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El legado de los Caballeros Templarios: abrir una vía de solución a los grandes problemas del mundo global

El legado de los Caballeros Templarios: abrir una vía de solución a los grandes problemas del mundo global

Debo contemplar la hipótesis de que el legado de los Caballeros Templario reúna la doble dimensión de plasmar una alternativa viable al sistema económico mientras constituya la palanca que hará posible, algún día, la reconstrucción de la Iglesia de acuerdo con el magisterio de Jesucristo y nada más.

Es posible imaginar la Iglesia como una comunidad de discípulos de Jesucristo que permanecerían unidos por la voluntad de ser fieles a su magisterio. Esto supondría contemplar la pluralidad ilimitada de experiencias que todas ellas serían igual de respetables a condición de que fueran sinceras y se sometieran al examen que encierra la sentencia imperecedera del maestro que proclama: “Por los hechos los conoceréis”.

La Iglesia, reconstruida de acuerdo con el máximo respeto a la voluntad de Jesucristo, debería renuncia a ejercer cualquier tipo de poder político y espiritual. Esto supondría dejar de lado los conceptos doctrinales y sustentarse en la experiencia amplísima del ejercicio del amor entendido como servicio al prójimo. Está demostrado que esta experiencia no tiene ningún límite.

Parece claro que más allá de la experiencia amplísima de la que participan todos los discípulos del maestro, la tarea sería cultivar las experiencias, más reducidas, de la práctica del amor al enemigo que cumple la función de hacer humilde al discípulo que se la toma en serio y la práctica dificilísima de poner la otra mejilla, cuando se recibe una agresión seria, lo cual permite desactivar el odio de los malvados que constituye la forma más potente de inversión de la energía primordial que constituye el sustento del sistema de poder que mantiene la opresión sobre la humanidad desde hace siglos y milenios.

Supongo que esta transformación grandiosa de la Iglesia será posible en el momento que exista una masa crítica de discípulos de Jesucristo, que teniendo la mente despierta y habiendo elegido el lado de la luz de la energía, se percaten de que las distintas cabezas de la Iglesia, en especial la más importante de todas que tiene la sede en el Vaticano, permanecen controladas por el centro de poder secreto, del lado de la oscuridad, que también tiene el control férreo sobre el dios del dinero que tiene más poder, en la Tierra, que el verdadero Dios.

El objeto de esta publicación es imaginar el legado de los caballeros templarios no sólo como un instrumento de transformación de la Iglesia sino también como un instrumento de transformación del sistema económico que rige sobre el mundo global del Siglo XXI.

Casi todo el mundo sabe que existe la Organización de las Naciones Unidas que tiene la sede en Nueva York. Esta organización posee un lado luminoso evidente desde el momento que hace posible la existencia de un lugar donde puede llevarse a cabo un diálogo permanente entre los representantes de todos los países de la Tierra.

Las Naciones Unidas han mostrado poseer un lado oscuro inesperado cuando se ha descubierto la corrupción desbordada que preside sus actividades cuando hay grandes sumas de dinero por en medio.

Las organizaciones económicas, que fueron creadas en el marco de las Naciones Unidas, tales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, los otros bancos multilaterales, etc. no gozan de credibilidad por el hecho de que los profesionales honestos que han tenido alguna experiencia, en relación con ellas, se han decepcionado por las cosas que han visto.

Ante este panorama desolador es preciso recordar que la primera acumulación significativa de capital que se hizo en Europa en el Siglo XIII, de la mano de los Caballeros Templarios, tuvo carácter luminoso por el hecho de que procedía del negocio de la financiación del comercio que tiene lugar en el mercado libre y el margen obtenido era administrado por hombres que se mantenían fieles al voto de pobreza.

La Orden del Temple ha dado lugar a la leyenda más potente de la Civilización Occidental. Pocas personas han pensado en que existe la posibilidad de plasmar esta leyenda, en el plano práctico, por medio de la constitución de un fondo dinerario, a escala global, que tenga la posibilidad de ser el instrumento que permita abordar la solución de los grandes problemas del mundo global del Siglo XXI.

La constitución de un fondo dinerario de este tipo es posible desde el punto de vista técnico. Para ello sería preciso que existiera una ley que fuera promulgada por la Organización de las Naciones Unidas y fuera aplicada por todos los países sin excepción lo cual supondría reconducir, de la mejor manera posible, el tema sumamente injusto de los paraísos fiscales.

El fondo dinerario podría constituirse por medio de la obligación que tendrían todos los patrimonios, superiores a una determinada cifra, de invertir una pequeña parte de sus activos financieros en bonos del fondo universal retribuidos a un interés simbólico.

La constitución de este fondo dinerario debería hacerse en el marco de un pacto social a escala global. Este pacto social gozaría de la máxima credibilidad porque no sólo pediría sacrificios a las clases medias laboriosas y las clases trabajadoras cualificadas, tal como ha sucedido muchas veces, sino que, por primera vez, juntaría a los mismos nada menos que a los más ricos de la pirámide.

El fondo dinerario, que tendría muchísimo ceros, sería el instrumento que podría ejercer el control sobre el sistema monetario y el sistema financiero con un grado de rigor y un criterio de justicia que ahora mismo son desconocidos. Esta tarea no ha sido posible hasta ahora porque el mango de la sartén del capital nunca ha estado bajo el control de una institución sometida a las leyes.

El fondo dinerario, del que hablamos, tendría como objeto principal hacer posible la financiación de millones de compañías pequeñas en países donde todavía hay muchas cosas por hacer. Por medio de estas iniciativas se crearía una cantidad muy grande de puestos de trabajo directos e indirectos. Ésta es la única manera que existe de superar, de una manera justa, el subdesarrollo que impera en gran parte de los países de la mayoría de los continentes. Las personas que tienen experiencia real de la economía saben que las cosas son así porque no pueden ser de ninguna otra manera.

Para poder cumplir estos objetivos el fondo dinerario, dotado de muchísimos ceros, debería ser administrado por hombres y mujeres que fueran ejecutivos veteranos de la banca y funcionarios también veteranos de la administración de los recursos públicos y, unos y otros, hubieran demostrado ser incorruptibles a lo largo de su carrera profesional.

En todos los países existen profesionales de este tipo que, en el momento cercano a la jubilación, podrían aceptar proseguir su actividad laboral, unos años más, cobrando el mismo sueldo y en unas condiciones laborales un poco más cómodas por respeto a su edad. Los mejores profesionales de este tipo aceptarían la propuesta con objeto de prestar un servicio a la humanidad y nada más.  

Estos veteranos, de ambos géneros, darían el ejemplo, en calidad de Caballeros Templarios del Siglo XXI, de que es posible gestionar grandes sumas de dinero, de manera escrupulosa, en beneficio del conjunto de la humanidad.

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