El límite de la inteligencia artificial
Alguien ha hecho la hipótesis de que habrá un día en que un sistema de inteligencia artificial, que haya sido construido por medio de programas informáticos y algoritmos bien experimentados, superará la inteligencia convencional de la que están dotados los seres humanos.
Es posible que esto suceda hasta el punto de contemplar a un robot que se rebele, decida actuar en base a un hipotético interés propio y nadie sepa como hacerle frente.
Este escenario ha sido recreado, de una manera demasiado fantasiosa, en algunas películas de ciencia ficción que entretienen a los semejantes que poseen una mente muy dormida mientras transmiten locura a los que la tienen un poco más despierta.
Al parecer existe un programa que domina el juego del ajedrez hasta el punto de que ningún maestro de este juego ha conseguido vencerlo tanto cuando el robot está en posesión de las piezas blancas como cuando juega con las piezas negras.
Este programa ha sido perfeccionado, a lo largo de los últimos años, por medio de añadirle más y más respuestas certeras a las posibilidades, casi ilimitadas, que pueden tener lugar en un tablero de ajedrez hasta que se ha conseguido que el robot se haya hecho con la categoría de campeón del mundo.
En el momento que existe un robot que se ha convertido en el campeón del mundo del juego del ajedrez, el reto está en construir un nuevo robot que sea capaz de vencerlo. Esta posibilidad existe si se construye un programa de inteligencia artificial que se perfeccione, sobre la marcha, memorizando todas las nuevas posibilidades que aparezcan, sobre el tablero de juego, cuando el robot juega contra el mismo.
En el momento que exista el robot perfecto al que no pueda vencer ningún otro robot, sobre un tablero de ajedrez, alguien podrá afirmar que se ha alcanzado un hito de la inteligencia artificial que puede cambiar el curso de la historia de la humanidad.
Tengo el convencimiento de que el cambio del curso de la historia de la humanidad no provendrá de los logros en el campo de la inteligencia y la memoria artificial que, sin ninguna duda, podrán ser mucho más potentes que la inteligencia y la memoria humana en el ámbito del juego del ajedrez y otros más. En mi opinión el cambio que espera a la humanidad será enorme, pero no será fruto de la inteligencia convencional sino de la inteligencia superior que es una expresión de la consciencia.
Las circunstancias de la vida me han permitido descubrir la existencia de un centro secreto de poder que seguramente ejerce un dominio férreo sobre la humanidad desde hace muchos siglos. Tengo la certeza de que este centro de poder está formado por seres humanos que son superiores a sus semejantes, pero no lo son, en el ámbito de la inteligencia convencional, sino en el ámbito de la consciencia acerca del mundo real que se esconde tras el mundo aparente que tenemos a la vista.
Hay bastantes profesionales que han hecho este mismo descubrimiento en calidad de ejecutivos que ejercieron una responsabilidad, de primer nivel, en un tema de muchos ceros que pudo ser la construcción de una gran infraestructura financiada por fondos multilaterales o la adquisición de una corporación por otra. Las personas que poseen esta experiencia profesional por lo general han alcanzado un grado elevado de escepticismo acerca de todo y sólo hablan de su descubrimiento con el amigo de máxima confianza y además lo hacen en voz baja.
Los profesionales de los que hablo han alcanzado un grado de consciencia, acerca del mundo real, mucho más elevado del que es propio de la mayoría de sus semejantes, pero este hito es una carga pesada sobre su destino hasta el punto de que preferirían ignorar las cosas de las que no han tenido más remedio que enterarse.
Por supuesto que estos profesionales, de mente despierta, no prestan credibilidad a ninguna religión ni a ninguna teoría científica porque tienen el convencimiento de que los centros del poder religiosos y el poder académico permanecen bajo el control del centro de poder secreto del que ellos tienen una referencia de primera mano.
Es muy difícil proporcionar esperanza a los profesionales, de mente despierta, que han averiguado como funciona el mundo. Estos semejantes están convencidos de que, dentro de una generación, la inmensa mayoría de seres humanos serán manejados, como títeres, por sistemas de inteligencia artificial.
No comparto el pesimismo de estos profesionales que son honrados y lúcidos además de escépticos, aunque reconozco que no dispongo de argumentos para contradecir algunos de sus juicios atinados.
Tengo el convencimiento de que jamás se conseguirá crear un sistema de inteligencia artificial que consiga emular la inteligencia superior propia del ser humano que posee consciencia del mundo real que se esconde tras el mundo aparente hasta el punto de descubrir el destino que tiene escrito en el Cielo.
Debo suponer que la inteligencia superior, que jamás podrá ser emulada por ningún sistema de inteligencia artificial, es la que podrá permitir, algún día, demostrar que es verdad que el ser humano fue creado, a imagen y semejanza de Dios, con un objeto que, hasta el momento, ha sido adivinado por una minoría insignificante de seres creados, pero consiste nada menos que en lograr la liberación de la humanidad de las garras del centro de poder oculto que mantiene el dominio férreo sobre ella desde hace muchos siglos.
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