siete cabezas, pero, por lo menos tiene dos y hasta tres muy claras.
El sentimiento de importancia que anida en el corazón del ser humano, a pesar de que éste no tiene la certeza de que seguirá con vida el día siguiente, es una de las anomalías más grandes que pueden contemplarse. Sin embargo han sido muy pocos los filósofos que han reflexionado acerca de un hecho tan evidente lo cual hace pensar que eran esclavos de este defecto al igual que el resto de sus vecinos.
Hubo una tradición espiritual de la India que, en una época antigua, dio el nombre de ego a la primera cabeza de la hidra del sentimiento de importancia. Esta tradición espiritual descubrió que el ser humano tiene la posibilidad de desprenderse del ego y alcanzar una nueva identidad a la que, más tarde, se le daría el nombre de yo superior.
Las escuelas sagradas descubrieron que el sujeto que se desprende del ego y alcanza el yo superior deja de permanecer identificado con los somníferos vulgares que inducen el sueño psíquico a la mayoría de los mortales, pero los sustituye por un sentimiento de importancia, de orden superior, que tiene carácter de narcótico. Estas personas ya no viven en un estado de sueño, pero lo hacen en un estado de delirio permanente.
Es posible hallar en Internet a algunos maestros espirituales que explican la necesidad de desprenderse del ego y descubrir el yo superior. Las cosas que explican estos supuestos maestros son una parte de la verdad, pero están muy lejos de la verdad completa. Esto es así porque el yo superior lleva asociada nada menos que la idea de la superioridad con lo que da lugar a una cabeza de la hidra mucho más potente y peligrosa que la que recibe el nombre de ego.
Las personas inteligentes se percatan de que el individuo que se afeita la cabeza y mira al prójimo, por encima del hombro, está mucho más lejos de la verdad que el supuesto infeliz que permanece apegado a su ego hasta el punto de que su máxima ilusión es estrenar un coche nuevo, de marca alemana, por medio de un arrendamiento financiero.
La identidad única del ser humano está en su alma creada a imagen y semejanza de Dios. Algunas tradiciones de espiritualidad usan el concepto del yo interior que sólo puede referirse al alma. Este concepto está cerca de la verdad mientras que el concepto del yo superior tiene carácter malicioso hasta el punto de que los que se dejan atrapar, por él, se apartan, sin remedio, del largo camino que lleva al conocimiento de la verdad.
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